Javier Milei volvió a correr de la escena a Victoria Villarruel, pero esta vez en el ámbito que más le duele: en el de las Fuerzas Armadas. La Casa Rosada no invitó a la vicepresidenta a la entrega de sables a los oficiales superiores y ella hizo trascender su malestar minutos antes de que empezara la ceremonia. El Presidente –que no se mueve como pez en el agua en los temas castrenses– recitó el libreto que la familia militar reclama: que hubo una campaña de desprestigio contra los uniformados, que es hora de dar vuelta la página y que él quiere reconciliar a la política con las Fuerzas Armadas. Todo dicho en el contexto en el que pretende que los militares se involucren en tareas de seguridad interior.

No hubo cena de camaradería sino un austero brindis, a tono con la prédica de “no hay plata” de la administración Milei. Lo que no faltó fue la polémica entre el Presidente y su vice. Villarruel dejó rodar las versiones de que volverían a verse las caras después del frío encuentro en La Rural para hacerlas añico un rato antes de que comenzara la ceremonia que organizó el ministro de Defensa, Luis Petri.

Desde el entorno de la vice dijeron que a ella le hubiese gustado estar pero que no va adonde no la invitan. La apuntada directa fue Karina Milei, secretaria general de la Presidencia y la verdadera némesis de Villarruel. La presidenta del Senado no obvió recordar que ella sí es parte de la familia militar: su padre era teniente coronel y su abuelo materno, contraalmirante. Desde la Cámara Alta, informaron que ella tendrá su momento con las Fuerzas Armadas en Mendoza, donde participará de los actos para conmemorar el fallecimiento de José de San Martín.

Karina Milei parecía ajena a la polémica que se había desatado minutos antes. Sentada en primera fila celebró el discurso de su hermano que habló de la crisis económica y la reconversión de las Fuerzas Armadas.

“Los gobiernos anteriores, que se jactaban de ser los máximos defensores de la soberanía nacional, al mismo tiempo ocultaban o menospreciaban, ya sea por revanchismo o ignorancia, el rol de aquellos que literalmente dan su vida por la Patria”, arrancó Milei desde el atril. “Nosotros vinimos a dar vuelta esta triste página de nuestra historia, para enfocarnos en escribir una nueva donde nuestras fuerzas tengan el respeto y el reconocimiento que se merecen”, continuó.

Según Milei, los políticos “durante décadas” montaron una “incesante campaña de desprestigio” sobre las Fuerzas Armadas. El Presidente, de esa forma, transitó una narrativa que busca negar los crímenes –cometidos por los militares que tenían el control del territorio– que están acreditados social y judicialmente. En esa línea, tocó la música que a los sectores castrenses les interesa escuchar desde las postrimerías de la dictadura. “Vamos a hacer el mayor esfuerzo posible para reconciliar a la política con las Fuerzas Armadas y honrar el sacrificio que hacen por la Patria”, dijo el Presidente.

La reivindicación de los militares del gobierno no es nueva, pero se da en el contexto de la visita de seis diputados oficialistas a los represores que están presos en el penal de Ezeiza. Petri ya había mandado a dos de sus hombres a la Unidad 34 de Campo de Mayo para darles apoyo a los que están presos en la guarnición militar. La Libertad Avanza (LLA) no reivindicó a los legisladores que hicieron la excursión el 11 de julio pasado, pero tampoco repudió el cónclave ni lo desautorizó. 

Sin embargo, la visita a Alfredo Astiz y compañía trajo aparejado un nuevo chispazo entre los hermanos Milei y Villarruel. Quien reveló esa tirantez fue la diputada Lilia Lemoine el fin de semana pasado. Ella le atribuyó a la vice la visita y dijo que esos legisladores responden a ella. “¿Por qué carajo no saltó?” se preguntó en un programa de radio, dando a entender que Villarruel busca que la Casa Rosada pague el costo político por una acción que es parte de su plataforma pro-impunidad.

Villarruel juega al oficio mudo. Ya dijo en el pasado que no está de acuerdo con involucrar a los militares en tareas de seguridad interior. Su opinión no parece haber sido tenida en cuenta: hace dos semanas Milei mandó un proyecto para reformar la Ley de Seguridad Interior en el que trabajó Petri. La principal objeción que la vice hace es que entiende que, tarde o temprano, los efectivos de las Fuerzas Armadas tendrán que responder ante los tribunales por lo que hagan con los civiles.

Milei se embanderó en la postura que alimentan Petri y Patricia Bullrich. En la ceremonia habló de un mundo que se vuelve cada vez más conflictivo y que necesita Fuerzas Armadas fortalecidas. “Hasta ahora las Fuerzas Armadas han sido encomendadas con la tarea de proteger pura y exclusivamente de potenciales amenazas externas. Pero en este mundo interconectado, donde los conflictos entre ejércitos regulares se vuelven menos frecuentes y donde ciertos estados tejen vínculos con organizaciones narco, terroristas y del crimen organizado local, donde las organizaciones criminales a veces cuentan con más recursos, tecnología y armamento que la fuerza de seguridad, es imperativo que repensemos estos viejos paradigmas”, dijo el jefe de Estado.

“La Argentina no puede ser ajena a esta nueva realidad. Es tiempo de modernizarnos y adaptarnos a estas nuevas amenazas, por eso estamos modificando la Ley de Seguridad Interior para que las Fuerzas Armadas puedan dar apoyo a las fuerzas de seguridad en situaciones excepcionales, sin que se requiera acudir a la opción extrema, que es la declaración del estado de sitio”, afirmó.

El gobierno venía desde hace meses anunciando la reforma a leyes que hacen parte del consenso democrático. En marzo, la declaración oficial había estado asociada a la situación de Rosario e incluso se había hablado de “narcoterrorismo”. Esa explicación ya quedó en el olvido: en la iniciativa que se giró al Congreso se dice que es una vía para luchar contra el terrorismo que golpeó en dos oportunidades a la Argentina con los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA.