Hubo tiempos en que la nuez moscada podía ser cambiada por una isla y la canela era más cara que el oro. Tiempos en los que se creía que colgar una naranja con clavos de olor purificaba tan bien el aire que protegía contra una plaga y donde personas llevaban nuez moscada alrededor del cuello para protegerse de las pestes. Y donde clavos de olor y granos de pimienta eran cambiados mano a mano por obsequios imposibles de conseguir como una piel de oso polar o un colmillo de morsa.
De este a oeste y de sur a norte, ningún otro producto ha contribuido más a vincular Oriente y Occidente que las especias. Son las raíces, en efecto, más antiguas y profundas de la economía mundial. Como el clavo de olor no crecía en ningún otro lugar del mundo excepto en las pequeñas islas del norte de las islas Molucas, y la canela no lo hacía en ningún otro lugar excepto Sri Lanka, a partir del siglo XII se enviaron cientos de barcos al mar para buscar las valiosas cosechas. Cuando estaba escribiendo su libro anterior sobre la historia de los mapas, el periodista y escritor noruego Thomas Reinertsen Berg se encontró con estos relatos y luego con una narración sobre España, Portugal y las especias. Las dos grandes potencias habían dividido el mundo entre sí con una línea recta y la bendición del papa en 1493. Así nació El origen de las especias, que no es un libro gastronómico sino más bien una crónica histórica y un interesante texto de periodismo cultural, que cruza la geopolítica, el comercio y la transición entre la Edad Media y la modernidad a través de las figuras de reyes, mercaderes, aventureros, conquistadores, colonias, enfermedades y pandemias.
Pimienta, canela, cardamomo, nuez moscada, clavo de olor y jengibre son las seis especias que eligió Reinertsen con un tronco de historia común que se sumergen en el túnel del tiempo entre Europa, Medio Oriente y las Américas. Allí hay una utopía fallida, que involucra a Cristóbal Colón y otros navegantes, que pensaban encontrar las especias en Asia y hallaron un territorio desconocido que despertó la sed por el oro y riquezas semejantes, lo que provocó el sometimiento cruel de la población. Las especias eran tan valiosas por el estatus que otorgaba a quien servía platos con esos aromas: por dicha razón, y a lo largo de la historia, las civilizaciones poderosas hicieron mucho para apoderarse de ellas.
La investigación llevó cuatro años y fue realizada con una beca. El escritor noruego consultó libros históricos, periódicos antiguos y papers científicos, auscultó los viajes comerciales y aprendió de geología para determinar cómo habían sido creadas las islas Molucas, aquellas de legendarias especias del este de Indonesia. Hoy en día, las islas se encuentran a pocas horas de vuelo: en 1524, el viaje duraba poco menos de un año en barco, donde se esperaba que al menos un tercio de la tripulación muriera antes de llegar.
“Todo lo que había sobre especias era duro y seco, entonces tuve que rescribir para darle vida más allá del lenguaje informativo” dice el autor llegado a Argentina para visitar la FED. “Escribir sólo con buenos datos no es atractivo, apunto a un lector amplio y que se interese por los personajes y no tanto por los hechos. Lo que me atrajo fue la disputa entre España y Portugal sobre cómo se repartieron el mundo. Usaron geógrafos y mapas para establecer esa división. Y las especias fueron el tesoro: quedaron en medio de la disputa”.
A Thomas Reinertsen Berg le interesa que los lectores encuentren dosis de humor entre las crónicas de matanzas, esclavos y comercios asimétricos. “A mí me dio gracia, por ejemplo, que en los diarios de Colón él creyera que había llegado a Asia cuando estaba en realidad en las islas del Caribe, buscaba aquellas islas de Indonesia que había escrito Marco Polo. Tenía mucha confusión por no haber encontrado canela ni pimienta y eso despertó descripciones extravagantes y al borde del delirio. En parte, la relación moderna que existe entre Europa, África y América se fundó en aquella gesta. Algún día alguien tendría que escribir la historia de las especias en este continente americano”.
Habla de conquista y no de “descubrimiento”, como denuncia que todavía se habla en ámbitos científicos europeos, y es consciente del genocidio de los pueblos indígenas. “En Noruega se sabe que los resultados de la conquista fueron negativos para los pobladores prehispánicos”, resalta el periodista noruego, que en el libro va de Adam Smith a Vasco da Gama, y de Alejandro Magno con su deseo de invadir Arabia para obtener canela a los venecianos desafiando las prohibiciones papales para comerciar con los musulmanes. “¿Quién fue el primero en intentar utilizar esto como alimento?”, escribió el romano Plinio el Viejo sobre la pimienta, en otra fuente reconocida en la historia.
En El origen de las especias hay violencia y sangre, comercio de lujo y sentido medicinal, exotismo por los buenos sabores y una relación estrecha con el erotismo: durante mucho tiempo se pensó que ciertas plantas estimulaban tanto el deseo como la fertilidad. Hoy, según Reinertsen Berg, hay un consumidor ávido por conocer el origen de las especias pese a las desigualdades culturales. “Hay inmigrantes africanos en Noruega que no tenían idea de que el consumo excesivo de azúcar implicaba la posibilidad de contraer diabetes y eso lo supieron cuando accedieron a consumir gaseosas y chocolates que en sus países de origen no podían comprar. Es decir, la salud está atravesada por la clase social y las especies no son la excepción. Pero también está el uso medicinal de las mismas arraigado en las creencias populares, y eso se comprobó con la pandemia del Covid donde la canela y el jengibre fueron productos muy solicitados. Las especias no son un sustituto de los medicamentos, pero la tendencia es que son cada vez más solicitadas para el bienestar humano”.
Con un título que en español juega con el título de Darwin y traducido por Christian Kupchik, en Noruega se publicó como Hasta el fin del mundo, haciendo honor a la tierra de los confines. “Algunas cosas no han cambiado para nada desde tiempos de Colón o Vasco da Gama, que abrieron las puertas de Europa a muchos de otros productos a través de las armas", remarca Reinertsen Berg, desplazando el debate hacia el presente. "Hoy el poder sigue concentrado y en pocas manos. Los principales exportadores de especias son países en vías de desarrollo pero las grandes empresas dominan las productoras más poderosas, que son las que establecen los precios y la competencia”.
Más allá de eso dice que existen consumidores que buscan esquivar a los intermediarios y buscan productos orgánicos en un trato directo con el primer eslabón de la cadena. En Estados Unidos, por ejemplo, hay comercios donde se explicita el daño social provocado por la industria de las especias, tanto como en Noruega ocurrió con el negocio del café, que ocasionó que miles de consumidores empezaran a comprar sólo en mercados orgánicos. “Son productos más caros y la pregunta es si uno como consumidor puede pagar un precio mayor. Pero imagino que eso será la norma de acá a unos años”.
El periodista habla también de los cambios en la gastronomía contemporánea, donde por caso la cocina francesa mató a las especias porque priorizó las plantas de su territorio, y entre expediciones marítimas, rutas imperiales y tratados de medicina, llega al presente con curiosidades como que Guatemala se convirtió en el mayor exportador del mundo de cardamomo y con las especias sin ser el objeto de status que alguna vez fueron, entre otras pequeñas y grandes historias de un libro tan bien documentado como de ágil lectura.