José de San Martín es, sin duda, el ladrillo más firme de la argentinidad. En el país de las grietas múltiples, es unánime el respeto a su figura. Podemos encontrar referencias elogiosas en un espectro tan amplio que es sorprendente: desde el Che Guevara hasta Jorge Rafael Videla, pasando por todo el centro, y el propio Juan Domingo Perón que lo adoraba.

Nació en 1778 y se fue a España a los seis años. Volvió en 1812 cuando ya tenía treinta y cuatro años. En 1824 partió de nuevo rumbo a Francia dónde estuvo veintiséis años hasta su muerte en 1850. Es decir, que de su vida adulta estuvo apenas doce años en América, entre los cuales paso gran parte del tiempo en Chile y Perú. Podríamos decir que apenas estuvo un puñado de años en el actual territorio argentino. Tal vez por eso tanta unanimidad detrás de su figura.

Pero también es importante acotar que el San Martín guerrero no es el único rostro que tuvo. Hay un aspecto del libertador que se menciona menos, y que seguramente en estos tiempos podría generar más polémicas. El San Martín gobernante fue también muy impresionante.

En 1813 se creó la gobernación de Cuyo, San Martín inmediatamente pidió ser el gobernador pensando en su plan de cruzar la Cordillera de los Andes y dar batalla a los realistas en territorio chileno, en 1814 pudo concretarlo. Las medidas que tomó como gobernante son realmente extraordinarias, y a la luz de los debates que cruzan la actualidad argentina es muy interesante recordarlas.

Una de las primeras decisiones que tomó fue cobrar una “contribución extraordinaria de guerra”, la fijó como un impuesto a la riqueza a razón de medio peso por cada mil de bienes declarados. ¿Un zurdo empobrecedor? Así, la contribución recaía sobre los más ricos, lo que era toda una novedad en el sistema impositivo vigente desde la colonia cuyos principales rubros eran los que gravaban las operaciones comerciales y que se trasladaban a los precios, perjudicando particularmente a los más pobres. Tuvo poca paciencia con los caprichos de las clases más acomodadas, es muy famosa su queja: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar a sus hijos a la batalla, me dicen que enviaran tres sirvientes por cada hijo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo colonia. Sus hijos quedan en sus casas gordos y cómodos, un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos”.

Para sorpresa de muchos, no dejó que el mercado regule los preparativos para luchar por la independencia. Expropió a los españoles prófugos, declaró de propiedad pública los inmuebles de los españoles muertos sin testar. ¿Estado ladrón?

Gravó con un peso cada barril de vino y con dos los de agua ardiente que se vendieran fuera del territorio. ¿Aplicó retenciones? Estableció un laboratorio de salitre, una fábrica de pólvora y un taller de confección de paños para vestir a sus soldados. Todo eso con dineros públicos ¿Degenerado fiscal?

Creó canales, desagües, caminos, postas y mejoró los ya existentes. ¿El curro de la obra pública?

Construyó el bello paseo de la Alameda y embelleció la ciudad de Mendoza. Impulsó planes de fomento agrícola que incluyeron la venta de tierras públicas que hasta entonces no eran cultivadas en la actual provincia de Mendoza, y en Pocito, provincia de San Juan. En Barriales, además de propiciar la colonización de un pueblo, se construyó un canal de riego siguiendo la notable tradición de los habitantes originarios de la región, los huarpes. Nuestros actuales genios supremacistas de Mendoza les negaron a los pueblos originarios la condición de argentinos. El propio San Martín, en octubre de 1816, adquirió 50 cuadras en esa zona donde estableció una chacra.

Fundó, de la mano de Fray Luis Beltrán, la metalurgia a nivel nacional, indispensable para fabricar las armas del ejército. La fragua y los talleres montados en Cuyo fueron, en su tiempo, el mayor establecimiento industrial con que contó el actual territorio argentino: unos 700 operarios trabajaban en ellos. Y no era un emprendimiento empresario privado.

Organizó y reglamentó el servicio de correos y de policía; empleó a los desocupados en el blanqueo de las casas y en el cuidado de la ciudad. ¿Planes trabajar?

Dictó la primera ley protectora a nivel nacional de los derechos del peón rural, obligando a los patrones a certificar por escrito el pago en tiempo y forma de su salario. Prohibió los castigos corporales que se aplicaban a los niños en las escuelas. Promovió la primera ley de protección a un producto nacional, el vino cuyano. ¿Proteccionismo intervencionista?

Tras protagonizar una de las mayores hazañas militares de la historia del continente, al cruzar la Cordillera de los Andes en sólo 24 días y liberar Chile Junto al libertador chileno Bernardo O'Higgins, un 12 de febrero de 1818, San Martín partió con su Expedición Libertadora rumbo a su siguiente objetivo: liberar Perú. Desembarcó en Perú en 1820 y para 1821 las tropas del virreinato ya habían abandonado la capital rumbo a Cusco. Así, el 28 de julio de 1821, en Lima, él mismo proclamó la independencia de Perú ante miles de personas reunidas en la Plaza Mayor. Y allí mismo decretó la libertad de los esclavos: “Todos los hijos de esclavos que hayan nacido y nacieren en el territorio del Perú desde el 28 de julio del presente año en que se declaró la Independencia, comprendiéndose los departamentos que se hallen ocupados por las fuerzas enemigas y pertenecen a este Estado, serán libres y gozarán de los mismos derechos que el resto de los ciudadanos peruanos, con las modificaciones, que se expresarán en un reglamento separado”. Las partidas de bautismo de los nacidos serán un documento auténtico de la restitución de este derecho. Imprímase, publíquese y circúlese”.

A veces perdemos conciencia de que lo que se estaba enfrentando era a una de las máximas potencias militares del mundo, sin embargo, no se le ocurrió poner la excusa de que la relación de fuerzas no es favorable: “El enemigo solo es grande si se lo mira de rodillas”.

San Martín fue un gran modelo a la hora de pensar caminos para ser independientes, pero también es un muy buen ejemplo de que en aún en los momentos más extremos se pueden tomar medidas políticas profundamente democráticas y populares.