Polvareda y Nácar de Almíbar, la última cacique y su hija, son desterradas de la tribu y deciden secuestrar al español Heliodoro. Castro y Acosta, dos gauchos que escapan de la pala, se cruzan en su huida con un mito viviente: Juan Moreira. Entre estos simples mortales emerge algo más grande y poderoso: la Vaca Lechiguana, criatura mitológica y oráculo. Polvareda en los ojo, pieza escrita por Damián Smajo y dirigida por Ana Lucía Rodríguez, narra las aventuras de esta troupe excéntrica en territorio pampeano.

Smajo se define de manera categórica: "Soy actor". En pandemia, sin embargo, empezó a coquetear con la dramaturgia. "Cuando era más joven escribía poemas y me creía Rimbaud –confiesa–. En ese momento me encontré en un departamento chiquito, solo, muy asustado y muy triste por todo lo que estaba pasando. Tenía un montón de proyectos que se habían caído y empecé a padecer ese cuerpo que no actuaba, entonces llevé el imaginario al papel". 

La literatura gauchesca es un género que le fascina desde siempre ("leo un cielito de Hidalgo y me conmuevo hasta las lágrimas", dice), quizás porque nació y se crió en un pequeño pueblo de Santa Fe: "Mi padre es medio gaucho, me crié entre vacas y chanchos. Ese es el imaginario que traigo".

Había leído Una excursión a los indios ranqueles varias veces, pero al volver a esas aventuras narradas por Mansilla pensó: "Acá hay algo". En Polvareda, además, orbitan las tragedias griegas y otros autores de la literatura nacional como Copi o Lamborghini. "Lo corrosivo de ellos me genera siempre un estímulo como actor", apunta Smajo, y entre sus referentes actorales menciona a Alejandro Urdapilleta, Pompeyo Audivert y Ricardo Bartís (con quien se formó). "Yo vengo de esos mundos más explosivos. Me interesa la teatralidad, lograr campo poético desde un lugar súper extremo, la intensidad, el arco expresivo de la actuación, jugar con los bordes. Una actriz que vino a ver una obra mía me dijo que le había gustado pero que siempre estaba al borde de caer en el abismo; creo que eso define mi búsqueda de lenguaje. Me parece que hay que tomar estos géneros para hablar de la argentinidad y explorar nuestros temas desde la teatralidad".

–En Polvareda aparece Moreira pero no es el protagonista. En el programa de mano citan una pregunta interesante de Ursula Le Guin: ¿qué sucedería si el héroe no fuera el personaje más importante del relato?

–Sí, es algo muy loco porque a veces se plantea la obra como un homenaje a Juan Moreira pero en realidad yo lo usé como una excusa para contar una historia de amor que nada que ver. No me someto al mito ni en pedo. Si vienen a buscar la historia de Juan Moreira, acá no está. Es mi propio mito. Yo tengo una creencia fuerte de que Moreira vivió esto que cuento acá y no lo otro. En la obra él aparece de costado, este es un universo gauchesco moderno y empastado.

–Hay una reapropiación bastante irreverente del mito. Sin embargo, lo que se narra no parece improbable, ¿no?

–Sí, Gonzalo Demaría vino al estreno y hablábamos de eso. En el Martín Fierro aparecen gauchos homosexuales. Esto es algo de lo que no se habla pero está ahí y probablemente fue así. El juego de la actuación permite reapropiarse del mito. Es muy estimulante entrar a esos mundos que en principio parecerían un poco vetustos, de otra época, repensar la teatralidad desde nuestro grotesco y nuestra gauchesca. Yo como actor, y ahora como "dramaturgo" entre mil comillas, estoy medio enojado con algo de lo lavado de la época. Nosotros venimos del grotesco, de las máscaras, de la farsa.

El autor defiende su identidad de origen y asegura: "Somos independientes y esta obra se iba a hacer de manera independiente". Elaboraron el proyecto con una amiga, armaron el equipo y luego surgió la convocatoria del TNC. "Cuando quedamos seleccionados nos dimos cuenta del valor que tiene la decisión del Cervantes de tomar esta obra hecha por un grupo independiente sin nombres importantes, aunque hace más de 25 años que hacemos teatro. Fueron al frente con nosotros y fue así a lo largo de todo el proceso". El grupo no desembarcó con las manos vacías. El lenguaje estaba encaminado y algunos miembros del equipo como Fernando Tur (diseño sonoro y composición musical), Rodrigo González Garillo (escenografía), Leandra Rodríguez (iluminación) y Jazmín Titiunik (movimiento) ya venían trabajando en la puesta.

"El TNC permitió hacer la obra tal como estaba escrita –celebra–, aunque a veces puede ser un arma de doble filo. Cuando uno llega a estos lugares se empieza a burocratizar todo y en el independiente estamos acostumbrados a resolver. Creo que ahí hubiéramos generado un impacto con otros recursos, pero acá hay algo monumental". En Polvareda hay romance, magia, gauchesca y gore. La apuesta es ambiciosa porque intenta generar un impacto en el espectador a través de imágenes potentes. Sin spoilear demasiado, a Heliodoro le ocurre algo terrible que está muy bien ejecutado y se ve pocas veces. "En la función de ayer, cuando giró el carro las personas se taparon los ojos. Hay un límite fino entre la parodia y la ingenuidad. En un principio el personaje se quitaba los ojos, pero nos dijeron que era demasiado y lo agradezco", reconoce el actor.

–Polvareda es encarnada por Fabián Bril, Moreira coquetea con los gauchos y en la obra circula una energía fluida que puede ser femenina y masculina a la vez, ¿no?

–Sí. En Como pata de chancho Sacrosanto, mi obra anterior y la que estoy por estrenar, hay algo de eso. Para mí la madre es trans y tuvo una hija. Si me preguntás cómo, te diría que a través de la magia. A veces escucho discursos muy homofóbicos y es algo complejo. Yo vengo de un pueblo súper chiquito, mi viejo es camionero, mi vieja es verdulera y siempre tuve una gran libertad en relación a eso. Me sale genuinamente, no es algo impuesto ni un efecto esto de que Moreira se transe a otro gaucho, yo creo que se puede enamorar de quien sea. En mis obras aparece lo queer porque es algo que me interesa: yo recontra haría el personaje de Nácar y Moreira bien podría ser interpretado por una mujer.

En un contexto que propicia el conservadurismo, Smajo agradece la libertad a la hora de trabajar. "Nunca nos dijeron nada. En los primeros ensayos teníamos bastante miedo porque en la obra se dicen cosas fuertes, pero se morían de risa y nos re bancaron, tanto la gestión anterior que eligió la obra como la actual que la produjo. Ahora hay bastante quilombo con eso, se dice que van a ver cosas y censuran. Es una desgracia”. En relación a los actos de censura en espacios culturales denunciados recientemente, opina: “Yo no me voy a censurar y, toco madera, si sucede haré la obra en el patio de mi casa. Nadie me va a cortar el chorro. Es tristísimo todo lo que está pasando y el vapuleo que sufre la cultura: no hay un mango y es muy difícil seguir haciendo en este contexto, pero es una alegría que un teatro como el Cervantes siga produciendo".

*Polvareda en los ojo va de jueves a domingo a las 21 en la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Entradas por Alternativa Teatral.