Alien: Romulus 7 puntos
Estados Unidos/Reino Unido, 2023
Dirección: Fede Álvarez
Guion: Rodo Sayagues y Fede Álvarez.
Duración: 119 minutos
Intérpretes: Cailee Spaney, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn, Aileen Wu e Ian Holm.
Estreno: Disponible en salas.
Si algo comparte la saga Alien con la criatura extraterrestre que ocupa el centro de su universo, es su carácter prácticamente invulnerable. Una solidez que en el lapso de 45 años le permitió atravesar ciclos altos y bajos, yendo del éxito más absoluto a estrepitosos fracasos comerciales, sin alterar su fortaleza simbólica en el campo de la cultura popular. Cada una de sus etapas concluye dando la impresión de que el cierre será definitivo, sin embargo siempre vuelve. De hecho, el estreno de Alien: Romulus, dirigida por el exitoso cineasta uruguayo Fede Álvarez, representa el cuarto retorno de una saga que, con esta, ya acumula un total de ocho entregas de las más diversas layas.
Si Alien: Resurrección (Jean-Pierre Jeunet, 1997) marcó el punto más bajo de la saga original, tras dos primeras entregas formidables y una tercera que representó una caída de varios escalones, el xenomorfo (nombre pseudocientífico con el que se conoce a la criatura) consiguió volver. Y en versión ultrapopular. Fue en la doble entrega de Alien vs. Depredador, crossover galáctico con alma de cómic y sueño húmedo de los fanáticos, que enfrentó en pantalla a dos de los extraterrestres más queridos de la historia del cine. Pero si para un producto de primera un descenso a la clase B puede resultar un tropiezo irrecuperable, esta franquicia demostró que nada es imposible para ella. De la mano de su mentor, el británico Ridley Scott, la saga regresó a las grandes ligas para ir en busca de un origen en el díptico Prometeo (2012) + Alien: Covenant (2017), cuyo enfoque en general no fue muy bien recibido, aunque quien suscribe las considere aportes valiosos.
Tras haber abierto y agotado varias líneas narrativas, con Romulus la saga propone una jugada de altísimo riesgo: imaginar una historia que se mete como una cuña entre medio de las dos entregas más exitosas de la serie, Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979) y Aliens (James Cameron, 1986). Es decir, evita todo contacto con los elementos de la cronología que no lograron mantener el nivel de las dos primeras, para atreverse a dialogar directamente con aquellas que marcan las cumbres de este largo recorrido. El atrevimiento resultó exitoso por varias razones.
Desde lo estético, Álvarez replica la concepción artística de la película original, recreando un universo tecnológico que hace casi medio siglo resultaba legítimamente futurista, pero que en la actualidad, tras el desarrollo furioso que tuvo la tecnología digital, luce más cercano al steampunk que a otra cosa. Incluso se atreve a coquetear en la obertura de la película con el imaginario que el propio Scott creó en la no menos mítica Blade Runner, apenas tres años después de Alien, jugando con la afinidad de estos universos paralelos.
Los grandes aportes que Romulus realiza vienen por el lado narrativo, intentando regresar a la saga a la senda del cine más popular, en el mejor de los sentidos. Por un lado, se aparta con decisión del perfil religioso y grandilocuente que Scott le imprimió a Prometeo y Covenant. Por otro, se apropia de una estructura muy clásica dentro del cine de terror más elemental. Acá los protagonistas no son ni militares ni científicos preparados para enfrentar una amenaza, sino un grupo de jóvenes metiéndose en problemas. Así, Álvarez traslada al espacio la lógica de un relato que tranquilamente podría transcurrir en una cabaña embrujada y ser protagonizada por un grupito de universitarios, replicando incluso los arquetipos que suelen estar representados en ellos. Un regreso a lo básico que Álvarez conoce muy bien, pero realizado con la suficiente inteligencia como para no revelar el truco y permitir que el Fénix renazca una vez más de sus cenizas.