Referencia indiscutida de la literatura, dejó una obra vasta y fundamental: erudita y popular, filosófica y universal. A 125 años de su nacimiento, Jorge Luis Borges tiene la vigencia de un clásico. Por eso Caras y Caretas dedica su número de agosto –que estará en los kioscos mañana opcional con Página/12– a la figura del gran escritor.
En su editorial, Felipe Pigna señala que “la particularidad de los textos borgeanos está en su maestría para crear relatos impecables a partir de especulaciones filosóficas, teológicas e incluso científicas. La mayoría de los cuentos comienzan con la mención a la lectura previa, necesaria e inseparable de la escritura –como bien sabía Pierre Menard–. A partir de la cita verídica o apócrifa de aquello que se leyó o se escuchó es que el Borges narrador comienza a arriesgar intrigas implacables, simétricas y fatales. Son cuentos que muestran que ‘al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías’, representan la idea del tiempo como eterno retorno, un tiempo que disfruta al repetir la historia en la historia y que encuentra su exacerbación cuando la historia copia a la literatura”.
En tanto, Víctor Santa María destaca el vínculo dual entre Borges y la Argentina, que define como “una relación de amor y desamor”: “Hubo un Borges joven fervoroso antiperonista y con ideas conservadoras. Y un Borges amigo de Homero Manzi y de Raúl Scalabrini Ortiz, a quien le proponen incorporarse a Forja. Y así como así, de pronto y ya siendo una figura amparada en la notoriedad mundial más clara de la historia de la literatura argentina, un día hizo públicas sus críticas y fue uno de los primeros en firmar la solicitada de Madres de Plaza de Mayo, con las que se había reunido, y reclamó por sus familiares desaparecidos”.
Desde la nota de tapa, María Malusardi escribe: “Borges cultivó formalmente tres géneros: el poema, el cuento y el ensayo. Sin embargo, a lo largo de toda su obra encontraremos potentes versos donde no hay poema. La alucinante singularidad de Borges radica en que nos somete siempre a dos tipos de discursos supuestamente incompatibles (al menos desde la perspectiva platónica): el del logos (el pensamiento) y el poético, que implica dejarse llevar por un zumbido de ‘balas en la tarde última’." "¿Qué raíz tienen en nosotros pensamiento y poesía? No queremos de momento definirlas, sino hallar la necesidad, la extrema necesidad que vienen a colmar las dos formas de la palabra", se interpela la filósofa malagueña María Zambrano. Cuál de las dos es la más imprescindible, insiste. Y Borges viene a decirnos que ambas: ambas ensambladas. Borges desafía y las reúne”.
Juan Carrá aborda la obra narrativa de Borges, y hace foco en los cuentos de cuchilleros y venganza, con personajes en busca de una justicia que los desprecia. Vicente Muleiro escribe sobre su obra poética. Fernando Herrera da cuenta de las traducciones y ensayos del gran escritor. Y Martín Hadis desarrolla su faceta de profesor. Tomás Villegas distingue la amistad y la sociedad creativa que forjaron Borges y Adolfo Bioy Casares como “El arte de la conversación”, mientras que Boyanovsky Bazán se dedica a la relación del autor de El Aleph con la filosofía. Hernán Brienza reflexiona sobre su ideario, conservador y antiperonista; Marina Amabile traza un panorama afectivo del mundo privado del gran escritor; Gustavo Sarmiento desanda la intriga detrás de los herederos de Borges; y María Zacco cuenta las razones de su enorme reconocimiento mundial, y su contraste con el hecho de que nunca haya sido distinguido con un premio Nobel.
Damián Fresolone, en tanto, pone a debatir a diferentes personalidades del mundo de las letras acerca del legado de Borges, y Ricardo Ragendorfer cuenta los entretelones de la reunión entre el escritor y el dictador Videla, en almuerzo en la Casa Rosada en 1976. El número se completa con entrevistas con María Rosa Lojo (por Demián Verduga), Josefina Delgado (por Claudia Ainchil), Alejandro Vaccaro (por Oscar Muñoz), Daniel Balderston (por Adrián Melo) y Aníbal Jarkowski (por Daniel Cholakian). Otro número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.