"Un miedo tremendo": eso sentía Valeria Lois -actriz de teatro, cine y televisión- ante la posibilidad de dirigir una obra por primera vez. Suena como mínimo extraño escucharle decir eso a alguien que despierta tanta admiración en su manejo de la escena. "Pasa como con los amigos, les damos como un poder, y ellos a nosotros. Siempre les decimos 'lo vas a hacer bien', con todas las cosas de su vida", compara. El miedo a dirigir convivía, no obstante, con el deseo de hacerlo, y hace poco el momento llegó. Junto a Juanse Rausch, la actriz de Esperando la carroza y La vida extraordinaria dirige Viento blanco, un texto de Santiago Loza, con un único intérprete, el hipnótico Mariano Saborido.

En toda su carrera como actriz Lois hizo muchísimas y muy variadas cosas. Entre las más especiales y contundentes se encuentra su primer unipersonal, La mujer puerca, otro texto de Loza, que estrenó en 2012 con dirección de Lisandro Rodríguez y se convirtió en un suceso del teatro independiente. Aquella historia sobre una mujer de "naturaleza puerca" con un deseo de beatitud tiene mucho en común con Viento blanco. Personajes solos, que atraviesan una especie de orfandad, aparentemente comunes pero a su vez extraordinarios, aferrados a la fe y al amor: tópicos habituales en la literatura y la dramaturgia de Loza. Este espectáculo que puede verse los domingos a las 20.30 y los lunes a las 20 en Dumont 4040 (Santos Dumont 4040) implica también un regreso del autor a la cartelera: desde 2017 no estrenaba un texto suyo. Lo último fue El mar de noche, con actuación de Luis Machín.

Viento blanco nos presenta a Marito, un joven que mantiene con su madre un hostal en un pueblo del sur cada vez menos visitado por distintas razones. Hay dos vínculos muy intensos que la obra explora: Marito y la madre; y Marito y un amigo que es también un amor. La historia está atravesada por un regreso y una despedida, así como también por el deseo de huída del protagonista. "Es un texto para una voz, desde hace varios años escribo ese tipo de materiales, indagando un personaje, llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Me interesan personajes que tienen una apariencia opaca, nada extraordinario para contar, ciertas represiones y miedo, rutinas cercanas al aburrimiento", ha escrito Loza. "Algo o alguien los impulsa a vivir lo que apenas se animaban a desear. En Viento blanco hay dos movimientos, el de la Madre y el del forastero. El personaje de Mario debe soltar la memoria de la madre para ir al encuentro de ese hombre que llega." 

En una merienda que organizó en su casa de Villa Ortúzar, cuenta Lois a Página/12 que Saborido asistió a un taller de dramaturgia de Loza y que, en uno de los encuentros, acordaron que el dramaturgo escribiría un texto para él. "Un poco trayendo la historia de Mariano, que es del sur, de Puerto Deseado. Con anécdotas e imágenes que él tenía de su vida y de su pueblo Santiago empezó a escribir", completa. Cuando la obra estuvo lista ambos pensaron en ella para que la dirigiera. "Y un poco al unísono, con Mariano pensamos en Juanse para sumarse a la dirección", agrega la actriz. Con Rausch habían coincidido en Con ustedes, de Gustavo Tarrío (2021). Además, ella quedó fascinada con Paquito, la cabeza contra el suelo, espectáculo que dirige Rausch, basado en las memorias de Paco Jaumandreu. Ahora dice que sin su compañero posiblemente no se hubiera animado a dirigir.

El equipo de Viento blanco lo completan Rodrigo González Garillo (escenografía), Pablo Ramírez (vestuario), Matías Sendón (luces), Teo López Puccio (música), Carolina Castro (producción), Mercedes Aranda (asistencia de dirección), Florentina Messina (asistencia de producción). La producción general es de la Compañía Teatro Futuro y Saborido.

"Viento blanco" se puede ver domingos y lunes en Dumont 4040.

-Lois, ¿por qué creés que Loza y Saborido pensaron en vos para dirigir la obra?
Valeria Lois:

-Mariano había tomado una o dos clases conmigo en algún momento y después se tuvo que ir por trabajo. Creo que ahí quedó encendida una llama y supongo que la experiencia de "La puerca" acercó... me vieron como alguien posible de tratar e introducirse al mundo Loza, de personajes tan particulares. Me da la sensación de que Marito y "La puerca" comparten un mundo, una manera de pensar, pensarse y estar en este mundo. Creo que les pareció que podía ser. No le había hablado nunca a Santi de dirigir...

-Al principio sentiste miedo, ¿y ahora?
V.L.:- Empiezo a ver algo del mecanismo del actor. No lo digo como algo malo, pero muchas veces desde afuera te preguntás si está entendiendo lo que tiene que pasar o está pudiendo hacer algo determinado. Y después cuando aparece el público lo hace. El actor se convierte un poco en superhéroe cuando está la gente. Hace todo lo que uno le pidió, le indicó, y más... hay un poder extra a la hora de actuar que empiezo a verlo de afuera, que reconozco en mí también, y me parece fascinante. La dirección me acerca más a la actuación, a algo de lo que tienen los actores para hacer.

-¿Qué era lo que te producía miedo de esta experiencia?
V.L.:- No saber cómo comunicar, transferir, explicar, conducir. Miedo a las ideas... de hecho si tuviera que decir algo del proceso es que hubo mucha inseguridad. Muy de antemano descartamos situaciones que podían ser re válidas para probar como caminos. Las retomamos más adelante, y vimos que eso que habíamos pensado a priori estaba buenísimo. Tenía miedo a mi propio enrosque, ir para allá, después para allá... La dirección es un proceso en que uno madura muy rápido, porque sos el grande. El adulto de la situación (risas). Tenés que poner paños fríos, favorecer todo el tiempo la tranquilidad.

-¿Ocupar un lugar más racional?
V.L.:- Sí, de racionalidad, tranquilidad. Uno madura mucho más rápido que como actor. A esas cosas a las que les tenía miedo hubo que enfrentarlas y ahora estoy re copada y contenta, y con la sensación de que el proceso no termina. Hubo un tiempo de primeros ensayos; un tiempo de ensayos cuello de botella en los que estás llegando al estreno, que vivimos con muchos nervios y ansiedad, mucho insomnio. Ahora los recuerdo y me parece que estuvieron buenísimos. Esta parte, la de las funciones, y trabajar sobre las funciones y seguir produciendo modificaciones me encanta.

-Juanse, ¿cómo fue dirigir junto a Lois? No es algo tan común...
Juanse Rausch:- No fue tan terrorífico en realidad. Afrontar una obra nueva siempre es un abismo tremendo. Hacer el pasaje de un texto precioso de Santi, de las ideas que traían con Marian, darle cuerpo a eso, fue un abismo. Un proceso precioso y fue muy lindo hacerlo con Vale.
V.L.:- Los dos teníamos el poder. Fue juntos.
J.R.:- Me invitaron Marian y Vale a la vez. Hay una disputa de quién me invitó primero. Lo reconozco como un gesto de gran generosidad. Vale con su recorrido en actuación, su conocimiento en la materia, me dio un lugar en esa dirección que fue... lo hicimos a la par, de una manera acompañada y complementaria hacia lugares que nos ampliaron a ambos.
V.L.:- A mí me fascinó Paquito. Me parece un trabajo muy particular, una comedia musical medio café concert, sobre ese libro, ese personaje, y me dieron muchas ganas de tener este socio. Aparte, no puedo evitar decir esto en este momento: es una persona más joven, con otra mirada. Todo el camino andado está buenisimo pero el alimento ahora es con los que vinieron después, con los que están viniendo. Mi mayor miedo es quedarme en un registro, que puede ser hermoso y disfrutable incluso para la gente, pero sigue siendo un registro. Cuando Juanse habla de complementar, esto significa que él fue un gran puestista de Viento blanco. Quizá yo estaba más obsesionada con la actuación, el decir, con cómo Marian iba a desmenuzar ese texto para volverlo propio, que es la potencia que tenía "La puerca" y que me parecía que había que transmitir para Viento blanco.

-Desde el estreno de La mujer puerca a la actualidad pasaron muchos años. ¿Por qué creen que estos unipersonales de Loza siguen teniendo tanta potencia?
V.L.:-
A Santi le va a dar vergüenza esto que voy a decir: hay algo medio almodovariano en el sentido de que uno pone una de Almodóvar y sabe que va a ver las mismas cuatro o cinco cosas que vio en las películas anteriores, pero siempre hay algo más. Hay algo que se repite y algo que es distinto; y lo nuevo o lo distinto es fascinante y lo que se repite también. Uno quiere volver a ver eso. Es el alimento más esencial, de lo que más gustás. En el caso de los personajes de Santi, creo que hay algo corrido... uno podría empezar a hacer el trabajo de decir "ellos son los normales y nosotros, los psicoanalizados, los progres, los que consumimos todo lo que hay que consumir, los que leemos todo lo que hay que leer somos los que estamos mal". Ellos ahí, tan a flor de piel, diciendo todo lo que piensan y buscando imágenes de ahí nomás de sus mundos, sus vidas, son los que están bien. Hay algo fascinante en eso, en las referencias, los miedos de Marito, en la forma de contar lo que le pasó en la vida que son exactamente las mismas cosas que uno podría decir de "La puerca". Eso viene en las palabras de Santi, más allá de lo que uno haga con eso.
J.R.:- Sería como un artista plástico que está toda su vida con una forma. Ese vínculo de un joven homosexual de pueblo con su madre toca un archivo de tristezas queer, una fibra universal que va más allá de Marito y de ese pueblo. Esa forma de transitar la soledad en ese pueblo replica y rebota con otras cosas.
V.L.:- El proceso de Marito a todos nos afecta en algún sentido, más allá de la actualidad, de que salir del closet puede ser más o menos fácil en determinado circuito. Le damos a Marito el lugar del héroe. Ese muchacho, medio monstruito y nerd, también es el que logra pasar por todas esas situaciones y terminar como termina. Es un nerd imperfecto pero es nuestro héroe, sale de la cueva, lo logra. En el medio escucha todo lo que dice esa madre; a través de ella lo entendemos a él.

-Lois, ¿qué diferencias y similitudes encontrás con La mujer puerca?
V.L.:-
Entre las más groseras, un texto que le da la oportunidad a un intérprete de pasar por los estadíos que quiera, o que los directores decidan. Con Lisandro, después de haber estado haciendo miles de intentos en el espacio para darle lugar a "La puerca" para existir, en un momento decidimos quedarnos en un lugar, que quedara sentada, inmóvil, contando, haciendo mínimas acciones. Acá nos pareció que Marito tenía que vivir, circular, que había algo más plástico en las cosas que pasaban, las telas... cosas que no queremos spoilear. Le dimos un mundo alrededor, con una pileta, agua, para verlo más en funcionamiento. Eso es distinto. Después, hay algo del mundo, del rumiar, pensar las cosas solo, sacar sus propias conclusiones, etcétera, que encuentro muy parecido. Pero creo que Marito tiene más luz. Hay algo más esperanzador en él. "La Puerca" está más para adentro.

-Es notable lo que hace Mariano, ¿cómo fue el trabajo con él?
J.R.:- Estuvo buenísimo. Era la primera vez que yo dirigía un unipersonal. Había dos miradas sobre un cuerpo, un desbalance que estaba bueno. Mariano es un actor maravilloso, le tirás cualquier cosa y la actúa, por decirlo mal y pronto. Tiene cantidad de recursos expresivos y una posibilidad de juego muy amplia. Nos encontramos todos en algo nuevo. El haciendo un unipersonal por primera vez, encontrándose con un texto con una densidad poética amplia, con mucha posibilidad de juego pero también muchas dificultades para aprovecharlo, sacarle el jugo... siempre el trabajo de dirección actoral es de creación de un lenguaje común. Somos tan pocos, que eso creó una intimidad y un nivel de comunicación muy amplio. Cada vez nos entendimos con menor necesidad de explicar las cosas. 

-Lois, ¿vas a seguir dirigiendo?
V.L.:- Supongo que sí. Pero con todo lo que hay que trabajar con esta obra, siento que estoy hecha por una buena cantidad de tiempo. No necesito ponerme a dirigir mañana de nuevo. Hay algo de la locura, el ritmo; las cosas vienen una detrás de la otra. Nosotros tuvimos una agenda complicada para trabajar. Pensamos que podíamos hacerlo el año pasado, pero de repente aparecen trabajos y se hace difícil. En un momento los tres nos comprometimos a que, una vez que terminaran los ensayos de Esperando la carroza, íbamos a hacer dos meses intensivos de ensayos. Así fue, nadie metió nada. Ahora tengo muchas ganas de disfrutar de esto.
J.R.:- Algo que está bueno para pensar es que personas que tienen tanto trabajo, como Vale y Marian, en teatro comercial y audiovisual, pueden concretar una obra de teatro independiente. Es un gesto de amor, de querer probar cosas, querer estar juntos. Hay algo que sobrepasa esa imposibilidad de agendas, rodajes y otras cuestiones. Hacer hoy una obra de teatro independiente es presentar esas ganas de probar algo, estar reunidas, juntas, actuar, dirigir. Es muy valioso.
V.L.:- El teatro independiente es un lugar esencial para mí. Es el alimento al corazón y a lo que uno eligió hacer. El trabajo en muchas ocasiones se parece a eso. Me divierto muchísimo haciendo Esperando la carroza, tengo compañeros extraordinarios, la paso bien arriba del escenario. Pero estos lugares son el aire para respirar.

Una agenda muy nutrida

La vida extraordinaria, la obra que Lois hace con su amiga Lorena Vega, estrenada hace seis años, continúa en cartel. Con dramaturgia y dirección de Mariano Tenconi Blanco, recorre la vida de dos amigas, atravesada por amores, desamores, aventuras, duelos y una pasión que las salva: la literatura. Está los miércoles a las 20 en el Picadero (Pasaje Santos Discepolo 1857). La actriz integra, además, el elenco de Esperando la carroza, con dirección de Ciro Zorzoli, en el Broadway (Corrientes 1155) de jueves a domingo. "Está dentro del teatro comercial pero tengo la sensación de que es teatro popular. La versión le hace mucho honor a las referencias que la gente tiene de la película, pero sube la apuesta", dice. Otro proyecto en el que trabaja es la segunda temporada de la serie División Palermo, creada por Santiago Korovsky.
En cuanto a Rausch, además de que tiene en cartel Paquito (la cabeza contra el suelo) en el Galpón de Guevara (Guevara 326), los lunes a las 20.30, prepara un estreno para octubre en NüN. "Una obra de teatro musical basada en archivos de psiquiatría de principios del siglo XX que describían la vida de maricas y travestis", anticipa sobre Saraos Uranistas, con música de Gabo Illanes y elenco integrado por Lucía Aduriz Bravo, Tomás Wicz, Maiamar Abrodos, Manuel di Francesco y Emiliano Figueredo. Se vienen, aparte, dos funciones de la obra que escribió y dirige junto a Carolina Saade, Rara avis: cantata para pájaros (domingo 25 a las 19 y sábado 31 a las 17), en Arthaus (Mitre 434).