El fin del descuento por boleto integrado, asociado al uso de la tarjeta SUBE, amenaza con alterar dramáticamente la vida cotidiana de millones de habitantes del conurbano que trabajan en la ciudad de Buenos Aires.
Alejandra vive en Monte Chingolo, partido de Lanús, y trabaja limpiando casas particulares por hora, en distintos lugares de la capital y el conurbano norte. Según el día, toma dos, tres y hasta cuatro transportes, cuando reparte su jornada en más de un domicilio. Sintió el impacto de este último aumento y dice que no sabé qué hará cuando termine el descuento del boleto integrado.
Fabián es de José C. Paz. Los últimos dos años fue encadenando distintos trabajos en la construcción, pero eso se paró hace ya unos meses. Consiguió una changa, que no sabe cuánto va a durar, en el depósito de una pinturería en Villa Martelli. Para llegar, tomaba un colectivo hasta la estación, el tren y un colectivo más. Ahora sale más temprano y hace el trayecto final a pie.
Ezequiel viaja todos los días desde el barrio Loma Grande de Merlo, ubicado a 20 minutos de la estación, hasta el barrio porteño de Mataderos. Utiliza cuatro colectivos y dos trenes por día en su recorrido total. “Tomo el 1 de la empresa 216 hasta la estación y de ahí el tren Sarmiento hasta Liniers para luego combinar con el 80 o el 117 hasta mi trabajo. Estoy pagando el boleto 413 pesos porque es un recorrido intermedio e imagínate que con los colectivos el monto me termina partiendo al medio. Cuando saquen el subsidio no sé qué voy a hacer”.
María es directora de una escuela primaria en la zona de Boulogne, partido de San Isidro. Cuenta que, estos últimos meses, a causa de los anteriores aumentos del boleto, descubrió a algunas madres que, luego de dejar a sus hijos pequeños, en vez de volver a sus casas, se quedaban deambulando por la zona para ahorrarse dos boletos. "Con este frío...", piensa.
Paula se mueve diariamente desde Villa Luzuriaga a Barrio Norte. Toma un colectivo hasta la estación de Ramos Mejía, de allí el Sarmiento hasta Once y luego subte H hasta la parada en Santa Fe. Aproximadamente gasta 4 mil pesos por día, 80 mil mensuales. Afirma que los aumentos impactan mucho en el bolsillo y que encima, a veces, por el mal funcionamiento, tiene que recurrir a Cabify o Uber. "No estoy de acuerdo con los aumentos porque no mejora el servicio”.
Juliana (21) es de La Plata, pero trabaja en el barrio porteño de Colegiales. Estudiaba derecho en la UNLP, pero abandonó porque "necesitaba trabajar y no podía hacer todo a la vez". Cada mañana toma el 129, que sale de calle 3 y 41. Son 2.500 pesos hasta el centro porteño, pero cuando llega debe hacer una combinación. Primero se toma el 24 hasta Almagro, y de ahí el 168 hasta su destino. Son casi mil pesos más.
Tomás vive en Banfield y trabaja a menos de veinte cuadras de su casa pero, en algunas ocasiones, le toca viajar a Capital Federal. “La verdad que fue un cambio que llamó la atención porque fue un cambio de paradigma”, dice en relación al incremento del boleto de colectivo. El año pasado pagaba 230 pesos su viaje de ida en el 236, pero hoy le sale 500.
“El año pasado cargaba dos mil pesos y estaba tranquilo varios días”, advierte. Hoy en día, su ecuación cambió. El viaje ida y vuelta a trabajar se le transformó en mil pesos y su sueldo no creció a la par. Más duro resulta viajar a Capital donde, en varias ocasiones, también debe tomar el subte. Esos días, asegura, el gasto diario en transporte trepa por encima de los dos mil pesos.
Por el sistema actual, cuando se encadena más de un viaje en un lapso de hasta dos horas, el segundo tiene un descuento del 50 por ciento y el tercero de 75. A modo de ejemplo, si un pasajero realiza tres viajes en transporte automotor, correspondientes al boleto mínimo, gracias al descuento abona 650 pesos.
La diferencia hasta llegar a 1113, es decir los 463 pesos restantes, corren por cuenta del Estado nacional, que ya tiene esos subsidios asignados en el presupuesto. La retirada del Gobierno nacional implica un aumento, según el caso, de hasta 60 puntos en el gasto de bolsillo que tendrán que realizar los pasajeros.
Si se computa una semana laboral de seis días, el costo total del transporte para ir a trabajar desde el conurbano a Capital Federal ronda los 50 mil pesos, con un sueldo mínimo de 262 mil. Casi la quinta parte.
Desplazarse a diario de La Plata a Buenos Aires o viceversa, algo muy común, costará al final del mes más de cien mil pesos. El aumento acumulado en la era Milei alcanza ya el 600 por ciento. Muy atrás quedaron las acusaciones de "campaña sucia", el año pasado, cuando se anunciaba la "tarifa Milei" por las pantallas de las estaciones.
Al momento de conversar con Buenos Aires/12, tanto Alejandra como Fabián recién estaban asimilando la novedad del aumento de esta semana del 55 por ciento en el boleto mínimo y no tenían presente el inminente fin de los descuentos por boleto integrado, que algunos consideran un aumento encubierto. Ocurre que la medida fue anunciada en simultáneo con la desregulación de los medios de pago del transporte, que en breve se podrán abonar con billeteras virtuales, tarjetas de débito y crédito y ese anuncio eclipsó parcialmente al otro. Tomás, en cambio, es uno de los que ya evalúa opciones. “Hoy uno piensa en la bici o en levantarse antes y caminar”, explica.
La medida, anunciada para el próximo 1º de septiembre, se presenta como una bomba que detonará la economía de los sectores populares. Los que menos ganan son, justamente, los que viven más lejos y más deben viajar para llegar a sus empleos.
Alejandra tiene un acuerdo con todos sus empleadores. Le pagan según la última actualización del convenio de personal doméstico, la tengan registrada o no. Eso le evita el desgaste de reclamar aumentos, pero duda de que pueda plantear una recomposición por el aumento del transporte, hasta que no se dé por vía sindical. Hasta entonces, deberá asumir ese nuevo costo ella misma.
Fabián, por su parte, hace muy poco que entró a la pinturería, se considera “a prueba” y cree, en consecuencia, que es pronto para pedir algo. Teme que, si lo hace, “se corte el laburo”. Conserva, todavía fresco, el duro recuerdo de los meses que estuvo parado sin hacer nada. En su barrio, cuenta que muchos pibes siguen igual. Él tuvo suerte y no quiere arriesgarse.
Existen estudios hechos en los noventa en Argentina y también en otros países, que demuestran que el aumento del precio del boleto funciona como una barrera de salida, que impide o desalienta que los habitantes de los barrios populares se desplacen para trabajar, buscar trabajo o estudiar.
Ajuste por precio
Según informan en off fuentes de la propia secretaría de Transporte de la nación, la caída en el uso del transporte público ya era abrupta en mayo. Todo indica que se profundizará.
"Cayó la cantidad de pasajeros de colectivos, pero no subió la de trenes. Esto indica que la gente no sustituyó un transporte por otro sino que se viaja menos". "Menos" significa "menos que en 2023 y 2022, todavía por encima de 2021, cuando comenzaba la pandemia de coronavirus".
Sin embargo, "a pesar de que se viaja mucho menos, la recaudación subió un 75 por ciento en dólares, de noviembre a la fecha, por la incidencia de los aumentos de tarifas", agrega el mismo funcionario.
"Es cierto que si se lo compara con las provincias, el precio del boleto en el AMBA sigue siendo menor, pero esos análisis suelen omitir un elemento central. No hay otro lugar del país donde la gente tenga que viajar dos horas para ir de casa al trabajo", concluye.
El aumento del precio del transporte suele tener una incidencia generalizada, pero comparativamente mayor en la economía de los sectores de menores recursos, cuyos ingresos destinan casi por completo a comer y moverse.
Las protestas populares de 2019 en Chile comenzaron con un aumento del boleto, que obtuvo como respuesta una práctica masiva, especialmente entre los estudiantes, de "molinetazo" o "salto del molinete", bajo la consigna "no son 30 pesos, son 30 años" y concluyeron con una reforma constitucional, finalmente fallida. Luego de eso, en el país vecino la tarifa se mantuvo congelada durante más de tres años.
En el AMBA, el "molinetazo" se fue extendiendo como recurso a lo largo de todo 2024, particularmente en el subterráneo. La semana pasada, los usuarios empezaron a denunciar la aparición de "hombres de traje", en actitud intimidatoria, que hacían tareas de seguridad privada para impedirlo.
En Constitución se dio una escena curiosa. El personal de "Prevención", como llaman a los contratados que cumplen funciones de seguridad, como la de disuadir a los que intentan colarse, realizó una protesta en el hall central porque no les habían depositado el sueldo. Los pasajeros se solidarizaron con ellos.