I

Josefina y el lápiz mágico

Por Elena Estapé Fernández y Francesca Rojas Denenberg

Un día Josefina se encontró un lápiz. Pero no cualquier lápiz. Era un lápiz mágico. Josefina se preguntaba qué hacía ese lápiz. Empezó a sacudirlo y dibujó en el aire una flor mágica, que hacía arcoíris; dibujó un micrófono, un gatito bebé y un perrito bebé.

Un día Josefina pensó que el lápiz se iba a quedar sin punta, entonces dibujó muchos lápices mágicos. Y se dibujó una amiga. Fueron mejores amigas: Lili y Jose y felices por siempre.

II

Las aventuras de Josefina y su goma de borrar

Por Matías Lell, Alejo Sánchez Ibáñez y Franco Rubini

Josefina estaba en la escuela. Encontró una goma. La probó borrando sus errores. Y borró la hoja de la faz de la tierra. Luego de eso trató de borrar a su profesora. Y lo consiguió. Luego lo siguió haciendo con todo el mundo. Y de tanto borrar, la goma cobró vida; corrió borrando todo a su paso. Hasta que Josefina la agarró y la goma la empezó a borrar a ella. Y se la llevó al mundo de los borrados.

Colorín colorado, a este cuento la goma ha borrado.

III

Josefina y sus lentes mágicos

Por Julia Sorini Badía y Anaclara Boiago

Hay una historia que cuenta que una niña llamada Josefina no podía ver bien. Entonces su mamá la llevó al oculista. El oculista le dio unos lentes. Lo que ella no sabía era que los lentes eran mágicos. Entonces, se los puso y pudo ver los pensamientos del oculista: “No tiene mala visión, pero voy a sacarle dinero con unos lentes”. Josefina se dijo: “me quiere estafar, pero con estos anteojos puedo leer los pensamientos, así que me los voy a llevar”.

Llegó a su casa con los lentes.

-¿Jose: por qué estás tan contenta, si no querías usar anteojos?

-No, por nada, mamá.

Josefina no pensaba decirle a nadie sobre el poder de sus lentes. Vio que su gato quería salir, pero no sabía si en verdad quería salir. Entonces se puso los lentes y entendió que realmente quería salir.

Lo triste fue cuando pudo leer la mente de su novio, Bautista. No la quería. Ese día conoció a otro chico y se dio cuenta de que ya no iba a necesitar los lentes nunca más.

Nota: Para poner en contexto, estas tres historias fueron escritas por nenes y nenas de entre 7 y 11 años, en el Taller literario Palabras Cruzadas. Le atribuyen a Thomas S. Eliot la frase: “Los poetas inmaduros imitan; los poetas maduros roban; los malos estropean lo que roban, y los buenos lo convierten en algo mejor” y creo que todo lo que dice es acertado. Del trabajo sobre el maravilloso cuento de Iris Rivera, La llave de Josefina, nos quedaron otras historias que se inspiran en el cuento original y lo reviven. Como un gajo que echa raíces nuevas. Como una carta que alguien vuelve a leer en voz alta. Sus voces risueñas, sus ortografías todavía dubitativas, recrean a esa Josefina que imaginamos en una reunión donde ocho personas nos juntamos a jugar con las palabras. Estas son, también, infancias posibles. A Elena, Francesca, Matías, Alejo, Franco, Julia y Anaclara les deseo que sigan convirtiendo todo lo que tocan en algo mejor. Y que nunca se olviden de jugar.  

*Coordinadora Taller literario Palabras Cruzadas. [email protected]