“El liberalismo es la filosofía de la humildad, aplicada a demostrarnos que no se sabe gran cosa respecto del funcionamiento de las sociedades humanas, en consecuencia, los mejores economistas liberales son aquellos que admiten no saber nada” (Guy Sorman, economista liberal clásico ). Es paradójico: en la Argentina, quienes comulgan con esas ideas, creen saberlo todo.

El verdadero liberalismo se mueve entre la democracia y el capitalismo pero, en la Argentina, los ecolobistas se comportan como si fuesen dos conceptos antagónicos. El capitalismo tampoco constituye una meta, sino un sistema económico que consiste en producir riqueza y redistribuirla simultáneamente. Los países capitalistas desarrollados tienen educación, salud, seguridad y paz social.

En la Argentina, la historia es utilizada para explicar que, por vivir en un país rico, la gente se habituó a no trabajar. “Argentina arrancó el siglo XX siendo el país más rico del mundo, y hoy está en el puesto 140 al tipo de cambio paralelo”, repite Javier Milei. Sabemos que no toda la Argentina era rica, sino que lo eran únicamente las elites. Nadie puede asegurar que hace un siglo las clases populares fueran característicamente ricas.

Según la base Madison, la única con datos anteriores a 1900, Argentina ocupaba el puesto 13 entre 45 países de acuerdo con el PBI per cápita medido en Paridad del Poder Adquisitivo -PPA-. También es mentira que Argentina figure en el puesto número 140 del mismo ranking en 2023, sino que, hasta que llego Milei, ocupaba la trigésima posición. El sociólogo Daniel Schteingart destaca que Javier Milei “al tomar el PBI en dólares corrientes 2023, lo hacía a la cotización paralela”, algo que no aplica ningún organismo internacional del mundo en ninguna de sus mediciones de PBI. Para Schteingart, es engañoso utilizar los datos para comparar la riqueza histórica de los países a nivel mundial. 

Leyendo autores como al economista e historiador Mario Rapoport, hay en ese caso una serie de falsas percepciones que se han instalado, como la idea de que el país estuvo alguna vez entre los más avanzados del mundo o que llegó a ser, en cierto momento, una potencia mundial.

De esta última afirmación se sostiene otro mito, según Rapoport: que la decadencia de Argentina comenzó en los años 1940, con los procesos de industrialización, intervención del Estado en economía y las políticas de distribución de ingresos. Un mito bastante frecuente es aquel que afirma que hubo un error fundamental en los gobiernos argentinos: apuntar en forma creciente a la autonomía del país con respecto al mundo y, sobre todo, en sus niveles de confrontación con las grandes potencias hegemónicas.

En realidad, si la Argentina vive en crisis, es porque su proceso de desarrollo se ha visto truncado, por una intervención externa de naturaleza política. Nadie puede ignorar que los constantes golpes de Estado ocurridos en el siglo pasado no hubiesen sido posibles sin el apoyo externo de intereses geopolíticos contrarios al desarrollo argentino. Los factores del desarrollo son evidentes, la riqueza de la tierra, el clima propicio y la urbanización del siglo pasado, sobre todo desde la llegada del presidente Juan Domingo Perón. 

El desarrollo tiene mayores probabilidades de surgir y mantenerse en un entorno urbano, no tanto por la prosperidad agraria, como en aquellas fábricas de Avellaneda, Lanús, La Plata, San Martin, Villa Lynch, o las más modernas fábricas de autos de Pacheco, en la zona Norte del Gran Buenos Aires. Por diferentes razones, con una población importante y recursos humanos maravillosos, la Argentina no ha acumulado recursos propios en el país. Esos capitales que están afuera y hubieran sido necesarios para construir una economía avanzada.

Entendiendo que es una fantasía hablar de la riqueza de los argentinos, la única beneficiada por la riqueza era una pequeña elite con vocación europea, pero no el pueblo en su conjunto, al que la literatura y el cancionero muestran sumido en la miseria: “Zambita de los Pobres”, “el Arriero”, “los Ejes de Mi Carreta”. Ni hablar del tango argentino, que describe un paisaje de desigualdad extraordinaria. Solamente las elites han vivido apegadas a la nostalgia de su pasado ideal, no del pasado argentino.

Lo difícil es entender por qué la Argentina tiene la sensación de estar en una crisis permanente. Una explicación es que ningún relator hace periodizaciones precisas. Los instaladores de mitos dicen “hace setenta años”, “hace veinte años”, y eso no es neutral. En los últimos 24 años, hubo doce años de crecimiento, cuatro años de caída, y ocho años de estancamiento. A veces en serrucho anual de crecimiento y caída durante un mismo gobierno. Algunos periodos presidenciales terminaron con “caída neta del PBI”, otros con “alto crecimiento neto”, y los demás, con “bajo crecimiento”. No es lo mismo.

Macroeconomistas sobrevaluados

Ahora llegó el turno de Federico Sturzenegger, el hombre de los modelos importados enlatados que le atraen al presidente Javier Milei. Los modelos, aunque constituyan un ejercicio intelectual muy interesante, suelen fallar. Guillermo Calvo,  el argentino que es director del programa de dirección de políticas económicas de la Universidad de Columbia dice con decepción: “Los modelitos económicos fallan. Hay que enseñarles a los presidentes de los Bancos Centrales que es necesario que abriguen otros recursos cuando estos fracasan”.

La financiarizacion de la enseñanza se convirtió en un adiestramiento para gente que presume infalibilidad. Y el macroeconomista neo cuantitativista y financiero lo recibe con ignorante agrado, ya que toda la parte social que tiene la ciencia, le compete, según esos macroeconomistas, a la sociología. Es que la coquetería de las cifras son una ostentosa grafía de diseños que les hace auto percibirse, y ser percibidos, como eruditos en física nuclear.

El economista francés Gérard Debreu, asediado por periodistas de todo el mundo, fue consultado acerca de cómo veía el porvenir. “No puedo decirles como veo el porvenir porque soy economista. ¿Acaso los economistas están capacitados para adivinar el futuro?”, se sinceró. Los economistas tratan de conjeturar el porvenir, después de interpretar las lecciones que dejó el pasado. Sin embargo, aún no se han puesto de acuerdo en determinar las causas de la crisis de 1930. 

Las predicciones económicas son extremadamente arriesgadas. Corresponde a los intelectuales ayudar a los macroeconomistas serios para proponer programas más que para realizar pronósticos. Finalmente, el rol del macroeconomista es el de orientar hacia las probables consecuencias de las elecciones presentes, y no deberían alcanzar más que una parte accesoria del futuro, porque este puede ser continuamente rectificado por miles de situaciones. Los macroeconomistas serios deberían evitar caer en el ridículo, la mayor parte de los pronósticos son grotescos y están fundados pura y simplemente en el azar, el deseo o la tendencia ideológica.

La economía es imprevisible: “No la vimos venir”, dijeron en EE.UU. luego del estallido de la crisis subprime en 2008. Puede haber fuertes indicios, pero falta establecer lo principal: ¿Cuándo? y ¿cuánto?

No hay ningún modelo seguro. El único remedio eficaz en materia económica, es el trabajo y la producción y el problema de Milei, es que Argentina hoy no está produciendo ni trabajando a su tasa potencial. Parece ser más eficaz y útil dedicarse a la especulación, donde se puede ganar plata sin trabajar. Una especie de choripán financiero, un “Plan Descansar financiero”. 

Libertarismo

Convertir al libertarismo en una panacea es una paradoja. En la Argentina nunca hubo ni existen partidos políticos liberales, ninguna agrupación política ni organización intelectual coincide enteramente con las pautas que impone el liberalismo. El denominado liberalismo en la Argentina corre el riesgo de encontrarse con la competencia de las tentaciones totalitarias. Es que el liberalismo no significa “imposición”. En lo que hace a los peligros del marxismo que alucina el presidente, no se entera que está en decadencia en todo el mundo desde hace 35 años ya, desde la caída del muro de Berlin en 1989.

No es con más tecnócratas que se hace liberalismo, sino con la política, que debe primar sobre la economía, ya que históricamente el liberalismo es en primer lugar un sistema político basado en la democracia como forma de expresión. A esta altura de la ortoheterodoxia de Caputo y la tecnocracia ortodoxa de Sturzenegger, sería necesario que el gobierno afirme más claramente su elección en favor de una economía de mercado y abierta. También seria necesario que aparezcan las fuerzas que respaldan esa elección, que no son “las fuerzas del cielo”. A este respecto, el régimen político de Milei se parece mas al despotismo ilustrado que a las democracias liberales de la Unión Europea o de los EE.UU. La fragilidad constitutiva del régimen político argentino, su extremado personalismo, explican las vacilaciones de los empresarios y los mercados en estos días.

Todas las esperanzas de algunos liberales argentinos están concentradas en Milei, a quien le han encomendado poner en marcha la política liberal. Esto es algo extraño como paradoja histórica y hasta ahora nunca se había visto en la Argentina: un caudillo liberal. ¿Qué puede pasar, por ejemplo, si Milei huye? Se ha hecho el dueño del discurso, lo que resulta un poco inquietante y peligroso en un plazo corto, dado que, a juzgar por las inversiones y el financiamiento, no parece estar sostenido más que por sus promotores locales. Esto acarrea el riesgo de que se identifique en la opinión pública, el liberalismo con los intereses corporativos de quienes le pusieron sus equipos de ejecutivos a su servicio.

El liberalismo en la Argentina tiene poco porvenir si sigue siendo pura doctrina de un sectario grupo compuesto por el presidente y algunos grandes empresarios. En todo régimen extremadamente personalista, el riesgo de un mal entendido entre el pueblo y el líder es grande. Milei ha hecho promesas: “el ajuste lo paga la casta”, “prefiero cortarme un brazo antes que subir impuestos”, “no vamos a tocar las tarifas”, “dolarización”, “cierre del BCRA”, “la libertad de expresión no es negociable”. El 50 por ciento del pueblo argentino está lo suficientemente desengañado de las promesas presidenciales de los últimos periodos, como para a haber comprendido la naturaleza de las promesas de Milei, y las esperanzas depositadas en quien las hizo. Si la población se ve decepcionada por Milei, no está muy claro cómo se conjugaría una crisis política con la inminente crisis financiera y social en ciernes.

Confiar en Milei para regresar a la Edad Media no ha sido una buena idea del establishment. El despotismo ilustrado, la combinación de la autoridad política y de la libertad económica ha podido existir en Europa central, en Austria (donde se inspira Milei), en particular. Esta el periodo de Napoleón III en Francia, al cual se puede considerar, al comienzo del imperio, como una asociación entre autoridad política y libertad económica, pero esa excepción no se repitió, y no hubo nunca ningún teórico o partido que se declarase en favor del despotismo ilustrado. No se encuentra la asociación entre autoritarismo en política y la libertad económica más que en la China comunista bajo el mandato de Deng Xiao Ping.

La Libertad Avanza vive la nostalgia de un despotismo ilustrado, que no luce coherente con la situación argentina. Para decirlo de otro modo, los “liberales vernáculos” esperaron y hasta soñaron con la llegada de algún déspota como Augusto Pinochet que imponga una formula liberal, capaz de aportar las soluciones totales de lo que ellos desean. La premisa del liberalismo no es la economía de mercado sino el ejercicio de una autentica libertad de opción. Me pregunto a esta altura si LLA ha comprendido este mensaje, al convertir en ídolos al capitalismo salvaje y al monetarismo fundamentalista, olvidando que esos son únicamente recursos técnicos. No hay que confundir los fines con los instrumentos que se utilizan para lograrlos.

¿Qué es la segunda etapa?

La ambición política de la alianza LLA-PRO es cambiar el sentimiento que los argentinos que lo votaron tienen con respecto a su propio país. El propio Milei expresaba que Argentina es “una mierda" y aconsejaba "irse a vivir afuera”. Mauricio Macri nos llamaba “la sociedad mas fracasada del mundo”. Convendría que los argentinos no tengan mas deseos de irse del pais, sino de quedarse. En base al ideario liberal, eso supone que la Argentina vuelva a ser una tierra de oportunidades, según su perspectiva histórica.

Isaiah Berlin, a quien sorprendentemente ninguna liberal cita, explicaba que una persona no convence nunca con palabras, “lo único que convence es la historia”. En el caso del liberalismo no es la teoría liberal defendida por Milei y Benegas Lynch, lo que va a conducir el trabajo que le encargaron a Sturzenegger. La coalición de gobierno LLA-PRO tendrán que dejar de hablar de “palos en la rueda” o “máquina de impedir”. Deberán entender que la crítica es buena para la democracia liberal, aun si no fuera constructiva. El reproche que un gobierno hace a la oposición o a la protesta, es infundado. El rol de la oposición consiste, precisamente, en oponerse.

Patricia Bullrich versus Mauricio Macri

El divorcio sistemático entre los discursos libertarios dogmáticos y la realidad, pueden terminar fomentando el cansancio de quienes se volcaron a LLA-PRO y crear las condiciones de un hipotético regreso del peronismo.

El liberalismo (primero el PRO, después LLA) provocó una desestabilización de las elites políticas tradicionales, al posibilitar la promoción de hombres nuevos en todas las áreas, tanto políticas como económicas. En esto el peronismo, el espacio nacional y popular viene con una demora que ha imposibilitado el regreso. Hay que reconocer la inmovilidad de esa delgada película constituida por los políticos de los espacios populares, el liderazgo dirigente, permanece congelado. Hay que renovar las elites que fueron el blanco y el corazón del acierto de Milei en campaña. 

El gobierno no provocará automáticamente el crecimiento “como pedo de buzo” (Milei dixit). Si la “economía de mercado” no es popular como lo fue 1991-1994, no puede funcionar. Sturzenegger tiene que lograr que regresen los capitales fugados, y no están dadas las condiciones para que los capitales argentinos vuelvan, mucho menos vendrán capitales internacionales, será un proceso muy largo. ¿Habrá tiempo?

Alemania de 1949 con Ludwig Erhard (Bienestar para todos) se había sentido obligado aclarar que la economía de mercado tenía carácter social, lo cual equivale a popular, no la motosierra permanente con despidos y caída del salario. Para prevenir no es solo lograr la estabilidad monetaria, sino también promover la creación de empleos y restablecer el equilibrio social actualmente fracturado. No se trata de suprimir el Estado ni sus funciones tradicionales. Hay que resolver problemas de urbanización, luchar contra la miseria, la insalubridad, la educación, que es la base de cualquier sociedad liberal.

La gran fuerza que aún reside en Milei está en lo social también, pero es endeble y provisoria (la bronca, la testarudez de quienes lo votaron, el autoritarismo, el odio y el anti peronismo visceral). Con Macri de aliado su fuerza ya no reside en lo moral y juntos con sus mismos equipos tampoco en lo económico. Macri ahora pretende conservar sus ventajas sin asumir las obligaciones, quiere recuperarlo todo, sin modificar nada, o cambiar lo menos posible, para que todo vuelva a él, sin comprometerse con el cambio radical que Milei encabeza.

De una u otra manera, este articulo pretende reflexionar sobre el resurgimiento de un “liberalismo chocante” en esta etapa de globalización neoliberal; y en particular, acerca de las tensiones del presente argentino, entre liberalismo y democracia.

*Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros