Mostrar un abanico amplio de lo que está pasando en Argentina con la niñez: datos que hay, datos que faltan y temas que preocupan mucho a los profesionales de la salud. Ese fue el objetivo del comunicado que esta semana puso a circular la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).

“A partir de hechos muy graves se estuvo hablando mucho de inseguridad alimentaria en la niñez en estos días. Y eso es algo importantísimo. Por eso nos pareció que era un buen momento para poner en agenda más asuntos relacionados a esto”, dice Javier Indar De Arza, pediatra y psiquiatra infantil. Se refiere al dato de que, según Unicef, más de un millón de niños se va a dormir sin cenar hoy en Argentina porque sus padres no pueden alimentarlos, y un millón y medio se saltea al menos una comida. Esa noticia sumada al Día de la Niñez representan una buena oportunidad para hacer un racconto de una situación general, muy mala por cierto, para las infancias y adolescencias. “Decimos que es muy mala no sólo porque ningún índice mejora sino además se vienen profundizando para mal todos los índices. Por lo menos, los indicadores que tienen influencia sobre la salud”, explica De Arza.

Ya el último estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica (UCA), había certificado índices de pobreza del 54,9% de la población y 20,3 por ciento de indigencia. Pero según los datos recientes de Unicef, la situación de las infancias es aún más acuciante: en lo que va de 2024, el 70% de lxs niñxs vive en situación de pobreza y el 30%, bajo la pobreza extrema.

“Observamos, al igual que gran parte de la sociedad, una vulneración preocupante de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en nuestro país. Lamentablemente esto no está en la agenda de las políticas públicas desde hace años. El Observatorio de la Infancia y la Adolescencia de la Sociedad Argentina de Pediatría y el Barómetro de la deuda social de la infancia de la UCA desempeñan un papel crucial al proporcionar información accesible y análisis epidemiológicos detallados, lo que permite generar acciones concretas para proteger a la infancia. Las cifras están. Se deben planificar las acciones en consecuencia”, expresaron desde la SAP.

La pobreza infantil en el tercer trimestre de 2023 se estima en 55% (con jurisdicciones que superan el 80%) y la indigencia en 15,7% con cifras estimadas en aumento para 2024. Más de la mitad (51,4%) de los niños de 0 a 14 años son pobres. La carencia de red de cloacas afecta a casi el 38% de los hogares con niños en el país, el 15% no dispone de agua corriente y más de la mitad reside en viviendas sin acceso a la red de gas.

Alimentación

La emergencia alimentaria existe en nuestro país desde 2002, según el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 108/2002. “Una alimentación inadecuada repercute en el crecimiento, el desarrollo y la salud integral. Hoy en la Argentina, la inseguridad alimentaria afecta al 64,5% de niños, niñas y adolescentes con un aumento sostenido desde 2004. Esta situación requiere de acciones inmediatas y sostenibles en el tiempo. El hambre en general y en especial de un niño es inadmisible”, dice la SAP.

Para Angela Nakab, médica especialista en pediatría y adolescencia, estos números como la cifra de Unicef en relación a los niños que se saltean al menos una comida y los que se van a la cama sin cenar, tienen obviamente un fuerte impacto en la salud: “Hay déficits nutricionales que indican que los niños pierden una oportunidad que es crucial para consumir nutrientes (proteínas, vitaminas, minerales) y que pueden llevar a una mal nutrición, provocar retraso de crecimiento y daños al sistema inmunológico”.

Además, la falta de alimentación adecuada puede afectar el desarrollo cognitivo. Los primeros años de vida el cerebro está en pleno desarrollo y necesita un aporte constante de nutrientes. La falta de estos puede producir problemas de atención, dificultades en el aprendizaje, bajo rendimiento escolar. Irse a dormir con hambre puede también afectar el sueño. Un sueño de baja calidad provoca estrés, que puede volverse crónico y generar problemas emocionales y de salud mental.

Y además, el déficit calórico puede afectar el crecimiento físico de los chicos, baja estatura y disminución desarrollo muscular. Están además más vulnerables a enfermedades si no se alimentan bien en un momento en el que se está desarrollando su sistema inmunológico.

Vacunas

La SAP también expresa su preocupación porque, a pesar de que hubo una lenta recuperación postpandemia, las vacunas aplicadas en lactantes para completar el esquema primario, siguen siendo iguales o inferiores al 80%. Es decir, 15 puntos por debajo de la meta óptima del 95% necesaria para alcanzar una cobertura universal o de rebaño. Las cifras oficiales muestran que, para fines de 2023, 112.000 niños de 0 a 5 años no habían recibido ninguna vacuna y 37.000 tenían el esquema incompleto.

Esta brecha representa un riesgo para la salud pública en general y para los niños en particular, con consecuencias directas en el aumento de casos de enfermedades prevenibles por vacunación, como la meningitis.

Mortalidad

Según los datos más recientes, la tasa nacional de mortalidad infantil en 2021 fue de 8 por 1000 nacidos vivos, en descenso. Sin embargo, algunas jurisdicciones aún presentan tasas superiores a este promedio. Este descenso se logró a expensas de la mortalidad neonatal; sin embargo, no se logró una disminución en el periodo post-neonatal. El 73,2% de los niños menores de 1 año fallecidos en su domicilio pertenecen a hogares con necesidades básicas insatisfechas.

El periodo postnatal abarca desde los 18 días de vida hasta el primer año. En esa franja etaria no se vio una disminución significativa en la mortalidad desde el año 2020 al 2021 en nuestro país. Uno de los factores que podría haber contribuido a eso es el impacto de la pandemia, que generó estrés en las familias y en los sistemas de salud y pudo haber perjudicado el acceso de las personas a los cuidados postnatales. 

Además, hubo baja en la vacunación y en los controles de salud. “Otro factor es el aumento de la pobreza y de la inseguridad alimentaria. Eso afecta a la nutrición y el acceso a los cuidados de la salud. Podría ser también el caso de las infecciones y enfermedades prevenibles. Sabemos que hay factores y problemas de salud que no fueron atendidos postpandemia como enfermedades respiratorias y diarreas, que son críticas en el periodo postnatal”, explica Nakab.

Alrededor del 73% de los niños menores de un año que fallecen en su domicilio pertenecen a hogares con necesidades básicas insatisfechas. Los factores clave para disminuir esta tasa son: 1) el acceso a cuidados prenatales, es decir, los controles durante la gestación, 2) la calidad y constante actualización de los profesionales obstétricos, 3) la tecnología avanzada en neonatología con personal capacitado, que es crucial para los bebés prematuros, 4) programas de vacunación maternal y neonatal, 5) políticas de salud pública como la ley de parto humanizad y el Programa Nacional de Salud Maternoinfantil.

Más de la mitad de las muertes de niños y adolescentes en general se deben a causas externas como el suicidio y los accidentes de transporte. En el año 2020 fallecieron 239 niños y adolescentes por accidentes de tránsito, de los cuales el 85% tenía entre 15 y 19 años, con un promedio de 266 muertes al año en el periodo entre 2010 y 2019.

Salud mental

“La emergencia de salud mental está aumentando entre los niños y jóvenes. Reducir el estigma en torno a este tipo de enfermedades y garantizar el acceso a servicios de salud de calidad es un derecho que se debe respaldar”, advierte la SAP. En Argentina, se suicidaron 383 adolescentes en el año 2020, de los cuales 9 de cada 10 fueron chicos entre los 15 y los 19 años. En este grupo, el suicidio representó la principal causa externa de muerte (30%), seguido por los eventos de intención no determinada y los accidentes de tránsito, superando en más de 8 veces a las tasas de los niños de 10 a 14 años.

Desde el año 2020, las tasas de suicidios, accidentes de tránsito y otras causas de muerte no fueron actualizadas, lo cual representa un grave obstáculo, dice De Arza, ya que “las decisiones sanitarias se toman a partir de datos. Desde la SAP hablamos con los médicos de guardias de todo el país y muchos nos cuentan que ‘no dan a basto con los intentos de suicidios’, pero necesitamos los números para poder sugerir e implementar las políticas públicas”.

Epidemia después de la pandemia

Es frecuente escuchar entre profesionales de la salud el diagnóstico de que la Argentina, así como casi todo el resto del mundo, atraviesa desde la pandemia por coronavirus una “epidemia de salud mental”. La SAP se viene refiriendo a este tema con un neologismo: "sindemia", una palabra que define las consecuencias indeseables de las políticas sanitarias que la pandemia llevó a tomar.

“Es imposible que el haber tenido a niños y adolescentes recluidos no haya hecho estragos en todo el mundo”, dice De Arza. “En Argentina hoy por hoy no están las estadísticas para constatar nuestras impresiones. Pero es algo que sucedió en todo el mundo. Argentina no tendría por qué ser la excepción”.

En todo el mundo el aislamiento hizo mella en la salud mental. “No es algo difícil de imaginar si pensamos en lo que significa para un adolescente que se le supriman instancias de socialización y comunicación”, continúa De Arza. A eso hay que sumar duelos no resueltos, preocupación entorno a la seguridad de los padres y la propia, la utilización excesiva de las redes sociales: “Todo eso generó un combo que hoy por hoy no sabemos en dónde puede derivar”.

Desde la SAP aseguran que están viendo muchas crisis de angustia, ansiedad, y depresión en adolescentes, con dos manifestaciones principales en los departamentos de urgencias: intentos de suicidio y autoagresiones (como cortes en las muñecas). El problema es que en estos casos casi siempre se llega tarde porque la depresión en pediatría es muy difícil de identificar. “Los signos en adultos son muy claros: la persona se tira en la cama, pierde el deseo de hacer cosas cotidianas. Pero en un chico puede haber reacciones de agresividad, insomnio, necesidad de estar conectado todo el tiempo, aislamiento, aumento de la ingesta de comida, etc. A esto se suma que no hay suficientes especialistas en psiquiatría infantojuvenil”, explica De Arza.

El contexto de crisis económica, tal como señalan desde la SAP, hoy se puede percibir por sus efectos en el desborde del sistema de salud y los departamentos de emergencia de las guardias de los hospitales. "Ya sea por demanda espontánea o por derivaciones por parte de organismos de protección de derechos, hoy las guardias están saturadas y no hay cómo canalizar esa demanda por otras vías”, dice De Arza. No existen tampoco programas o sistemas de protección para niños y niñas con problemas de desarrollo: “No tenemos centros especializados, hay pocos centros de primera infancia y los hogares terapéuticos escasean”.