Demostrando una rapidez de reflejos que no suele ser común en la institución eclesiástica católica la conducción de la Conferencia Episcopal Argentina logró en pocos días acotar el margen de maniobra del sacerdote negacionista Javier Olivera Ravasi quien ya no podrá residir en Zárate y tendrá que regresar a su diócesis original en San Rafael (Mendoza). Si bien la determinación la tomó finalmente el obispo de Zárate-Campana, Pedro María Laxague, está claro que para hacerlo fue por lo menos invitado a ello –por decirlo de alguna manera- por parte de la jerarquía y por las autoridades del episcopado que deseaban ponerle rápido coto al escándalo provocado por la actuación del cura y su repercusión a través de redes sociales digitales y medios de comunicación.
Es difícil admitir que Laxague desconocía absolutamente las actividades de Olivera Ravasi, dado que en su comunicado el mismo obispo reconoció haber recibido “numerosas quejas” por actitudes y expresiones que “se oponían al testimonio cristiano”. A ello hay que sumar que en 2019 se le otorgó un permiso de residencia en Zárate por cuatro meses, autorización que venció el 31 de diciembre de ese año y nunca le fue renovada, según lo informó la propia diócesis.
Antes de que se hiciera pública la decisión de Laxague los obispos Oscar Ojea y Marcelo Colombo (presidente y vice primero de la Conferencia Episcopal) habían aceptado –en apenas 48 horas- un pedido de audiencia formulado por una delegación de organismos defensores de los derechos humanos que tenía como propósito central pedir –según dijeron- la “expulsión” de Olivera Ravasi. En coincidencia con la reunión aludida -que se celebró en la propia sede capitalina del episcopado- el vocero eclesiástico Máximo Jurcinovic había aclarado expresamente que los dichos y los hechos de Olivera Ravasi no representan el pensamiento de la Iglesia.
La historia no tan lejana está sembrada de desencuentros entre la jerarquía católica y los organismos de derechos humanos. Por eso, lo sucedido ahora puede generar sorpresa en quienes no siguen de cerca la actualidad de la Iglesia y los cambios de actitud que se vienen produciendo respecto de estos temas. Se trata de otras perspectivas que cuentan también con el respaldo de Francisco desde Roma.
¿Qué sucederá de aquí en más con Olivera Ravasi?
Si bien quienes integraron la delegación de los organismos de derechos humanos valoraron la acogida recibida por las autoridades del episcopado y agradecieron que rápidamente hayan tomado cartas en el asunto, no quedaron totalmente satisfechos con la medida adoptada con el cura. Pedían su expulsión de la Iglesia, quizás sin tener en cuenta que una resolución de ese tipo implica un largo proceso canónico e institucional de no fácil resolución.
Ahora Olivera Ravasi ya no puede seguir viviendo en Zárate, deberá volver a San Rafael, su diócesis de origen, en la que está incardinado según la terminología eclesiástica. Una vez que se presente allí el obispo del lugar Carlos María Domínguez –que está en ese cargo desde 11 de febrero de 2023- deberá darle una tarea, encargarle una misión en esa diócesis. De ahí en más -y siempre que Olivera Ravasi acepte su nuevo destino- el obispo Domínguez será el responsable de evaluar la conducta del cura. Pero más allá de ello no sería extraño suponer que el sacerdote continúe con su prédica y sus actividades más allá de los límites de San Rafael y también será Domínguez quien tenga que valorar si lo que haga es compatible con el magisterio católico y la condición sacerdotal.
Si Olivera Ravasi no acepta el destino que se le asigne incurriría en rebeldía y pasaría a ser considerado “cura vago”. El motu propio (decreto) de Francisco sobre la cuestión “Competentias quasdam decernere” (11 de febrero de 2022) establece expresamente que “es necesario que todo clérigo esté incardinado en una Iglesia particular o en una prelatura personal, o en un instituto de vida consagrada o en una sociedad que goce de esta facultad, o también en una asociación pública clerical que haya obtenido de la Sede Apostólica tal facultad, de modo que de ninguna manera se admitan los clérigos acéfalos o vagos”. En otras palabras: no se puede ser sacerdote católico de modo autónomo, sin vinculación institucional. Y en tal caso el cura que se ponga en esa situación puede afrontar procesos canónicos (legales) que lo lleven hasta la “reducción al estado laical” (pérdida de la condición sacerdotal) o incluso la excomunión (expulsión de la Iglesia).
La posibilidad existe pero ello dependerá mucho de las actitudes que tome el propio cura y de las evaluaciones que haga la jerarquía. Teniendo en cuenta también que, si bien la cuestión ahora queda radicada en San Rafael, el “caso Olivera Ravasi” se nacionalizó y permanece instalado como una cuestión que afecta a toda la iglesia católica argentina y a su episcopado. Y que, sin duda, será un asunto que Jorge Bergoglio seguirá mirando atentamente desde Roma.
¿Un “lobo solitario”?
Otro interrogante es si el cura Jorge Olivera Ravasi –hijo de Jorge Olivera, militar condenado y preso por delitos de lesa humanidad- es apenas un “lobo solitario” en el escenario de la Iglesia Católica argentina o si se trata del emergente de un grupo que condice con sus ideas. No existe una respuesta terminante sobre el tema pero se puede afirmar que lo hecho por el sacerdote negacionista desentona –en el contenido y en las formas- con el sentir general de los obispos. En el episcopado hay sí quienes –sin las formas y con estilo de Olivera Ravasi- rescatan la idea de “la verdad completa” para criticar la política pública de derechos humanos de la democracia. Lo dijo hace unos meses el obispo castrense Santiago Olivera en una homilía durante la pasada semana santa: “el pecado ha hecho estragos en nuestra Patria, tantos años de enfrentamientos; hoy en nuestro país conmemoramos el 24 de marzo, el día de la memoria por la verdad y la justicia y paradójicamente esta memoria la cortamos. Esta memoria que no es toda, es una parte, por más gravedad que tenga una de ellas queremos negar una parte de nuestra historia de hermanos nuestros que enfrentaron a otros hermanos, secuestrando, poniendo bombas, matando”.