Hacia 1939 un baqueano descubre entre las rocas de Jujuy un brillo rojizo. Era hematita, hierro, y fueron llamadas "zaplitas" por su lugar de origen, las Sierras del Zapla. Con estas mismas rocas que brotaban de la tierra, se realizó la primera colada de acero de la Argentina. Setenta años después, el óxido fue devorando el sueño industrial de la que fuera la primera siderúrgica nacional, devolviendo a su origen las maquinarias de los Altos Hornos Zapla

"No solamente evocamos aquel presunto momento de gloria, sino que nos preguntamos por nuestra identidad actual, cómo la vida encuentra nuevos cauces y qué hacemos con esa montaña de ruinas que es el pasado”, comentan y describen de forma certera y punzante los hacedores del film, grupo conformado íntegramente por estudiantes egresados de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) sede NOA.

Rocas con hematitas (Imagen: fotograma del documental).

En conversación con su guionista, el salteño Dalmiro Zabala, la historia de Zapla cobra vida:

-¿Cómo nace la la idea de este documental Zapla los hijos del óxido?

-Surge por el director, Hernán Paganini, que es hijo de un ex trabajador de fines de los 80 hasta la privatización. Con Hernán fuimos compañeros en la escuela de cine, en la ENERC sede NOA en Jujuy, y era algo que ya veníamos charlando. Obviamente, le inquietaba el tema y tenía una cuestión nostálgica también porque lo había vivido en su infancia, lo había visto a su viejo perder el trabajo en la empresa y eso fue algo que claramente lo marcó y que marcaría a cualquiera. Y dentro de la Escuela hicimos una tesis que se llamó "Del fuego de los hornos", una tesis de ficción. En esa tesis pudimos trabajar y abordar la temática que estaba relacionada a Altos Hornos Zapla y todas las instalaciones abandonadas. Dentro de esta ficción hubo una familia, unos personajes que empezaban a encontrar en estas ruinas un nuevo lugar para vivir. Entonces era plantear un poco esta temática de la reutilización de los espacios, que en principio uno ve abandonados y piensa como pueden ser reutilizados, obviamente, de una manera metafórica. Así lo abordamos en esa ficción y fue el puntapié inicial. 

(Imagen: fotograma del documental).

Luego formamos un grupo, comenzamos a trabajar, nos recibimos y vino la pandemia, entonces decíamos '¿Qué hacemos?' empezamos a reunirnos, a tirar ideas de películas, y en ese momento el Ministerio de Cultura de la Nación lanza el programa que se llamó Renacer Audiovisual, que era justamente un programa dedicado a incentivar nuevamente la cultura. Surgió esa línea de financiamiento, nos presentamos y nuestro proyecto salió ganador. Entonces apenas salimos de la pandemia nos pusimos a trabajar de manera más intensa. En 2022 pudimos hacer el preestreno en la ciudad de Palpalá, en un cine icónico que era parte de la empresa con 1.200 butacas que por suerte se llenaron. Y después oficialmente se terminó por estrenar este año en el Festival de Cine de las Alturas.

-¿Cómo fue el preestreno en Palpalá? Lo imagino fuerte, emotivo, con ex-trabajadores, seguro presentes. ¿Qué sensaciones y relatos surgieron?

-El preestreno fue muy movilizante y emocionante, porque como decía, el cine se llenó, las 1.200 butacas estuvieron completas y tuvimos que poner incluso sillas de plástico en los pasillos para que entre gente. La ovación al terminar fue tremenda, la gente se acercaba emocionada y llorando nos contaba su experiencia, muchos hijos de ex trabajadores recordando a sus familiares. Uno en ese momento se siente muy satisfecho por el trabajo y de alguna manera entrega la película a la gente. En las próximas funciones que tuvimos, en el Festival de Cine de las Alturas, también recibimos sensaciones similares, inclusive en la Semana de Cine en Salta habló una chica que era de Mosconi, la cual se veía muy reflejada con el proceso que pasaron ellos con YPF. Entonces, más allá de ese estreno que fue muy hermoso en Palpalá, uno empieza a ver la dimensión del trabajo, porque es algo que nos atraviesa como argentinos.

(Imagen: fotograma del documental).

-Yendo un poco para atrás en la historia, ¿cómo era esa ciudad que comienza con el descubrimiento de la hematita? ¿Cómo empieza a surgir la fábrica y cómo era la ciudad en su momento de auge?

-Antes del descubrimiento no existía la ciudad, se forma con la empresa una vez que se empieza a establecer y empiezan a crecer, primero con un alto horno, después con un segundo, y termina hasta con un tercer alto horno, pero en principio toda esa región era una zona de ganadería y de agricultura donde se sembraba tabaco y donde había muchas cabezas de ganado. En esas tierras se encuentran, en las serranías de Zapla, este mineral, pasan unos años hasta que se puede concretar el proyecto y se empieza a armar toda la industria, y con el surgimiento de la industria toda la ciudad que empieza a crecer alrededor. Se forma una ciudad claramente industrial que empieza a traer mucha gente de los alrededores, gente que empieza a venir de Bolivia, gente de diferentes lugares de Jujuy, de Salta, mucha gente de la zafra de Santiago del Estero que en ese momento estaba un poco en decadencia y había despidos. Entonces muchas personas empiezan a emigrar y a cambiar su trabajo ligado al campo, por un trabajo industrializado en el que claramente tenía otros beneficios, tanto económicos como sociales.

-¿En qué consistía el bienestar de los trabajadores en esa ciudad que empieza a construirse? Era algo así como una industria totalizante...

-Era una industria tutora. Muchos personajes hay en la película que relatan que prácticamente la empresa era como un padre o una madre para los trabajadores, porque más allá de darte un puesto de trabajo con un sueldo digno, también te ofrecía una casa en un barrio muy lindo donde podías encontrar espacios verdes, plazas, teniendo muy cerca un club deportivo con pileta, como también cine y muchos lugares de esparcimiento para el trabajador y para toda la familia. A la vez la empresa ofrecía un centro de salud, hospitales, escuelas, educación para todos sus hijos. Se generaba alrededor de la empresa un estado de bienestar total.

(Imagen: fotograma del documental).

-¿Qué cuestiones particulares fueron surgiendo de la investigación que realizaron para escribir el guión y llevar adelante la película?

-Algo que me llamaba mucho la atención, más allá de plantear todo el pasado glorioso y más allá de la romantización, intentamos mostrar en profundidad que si bien era un estado de bienestar y era una empresa preocupándose por tu vida, no nos olvidemos que Altos Hornos Zapla era parte de Fabricaciones Militares, entonces el control era total. Vos trabajabas ahí y tenías que ser un modelo dentro de la fábrica y afuera también, digamos que la fábrica era una especie de panóptico para todos los trabajadores, porque si vos llegabas a mandarte alguna cagada afuera, eso podía significar que te echen directamente por más que no estés en tu horario laboral. Eso fue algo que me llamó mucho la atención porque cuando uno se enamora de un proyecto como este, tiende siempre a romantizarlo, y por ahí si bien claramente era algo muy grandioso para la mayoría de la gente, también estaba toda esta parte un poco negativa. También hay que decir que era una industria completamente manejada por hombres, no había lugar para trabajadoras mujeres; de hecho, en el documental casi sin quererlo termina pasando eso, los protagonistas en su mayoría son hombres. Por ahí hay algunos personajes femeninos, pero que no eran trabajadores. Entonces eso también estaba muy marcado en la vida de Palpalá, porque las mujeres cumplían otro rol dentro de la sociedad, quizás eran amas de casa o llevaban adelante algunas tareas dentro de la empresa como lavandería o cocina, pero nunca un puesto de mucha jerarquía.

-¿Como queda la gente y el pueblo luego de la privatización que en el fondo termina siendo un cierre?

-La industria de Altos Hornos fue menguando a partir de la privatización, y si bien hoy sigue funcionando, lo hacen en unas condiciones muy distintas a las de entonces, tanto en capacidad productiva como en infraestructura. Poco a poco se fue cayendo todo a pedazos, oxidando, y un poco retratamos esa herrumbre. Y obviamente, uno queda con la sensación de que ese pasado glorioso y dorado que tuvimos se destruyó por completo y termina con una sensación muy amarga, pero lejos de eso lo que nosotros tratamos de hacer con la película es mostrar también el presente y decir 'bueno, está bien mostrar esa nostalgia, está bien ver la importancia de esa industria en ese momento, pero también es interesante ver cómo resurgen las nuevas generaciones a partir de esa destrucción'. Por eso siempre decimos que nosotros somos también hijos del óxido, porque somos de una generación similar. Yo nací en el 1989; Hernán, en el 88, y casi todos en el equipo de filmación somos de esa década, entonces nunca vimos ese esplendor y nacimos con todas esas industrias destrozadas, con los ferrocarriles totalmente desguazados, caminamos por esas vías oxidadas, por esas estaciones abandonadas, y si bien uno siempre tiene la sensación amarga de no haber vivido ese momento de esplendor, creemos que también es muy importante ver qué hacemos a partir de eso. Entonces lejos de quedarnos con la nostalgia, la tristeza, es interesante ver cómo repensamos el país con esta desindustrialización.

-¿Cómo puede llegar la gente a Zapla y los hijos del óxido?

-La película hoy en día se puede ver en a través de YouTube, pero con la salvedad de que la versión es una versión un poco más corta que la que se vio en cine. Esa versión es de 48 minutos y la versión extendida que mostramos en las salas de 70', eso es porque el concurso de Renacer Audiovisual estaba más bien destinado a hacer una producción corta y nosotros después hicimos un corte más largo para cine, para mover en festivales. Ahora estamos organizando otras funciones por Salta y por Jujuy así que pronto estaremos subiendo algunas novedades en Instagram, donde vamos publicando noticias y próximas funciones.