“Gracias por bancar nuestro delirio”, disparó Paco Amoroso poco antes de que acabara el show. Mejor definición imposible. Y es que el rapero, junto a CA7RIEL, su hermano de armas, protagonizó en la noche del viernes un debut en el Movistar Arena a medio camino entre lo estrictamente musical y lo acrobático. Esto último no es ninguna metáfora: el tándem apeló por una performance aérea, afín a la del Circo du Soleil o a la suspensión corporal (sin ganchos enterrados en la piel y sin dolor), para estrenar en vivo su primer álbum: Baño María.
El camino hasta este desembarco en Villa Crespo tiene dos senderos: el más largo, en esta dinámica con las multitudes, comenzó en 2019 con su estreno en Obras Sanitarias. Pocos artistas supieron subirse al escenario de uno de los templos de la música popular contemporánea argentina tan meteóricamente. Desde su primer show en Niceto Club hasta poner a prueba su poder de convocatoria había pasado apenas un año. Y redoblaron la apuesta, una vez que la pandemia lo permitió, en el mismo lugar aunque al aire libre, justo una semana luego de que la Argentina se coronara en tricampeona del mundo.
El otro vértice salió a relucir en el pasado Lollapalooza Argentina. Mientras el resto de la grilla se dedicaba a cantar y tocar, con sus diferentes bemoles estéticos, CA7RIEL y Paco Amoroso ofrecieron una suerte de happening para la escucha (a la que denominaron “Listening Party”) de Baño María. Tras sumergirse en el jacuzzi situado en el centro del escenario, con la DJ Anita B Queen (bastión del cuarteto que los acompaña en sus recitales) de un lado y una barra de tragos en el otro extremo, por el Alternative Stage desfilaron un cura, un hombre abeja y otra cantidad de figuras de su universo lisérgico.
Esa psicodelia quedó inmortalizada en el “short film” que respaldó la salida de su primer disco de larga duración (se encuentra subido a YouTube), donde la fiesta, la calle, la transgresión, la extravagancia y la mutación se tornan en pilares de su relato. Desde antes de que se hablara de la “nueva normalidad”, ellos se alzaron como la alternativa a la realidad. Entrar en su dimensión es un camino de ida, en el que la joda tiene un precio: el vértigo. Y la verdad es que, en este mundo tan polarizado, vale la pena pagarlo. Por eso no fue fortuito que, tras el anuncio de este Movistar Arena, las entradas se agotaran al toque.
Su música es coherente con su narrativa ambivalente. En tanto los osados la definen como “cyberpunk”, otros la llaman trap y los más mesurados se conforman con decirle “música urbana”. Sin embargo, la canción no es más que un apéndice de su locura, que en Baño María pone el foco en las diferentes variantes de la cadencia. Lo que confirma el alucinógeno baile funk “Lo que se puede, se puede”, con la que abrieron el repertorio, a la que le secundó el drum and bass “Baby gangsta”. La terna de temas que dio inicio del show, de casi dos horas de duración, la cerró el axé galáctico “Dumbai”.
A diferencia de lo que suele suceder en ese estadio, el escenario estuvo situado esta vez en el medio del campo. Era de forma circular, y en la antesala estaba cubierto por un velo blanco que conectaba la circunferencia del piso, donde se plantaron los músicos, con una suerte de anillo que pendía en el aire, al ras de la primera bandeja. Una vez que CA7RIEL y Paco Amoroso irrumpieron por el lugar, se colocaron los arneses, el manto cayó y comenzaron a cantar suspendidos en el aire. Luego se posaron sobre esa aureola similar a una nube, y alternaron los roles interpretativos. Hasta que apareció Lali.
La icono del pop también se puso los arneses para cantar el techno “Supersónico”. Aunque CA7RIEL es uno de los mejores violeros de la progenie milénica, sólo se colgó el instrumento para hacer el bossa breakbeat “Mi deseo” y el jazz fusión “Viuda negra”. Si “Polvo” reveló la vena rockera del binomio, “Cosas ricas” corroboró su don para el desconcierto al metamorfosear el R&B en reggae. A esas alturas, el show atravesaba la tercera de cinco fases. Divididas por matices sonoros, memes desarrollados en las pantallas, outfits y hasta con un conato de lucha libre (con aceite en el cuerpo).
Los dos últimos segmentos del recital tuvieron al dúo más cerca del suelo, así como de los singles (previos al álbum) que los convirtieron en uno de los proyectos musicales argentinos más rupturistas de los 2000. Eso pueden testimoniar el pop working progress “McFly”, el rap “Jala jala” y el R&B “Ouke”. Aunque el house “Cono hielo” invitó al baile e invocó no sólo a los papelitos, sino también a Wanda Nara para que en el cierre los acompañara con una versión dance y más Gatúbela de “Bad Bitch”. Toda una alegoría de que con CA7RIEL y Paco Amoroso cualquier cosa puede suceder.