El periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, hizo un duro editorial sobre la brutal caída de consumo que vive el país y, en un ejercicio con los oyentes, pidió traducir en casos reales en qué escenas de la vida cotidiana se traducen estos datos de millones y millones de personas que ya no pueden acceder a lo que hasta hace poco tiempo accedían.
El editorial de Víctor Hugo Morales
Las voces de los periodistas retumban desde varios medios. Nadie puede evitar hablar de la caída del consumo. El consumo se ha venido a pique o se ha caído en pedazos, o está, como dice Página 12, en caída libre. Muchas formas de decir lo mismo.
Se gasta menos, pero no en zapatillas de lujo y perfumes, sino en alimentos: en frutas, verduras, carne, pan, leche. Consumo es una palabra que incluye las necesidades elementales de las personas. Un millón de familias no consumen nada por la noche; lo simplifican, sencillamente no comen, no gastan, no consumen.
En un país pensado para menos de la cuarta parte de los habitantes, vale plantearse cómo es la vida de 30 millones de personas, de ocho millones de hogares. ¿De qué se privan hoy? ¿Qué les hace falta? ¿Qué desean?
Póngale un nombre a la familia. No Alzaga Unzué. Llámela González, Ramírez o Gómez, que son los apellidos que llevan más personas en el país. Elija un nombre, por ejemplo Juan. Piénselo con cuatro hijos, con tres. Imagínelo con 399 mil pesos por mes, que es el sueldo promedio actual.
Ahora vea la distancia de Juan al trabajo, que es de dos micros, dos horas, para ir y volver al trabajo. Ahora eso le cuesta más caro. El subsidio que lo defendía era parte de su salario, pero ahora no.
Come un sándwich a mediodía. Más no puede. La madre en la casa, como hacía la mamá de Diego, a la noche, al volver a la casa, dice que no tiene hambre a la noche. Nunca tiene hambre, en serio, no tengo ganas de comer, coman ustedes.
Pero un millón ni siquiera son engañados por la mamá. No hay nada, no se habla, pasa. Mordisquean un pancito. Miran nada más venir la noche.
Al otro día Juan González, o Rodríguez o Gómez sale hacia la parada del micro. A las cuatro de la mañana. Lo espera el mismo día, el mismo drama, la misma estafa. Va y trabaja.
Al mismo tiempo, en el Council habla Milei y le dice héroes a los empresarios, y a uno de ellos lo designan el hombre del año. Y lo aplauden y lo misma. Después de que piensa esto, junte mucha energía para hacer un programa de radio sin decir malas palabras, porque afean la vida. Miéntase eso, y ponga una cortina.