El 14 de junio de 2016, el ex secretario de Obras Públicas, José López, arrastraba unos bolsos con nueve millones de dólares a un convento de General Rodríguez. La imagen del video de seguridad se convertiría, rápidamente, en una postal de la "corrupción K" que Mauricio Macri, entonces presidente, exprimiría hasta la última gota. Ocho años después, varios dirigentes peronistas recordarían aquella noche cuando, en el prime time televisivo, aparecieron las fotogragías de Fabiola Yáñez golpeada por quien había sido el presidente de la unidad frentetodista. Como un aluvión, se acumularían otras imágenes: Martín Insaurralde en un yate en Marbella o la fiesta en Olivos durante la cuarentena. La dirigencia peronista todavía estaba en proceso de asimilar la derrota electoral cuando se desató el último escándalo. Y ahora analiza cómo seguir. Primero fue el desmarque rápido del ex presidente, su ostracismo y su expulsión del PJ. Y ahora, coinciden todos, llegó la etapa de comenzar a reordenar el frente interno.

La primera reacción fue catastrofista. "Es la confirmación de un prejuicio que ya estaba y que Milei trabajó bien: el de que eramos la casta. Pero también consolida la defraudación. Pensábamos que habíamos tocado fondo porque Milei nos había sacado toda nuestra base electoral, pero esto es tocar fondo", reflexionaba un importante dirigente bonaerense a medida que, a cuenta gotas, iban apareciendo nuevos chats, nuevos videos, nuevas declaraciones. La denuncia por los golpes y el hostigamiento a Fabiola se entremezclaba, a su vez, con la causa por corrupción en la contratación de seguros y la circulación mediática de videos privados del teléfono de Alberto. "Esto va a ser así hasta las elecciones, y va a escalar", advertían varios referentes del peronismo, que se debaten entre la bronca contra el ex presidente y la suspicacia por las manos que estaban detrás de las filtraciones.

Para muchos en el cristinismo camporista, mientras tanto, la caída en desgracia de Alberto había servido para confirmar lo que venían advirtiendo desde el primer día: que el ex presidente era un cúmulo de desgracias. La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, saldría a fulminar al ex presidente aún antes de que Fabiola ratificara la denuncia, acusándolo de haber ejercido "violencia política" contra Cristina Fernández de Kirchner. El frente de mujeres de La Cámpora sacaría un comunicado en la misma línea - "No podemos no remitirnos a la violencia ejercida por él mismo contra Cristina", rezaba el documento -, pero, con el correr de los días, varias dirigentas cristinistas saldrían a poner paños fríos. "Es un error político, nos hace parecer que estamos con el 'plan venganza'", reflexionaba una referenta bonaerense. 

La prioridad, coincidían todos, tenía que ser encapsular la crisis en Alberto Fernández. Por eso prácticamente toda la dirigencia peronista salió a defender a Fabiola: se adoptó, institucional y políticamente, la postura feminista de "creerle a la víctima" y dejar, después, en manos de la Justicia la etapa probatoria. Como si fuera la mancha venenosa, los dirigentes, uno a uno, se fueron alejando del ex presidente. Y, finalmente, se lo desplazó de la presidencia del PJ nacional. Fernández estaba de licencia y no ocupaba ya el cargo, pero, para muchos, fue la excusa que faltaba para exigirle que diera un paso al costado. 

Fue el PJ de la Ciudad, que lidera Mariano Recalde, el que lo forzó a renunciar. La sede porteña del partido estaba preparando un duro comunicado exigiendo su desplazamiento, y Fernández se enteró y se adelantó. "Deseo que ninguna esquirla del linchamiento mediático al que estoy siendo sometido pueda lastimar a este partido en el que militan hombres y mujeres que tanto hicimos por la igualdad de género", señaló el miércoles en un mensaje que envió a través de WhatsApp.

Barajar y dar de nuevo

"Ahora llega la etapa de sanar", desliza un dirigente cristinista para el que la denuncia contra Fernández no fue sino el detonante de un proceso de reorganización interna que el peronismo se debía desde la derrota. No es el único que lo piensa: predomina en el peronismo la perspectiva de que, ahora más que nunca, la dirigencia tiene que abandonar el inmovilismo caótico en el que se sumió tras la derrota y comenzar a reordenarse. El mayor obstáculo, sin embargo, es la ausencia de liderazgos claros, por lo que algunos dirigentes comienzan ya a hablar de la posibilidad de reactivar una mesa entre las principales figuras - Axel Kicillof, CFK, Wado de Pedro, Sergio Massa - para empezar a trazar el camino para 2025.

El primer paso es la presidencia del PJ. Desplazado Alberto, el peronismo deberá definir, en octubre, quien encabezará la lista de unidad para comandar el partido a nivel nacional. Uno de los que anotó en la carrera y suma adhesiones en distintas latitudes  es Ricardo Quintela. El gobernador riojano viene tejiendo apoyos y se presenta como un candidato de "consenso" en medio del internismo furioso que atraviesa a UxP: no tiene ni grandes detractores (ni tampoco grandes defensores). La semana pasada, Quintela convocó a varios dirigentes a La Rioja para celebrar la reforma de la Constitución provincial y se anotaron varios cristinistas, como Juliana Di Tullio y Oscar Parrilli, así como el gobernador bonaerense Axel Kicillof. 

Mientras se llevaba a cabo el acto, sin embargo, Wado de Pedro dejó trascender que él también estaba en carrera. Y no es el único. "Es muy posible que haya una mujer en la presidencia del PJ", afirmó la senadora catamarqueña, Lucía Corpacci, instalando así un operativo clamor que, rápidamente, se esparció en la terminales cristinistas: CFK para la presidencia del PJ. 

CFK en el Patria

El miércoles pasado, CFK volvió al centro de la escena política. Luego de declarar en Comodoro Py en la causa por su intento de asesinato - en donde participaron varios cristinistas enemistados en el marco de la interna entre Kicillof y Máximo Kirchner -, la ex presidenta reunió a una veintena de dirigentes en el Instituto Patria. Allí, CFK dio un breve discurso en el que aprovechó para hacer una bajada de línea tras el escándalo desatado por la denuncia contra su ex compañero de fórmula. "Dijo que dejáramos de hablar de Alberto, que de eso se encargaría la Justicia, y que empezáramos a visibilizar las consecuencias económicas del gobierno de Milei", aseguró uno de los participantes.

CFK, además, aprovechó el viaje que había hecho a México para destacar la experiencia del paso de mando entre Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. El mensaje parecía estar dirigido tanto a Fernández como el propio Kicillof, que se presenta, por ahora, como el más fuerte presidenciable para 2027. "Axel está preparado, pero tiene que tener cuidado de no estar listo antes de lo necesario. Que no le pase como Larreta, que empezó a recorrer provincias y se distanció de su jefe político", deslizaba un camporista que, a contramano del clima actual en la agrupación, le tiene cariño al gobernador.

Sean partidarios o detractores, sin embargo, cuando la dirigencia peronista piensa en 2027 piensa en Kicillof. "Axel está obligado a liderar esta etapa, pero tiene que animarse. Tiene que ser el jefe de campaña en 2025 y plebiscitar la provincia. Puede ganar o perder, pero tiene que marcar que va a liderar lo que viene", deslizó un funcionario que participó del encuentro y que advierte que la carrera para 2025 es, necesariamente, la carrera para 2027. Y que ambas están a pocos días de comenzar.