La fuerte caída en el consumo de leche es alarmante. Pero, al mismo tiempo, el precio del litro en sachet se mantiene en valores muy elevados, por encima de 1,50 dólares si tomamos la cotización oficial, o arriba del dólar si lo comparamos con la cotización del blue o los del "contado con liqui" o MEP (dólares financieros). Prácticamente al mismo nivel que se paga en países de altos salarios que, además, deben importar ese alimento por carencia o insuficiencia de la producción propia. Es el caso de los países europeos, que están entre los mayores importadores de leche del mundo. ¿Por qué en Argentina se paga la leche al mismo precio que si se importara? 

El mercado interno de la leche viene sufriendo una transformación estructural que no parece estar siendo percibida. Al menos, no está siendo debatida públicamente. Es permanente la desaparición de tambos chicos, generalmente familiares, históricamente con márgenes de rentabilidad reducidos que frente al aumento de los costos de producción (electricidad, insumos importados, intereses de deudas bancarias, fletes), quedan descolocados para seguir en la actividad. 

Los tambos más grandes, en cambio, pueden diluir esos mismos costos en una mayor escala de producción y sacan entonces un mayor beneficio de los precios elevados en el mercado interno. Hoy, con un precio del sachet en góndola por arriba de los 1200 pesos (1490 pesos en primera marca, 1290 en segundas), el tambero grande está cobrando 400 pesos por litro de leche vendida. 

En consecuencia, en el primer eslabón de la cadena productiva, el tambo lechero, se está generando un persistente proceso de concentración. 

En paralelo, lo que viene ocurriendo con la industria láctea es semejante, porque se sigue concentrando el mercado en muy pocas empresas. Al tradicional predominio de Mastellone Hermanos (La Serenísima), se le ha sumado la fuerte participación de firmas extranjeras en la producción y comercialización de lácteos. Saputo (canadiense) y Milkaut (capitales franceses) comparten ahora el podio de recepción de litros de leche mensuales en sus establecimientos, junto a Mastellone. 

Mientras que la firma de General Rodriguez fue absorbiendo otras marcas de la competencia para mantener el control total de la venta de leche fluida (90 por ciento del mercado), Saputo y Milkaut se han hecho fuertes en quesos y otros productos lácteos elaborados. La canadiense con su marca La Paulina, y Milkaut tras la absorción de Ilolay, una histórica empresa familiar de la familia Williner. 

Es decir, que en el segundo eslabón de la cadena, la industrialización, se reconoce otro fenómeno de concentración. Tanto en leche fluida (Mastellone) como en productos elaborados (cabría agregar a los tres ya mencionados, a Danone, que produce y comercializa yogures, quesos untables y postres de la marca La Serenísima).

Para verificar cómo está afectando esta consolidación de una estructura concentrada en ambos eslabones, Página/12 consultó al ingeniero agrónomo, asesor de empresas agropecuarias y productor Matías Jauregui, de la zona centro de la provincia de Buenos Aires (Tandil), quien comentó: 

"El 70 por ciento de la producción de leche argentina va al mercado interno. Pero hoy vemos que tenemos un precio en góndola arriba de un dólar, el mismo precio que paga un ciudadano alemán, holandés o belga, países que, a diferencia de lo que pasa en Argentina, son fuertes importadores de leche, los mayores del mundo junto a China".

"¿Cómo llegamos a esto? Tenemos dos factores: por un lado, una caída en la producción que no sólo se debe a los impactos del clima, sino a la reducción en la cantidad de vacas y establecimientos productivos, por una concentración del negocio. Y por otro, un monopolio de la industria manejando el mercado".

"Esta concentración presiona para que su producción vaya a la exportación, sin importarle el consumo interno, y acá está la importancia de tener mecanismos de desacople entre los precios internos y externos. La leche va camino a ser un commodity, un bien cuyo precio esté más vinculado al precio de exportación que a sus costos internos". 

Las exportaciones se realizan como leche en polvo. Un destino para la producción de leche que a la industria láctea hoy le resultaría mucho más atractivo que cualquier otro producto hecho para el mercado interno. Por otra parte, no son las industrias medianas o pequeñas las que están más preparadas para salir al mercado externo, con lo cual el actual grado de concentración de la producción y la industria favorecería esa orientación del sector: la prioridad de la producción de leche en polvo para exportar.

"Las grandes corporaciones estan apostando a la producción de leche mientras que los tambos familiares desaparecen. ¿Cual es la oportunidad de negocio que ven las empresas extranjeras? ¿Un mercado interno que está en retroceso? No, seguramente la exportacion de leche en polvo, con una producción interna cada vez más dependiente de ellos", explica Jauregui. 

"Es duro decirlo, pero el consumo interno de leche cayó en promedio un 20 por ciento, comparado con datos del año anterior. Las entidades agropecuarias más conservadoras, que defienden los intereses de los grandes productores, como Sociedad Rural y CRA, justifican la exportación de leche diciendo que hay un excedente de la demanda interna. Lo que no cuentan es que ese excedente se debe a la baja del consumo de leche por la pérdida del poder adquisitivo de la gente, generada por el gobierno que ellos mismos apoyaron", apunta el especialista.

El riesgo, tratándose de un producto esencial para el consumo de la población como la leche, es que la estructura de producción quede cada vez más asociada a la exportación y en manos de muy pocas empresas concentradoras del mercado. No sólo porque condicionaría el precio de la leche para el mercado interno --que quedaría atado "para siempre" al precio internacional-- sino porque además determinaría la suerte futura de la producción de otros alimentos de consumo masivo, como los quesos, que pasarían a ocupar un lugar "marginal" en el negocio de estas grandes empresas.