Más de la cuarta parte de los trabajadores de Rosario pertenece a la economía popular. Se trata de sectores que se encuentran por fuera de las formas clásicas de trabajo, que auto organizan sus capacidades, energías físicas y medios de producción para obtener ingresos que les permitan su subsistencia y la de sus familias. Son alrededor de 120.000 rosarinos, lo que representa el 26,2% de la población ocupada de la ciudad. En su mayoría son mujeres, de 35 años o más, trabajan en casas particulares y desarrollan oficios no profesionales.
Los datos surgen del informe “Aproximaciones y caracterización del trabajo en la economía popular en Rosario” elaborado por la Usina de Datos de Universidad Nacional de Rosario (UNR) junto al Observatorio de Políticas Públicas de la Economía Popular, Social y Solidaria y el Centro de Estudios Política y Trabajo en la Economía Popular, Social y Solidaria en base a la última Encuesta de Hogares Rosario.
“El trabajo asalariado, formal, tal como lo conocíamos en el siglo XX, el que anhelábamos y con el que nos identificábamos, está en crisis y hace varias décadas que las estadísticas muestran que esto es así”, afirmó a Rosario/12 la doctora en Ciencias Sociales y docente de la UNR, María Victoria Deux Marzi. Explica que hay un tercio de la población económicamente activa que trabaja en el marco de la economía formal, un tercio lo hace en condiciones asalariadas informales, no registradas y un tercio en el marco de la economía popular. En este sentido considera que esta economía no se puede negar o invisibilizar.
Dentro de la economía popular, las ocupaciones predominantes son la de trabajadores por cuenta propia no profesionales (66,7%) y trabajador de casas particulares (27,8%). El porcentaje restante (inferior al 5,5%) se distribuye entre aquellos cuyos ingresos provienen de planes de empleo y quienes trabajan asistiendo a un familiar sin remuneración.
El grupo más numeroso se dedica a prestar servicios en los hogares de sus clientes/empleadores (29,5%). Esta categoría agrupa a los trabajadores de casas particulares y a quienes desarrollan oficios y prestan servicios de jardinería, plomería, electricidad, entre otros. Le siguen quienes se dedican al comercio al por mayor y menor, la reparación de vehículos y motocicletas (25,3%). En menor medida, desarrollan actividades agrupadas en la categoría “Otros servicios comunitarios, sociales y personales” (12,2%). Allí se incluyen los relacionados con la estética (uñas, peluquería, barbería, etc.) y los recicladores urbanos. Finalmente, en la construcción se ocupa el 7,8% de esta población.
Estas actividades se realizan en diferentes lugares, siendo los más frecuentes la calle y espacios públicos, ya sea de manera ambulante o en un puesto móvil, la vivienda del patrón, socio o cliente o un local o taller. Cabe señalar las diferencias con los lugares de trabajo para el total de la población ocupada, donde priman las actividades en un local, oficina, establecimiento, negocio o taller y el trabajo ambulante representa sólo el 3,9% sobre el total de ocupaciones.
Sobre el nivel de instrucción alcanzado, el 45% de los trabajadores de la economía popular cuentan con primario completo y/o secundario incompleto y el 41,8% completó el nivel secundario y/o inició una formación superior sin finalizar. Asimismo, una minoría cuenta con una formación superior completa. Esta situación representa una diferencia con respecto al resto de la población ocupada de la ciudad, donde se observa una mayor proporción de personas con el nivel superior completo. Es decir que el nivel educativo alcanzado por las personas que trabajan en la economía popular es menor que el del total de ocupados y más de la mitad no completó el nivel de instrucción obligatorio.
Un dato a destacar es que este sector está feminizado: del total de ocupados en la ciudad, las mujeres llegan al 46,2% y en el caso de la economía popular alcanzan el 59,9%. En relación a la extensión de la jornada laboral, el 55% trabajan menos de 35 horas semanales, el 25,4% entre 35 y 45 horas y el 19,6% más de 45 horas. Aquí se observa que dentro del primer grupo, que trabaja a tiempo parcial, la participación femenina es predominante. Por el contrario, en el total de ocupados de Rosario las mujeres tienen jornadas más extensas alcanzando la sobreocupación el 56,4% de ellas.
“Podríamos conjeturar que los trabajos en la economía popular se eligen principalmente porque permiten compatibilizar con las labores de cuidado, es decir las mujeres pueden cortar para ir a buscar a los chicos a la escuela o trabajar en casa para atender a los enfermos o ancianos que habitan en el hogar”, analiza la Licenciada en Economía y subraya que “se observa una sobrecarga femenina en las tareas de cuidado y trabajo no remunerado, pero en el caso de la economía popular esa desigualdad es mayor”.
Las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas recaen principalmente en las mujeres, quienes dedican 6:15 horas diarias, mientras que los varones lo hacen 2:52 horas diarias. Esta brecha en el tiempo es mayor que en la población ocupada total donde la diferencia es 5:48horas y 3:08 horas, respectivamente pero muestra la misma tendencia.
Por otra parte, la mitad de los trabajadores de la economía popular cuentan con cobertura de salud a partir de su trabajo, mientras que para el total de ocupados de Rosario esta proporción asciende al 70%. Se trata entonces de una población con una mayor necesidad de cobertura pública de salud. Otro dato es que el 48,8% de las personas ocupadas en la economía popular tiene a su cargo la jefatura de su hogar. Las estructuras familiares predominantes se concentran en las parejas con hijos, seguidas por aquellos casos de familia extendida y madre/padre sin cónyuge con hijos. Esta caracterización replica la distribución de los casos del resto de los hogares de la ciudad.
En cuanto a las condiciones habitacionales, la proporción de hogares con hacinamiento es mayor que en el resto de los hogares donde no habitan trabajadores de la economía popular. Y una situación similar se presenta en relación a las condiciones de saneamiento. Sólo el 44,3% de los hogares con trabajadores de la economía popular acceden a servicios (gas, agua de red y/o desagüe cloacal), mientras que esta proporción asciende al 60% para el resto de los hogares rosarinos.
“Los datos muestran que las condiciones de trabajo y de vida de quienes se desempeñan en la economía popular son más precarias y están más desprotegidos que el resto de la población ocupada”, sostiene Deux Marzi y destaca que así y todo “logran resolver necesidades para sí, para su familia y para la comunidad”, por ejemplo en los comedores y merenderos, una de las principales ramas de actividades de este sector.
La investigadora considera que como es una economía que produce, que genera trabajo, que resuelve necesidades y que además está creciendo, “necesitamos contar con estadísticas periódicas, sistemáticas y representativas que reflejen las características laborales de todo este universo, a modo de aporte para orientar las acciones estatales y de la sociedad civil en la búsqueda de mejores condiciones de trabajo y de vida para estos colectivos laborales”.