Según datos de Unicef, un millón de niños y niñas en la Argentina de 2024 se saltea una comida por día, y más de siete millones viven en la pobreza. Hay personas que deambulan por la calle revolviendo la basura, que duermen a la intemperie, discusos de odio que vuelan como flechazos por la atmósfera política y que también provocan un efecto dominó y se trasladan a la calle, a las instituciones, a las comunidades. De la virtualidad a las vidas de carne y hueso. Muchxs resisten y se organizan, muchxs otros sufren la escalada de la bajada política de turno: sálvese quién pueda.   

En este contexto surgieron las denuncias de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández, y parecen rotundas: hubo golpes, zamarreos, empujones, agresiones psicológicas, maltratos de todo tipo. Nada de lo dicho por Yáñez se puso en duda. “La posibilidad de que algo así suceda y el poder judicial actúe habla de un estado de cosas donde ya resulta imposible mirar para otro lado frente a la violencia de género incluso cuando el denunciado sea alguien poderoso (hay que ver qué pasaría si fuera un presidente de derecha el denunciado)”, dice Lucía Portos, Subsecretaria de Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires. 

El hilo desde donde tirar que propone es uno de los tantos que tiene el tema que en los últimos diez días tuvo a los feminismos en el centro de la escena, con una aseveración muy clara desde el gobierno de Javier Milei de achacarle la denuncia a Fernández a la ineficiencia de las políticas públicas en materia de género implementadas en el último tiempo y que ahora se encuentran completamente vaciadas. Muchxs dirán: ¿y qué tiene que ver? Pero los malabares dialécticos del manual libertario hacen jueguito para unir estos puntos en el aire, en un país que sostiene la cifra más que alarmante de un transfemicidio por día, muchísimos que se pierden en los pasillos de tribunales e incluso ni siquiera llegan a ser denuncia. 

Bajó la gestión de Fernández se creó el Ministerio de Mujeres, género y diversidad, el Plan Nacional de Acción contra las Violencias por Motivos de Género 2020-2022, el Programa Acompañar y Acercar derechos. Además la marea verde tuvo su puesta en acto con la promulgación de Ley 27610 de Interrupción voluntaria del embarazo y la atención postaborto. Contrastando con esta ampliación de derechos para todas las mujeres y personas gestantes en edad reproductiva, el testimonio de Yáñez incluye que el ex presidente la habría obligado a abortar en 2016. ¿Haz lo que yo digo y no lo que yo hago? La doble vara moral de quien dijo que terminaría con el patriarcado lo llevó a hacer promesas políticas de las que no estuvo a la altura en su vida privada, pero eso no las anula, ni las compromete en su nobleza e importancia. Y están avaladas en su urgencia por un movimiento que se viene transformando y reiventando hace décadas. No ensuciar al feminismo por un traidor, sería la consigna, y dejar que la justicia haga su trabajo que aparentemente en esta causa tiene la mira bien enfocada.  

"Si hoy salen a la luz los casos de violencia de género incluso en los más altos estamentos del poder, es porque nuestro movimiento logró cambiar la conciencia colectiva de amplios sectores", dice Bregman.

 

El decálogo antifeminista

El de esta semana tuvo en el centro la práctica chicanera que se viene profundizando con el gobierno de Milei, cristalizado principalmente por la gula que tiene Manuel Adorni de desplegar en su palabrerío matutino sin gracia que a esta altura ya atina al disparate: “Lo que ha quedado demostrado es que la política de género se ha utilizado no para ayudar a evitar violencia, sino que se ha utilizado para hacer politiquería barata”, dijo el vocero, denostando una vez más a los feminismos y tirando de la cuerda de esa asociación tan poco creativa y barata entre la política sucia y los derechos de las mujeres y diversidades. Por su parte, el presidente tuiteó: "Cada día estoy más orgulloso de ser quien cerró los antros de persecución ideológica que eran el Ministerio de la Mujer (cómplice por encubrimiento) y el INADI". Más que decálogo son dos o tres ideas que repiten en loop una o dos veces por semana.

“El propio Javier Milei me negó la existencia de la violencia de género durante el debate presidencial”, dice Myriam Bregman, abogada y ex candidata a presidenta. “La derecha que hoy nos gobierna manosea este tema, es evidente que hay un uso político de este caso, pero eso no obsta que condenemos enérgicamente no solo la violencia de género sino también el doble discurso de la gestión anterior”, dice a Las12. Ella plantea un escenario de discusión clave para poder sumar al análisis el origen de las tan vapuleadas políticas de género: “⁠El gobierno de Alberto Fernández creó el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad como una respuesta al poderoso movimiento que se desarrollaba en las calles, y en un intento de institucionalizarlo. Si hoy salen a la luz los casos de violencia de género incluso en los más altos estamentos del poder, es porque nuestro movimiento logró cambiar la conciencia colectiva de amplios sectores. Cada vez que hay gran repercusión con una denuncia de violencia, aumentan los llamados al 144” explica. Las trabajadoras de la línea de atención a las víctimas fueron despedidas en su mayoría pero por alguna razón al gobierno se le ocurrió, ahora sí, que no haberla fundida por completo es mérito libertario.

Lo único que le pedimos a Milei es que no se dé un beso de lengua con Yuyito.

Cuando las balas caen cerca

“La noticia de la denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández por violencia de género fue un baldazo de agua fría en medio de la tormenta”, dice Victoria Freire, legisladora de la Ciudad de Buenos Aires. Para ella se trata de una denuncia acicateada por operaciones mediáticas: “De confirmarse en la justicia, demostraría algo que ya sabíamos: la violencia es lastimosamente transversal a todos los ámbitos y espacios políticos. Daña especialmente cuando es en nuestro campo, pero también abre debates sumamente necesarios” explica.

El tratamiento mediático tuvo su expresión más significativa cuando se publicó en la mayoría de los portales de noticias nacionales una foto de Yáñez con un moretón en el ojo. De ese tratamiento mediático se desprendió a su vez una discusión que no es novedosa para los feminismos y vino a cuento de que la periodista y abogada Julia Mengolini planteó que el “yo te creo hermana” no es una consigna literal ni ciega. La indignación por este punto escaló tanto o más alto que lo que pudo haber provocado la denuncia contra un ex presidente. La furia y el escarnio dejaron en segundo plano algo muy relevante: el lugar de la víctima y el giro punitivista están en la agenda de discusión feminista desde hace rato. “Vengo diciendo esto desde hace tiempo: siempre creí en la presunción de inocencia, fui muy cuidadosa en el momento de los escraches y fue mi posición histórica aunque hagan de mí una caricatura”, dice Mengolini en diálogo con Las12. Para ella hay un enorme problema con uno de los recursos de la época que es dar discusiones con recortes descontextualizando y demoleiendo al personaje de turno. “Es un recurso muy propio de cómo se dan las discusiones ahora, agarrar el recorte y ponerlos en las redes sociales que son un territorio tramposo, y los recursos de esas trampas los tiene la derecha”, dice y agrega “las redes sociales son terreno de las derechas. Estas son las trampas en las que deberíamos intentar no entrar”, concluye.

“El discurso punitivo es sostenido por la derecha y fomentado por los medios de comunicación a quienes les conviene deshumanizar a víctimas y victimarios generando morbo y amarillismo”, explica Portos. Para ella esto es el puntapié para impedir una conversación social más profunda que tenga que ver con las causas estructurales de la violencia y las opresiones que ésta sostiene. Pareciera resultar funcional a la obturación del debate y sobre todo a pensar que los feminismos vienen a discutir una sola cosa. "Por eso desde los feminismos debemos rechazar enfáticamente este giro aunque la posición nos resulte incómoda, no hay ninguna solución para nosotras que pueda venir a través del código penal".

La toma de terrenos en Guernica fue en julio de 2020 y puso en evidencia la dificultad de las mujeres para sostener el encierro de la pandemia. Foto: Jose Nico,

 

La cuestión de clase

“La violencia de género ocurre en todos los sectores sociales, en distintos niveles socioeconómicos y educativos. Lo que cambia la mayoría de las veces son las posibilidades de huir o no de esa situación. Hay un caso muy doloroso que ejemplifica esto y se dio en pandemia, el de las mujeres que protagonizaron la toma de terrenos en Guernica. Muchas de ellas nos contaban que en el contexto de encierro la situación de violencia de género se hacía insostenible. Por eso tuvieron que ir con sus hijos pequeños a esas tierras, sufriendo desde represión hasta arbitrariedades climáticas”, dice Bregman.

Lo que plantea la referente del FITU es crucial: la denuncia de una mujer blanca corroe empatías y despierta solidaridades que no suceden que en el caso de las mujeres pobres: “Las mujeres pobres cuentan con menos herramientas, con menos autonomía económica para poder salir de esos círculos de violencia”, explica Georgina Orellano, Secretaria General de AMMAR (Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Argentina) y agrega “somos de hecho las que necesitamos políticas de género, que el Estado asista, acompañe y genere autonomía económica como una respuesta integral hacia las situaciones de violencia de género. Muchas veces las compañeras de los sectores populares no solo tienen pocos recursos económicos sino también muy pocas posibilidades de ser escuchadas, acompañadas. Los lugares en donde se puede acudir son justamente los lugares que el feminismo ha conquistado, como la línea 144 o alguna fiscalía especializada. La justicia para las mujeres pobres llega tarde o no resuelve o genera más conflicto”, dice. 

La discusión no se obtura

“Hay una trampa de la época que es la psicopateada, un ejemplo la posición del gobierno con respecto a la violencia de género: primero descree de que exista y entonces desmantela todas las políticas públicas y cuando aparece la denuncia de Fabiola alardean de la Línea 144 que habían vaciado”, dice Mengolini. A esa trampa se suma la difusión del video de la periodista Tamara Pettinato con muy pocos minutos de diferencia de la salida de las fotos de Fabiola con el moretón. En esa avalancha mediática descarnada la pregunta sería ¿cómo se acude a la conversación y al debate de ideas como herramientas indispensables de los feminismos? ¿Cómo hacer para no obturar esa impronta de discusión vital que viene sosteniendo el movimiento?

“Como militante política me parece que esta situación nos fuerza a hacernos cargo de un diagnóstico obvio que las feministas venimos trayendo hace tiempo, es necesario revisar la idea misma de la representación política, los roles en la construcción y las prácticas que se adoptan. Si bregamos por una Patria Justa, Libre y Soberana debemos poder construir una praxis política que sea justa, libre y soberana”, opina Lucía Portos.

“La denuncia emerge en un contexto en el que otras cosas muy terribles también están pasando en nuestro país”, dice Freire evitando comparar unos hechos con otros pero en un intento de ponerle perspectiva al tema: “Los niveles de pobreza, de entrega de nuestra soberanía y especialmente la crueldad que logra desplegar este gobierno ante quienes menos tienen, es superior a lo que podíamos imaginar. Es brutal. Esta batalla de fondo convive con la disputa simbólica y práctica contra el individualismo, la indiferencia y, peor aún, la promoción del odio por parte de un espacio político que despide, recorta políticas públicas vitales, y que construye como enemigos internos a los derechos humanos, la diversidad, los feminismos, y las personas que se manifiestan. Un espacio político cuyos representantes visitan a represores en la cárcel. No tenemos que perder de vista las violencias profundas que tenemos que confrontar, y los intereses que sabemos que tenemos que defender, siempre”.