Para los espectadores de teatro memoriosos y con algunos años a cuestas, el nombre del director catalán Lluís Pasqual está unido a los de Federico García Lorca y Alfredo Alcón, por obra de Los caminos de Federico, montaje presentado en el Teatro San Martín en 1986. En estos días, en la misma sala Casacuberta, el director tarragonés estrenó La gran ilusión, obra del napolitano Eduardo De Filippo con un elenco de actores locales: Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto, Yanina Gruden, Paco Gorriz, Pablo Razuk, Ignacio Sureda y Santiago Sirur.

“Me gusta pensar que he podido cocinar un buen plato para esta casa que es el teatro San Martín”, dice el director en la entrevista con Página/12. Ambientada en los años ´50, la comedia cuestiona a lo largo de sus tres actos los límites entre realidad y ficción. Calogero y Marta, marido y mujer, están de vacaciones –en esta versión, en Mar del Plata- y en el hotel donde se hospedan asisten al show del mago Otto, quien encierra en un sarcófago a la esposa y la hace desaparecer. Mundo mágico de por medio, ella se fuga con su amante en un yate, de modo que el celoso Calogero aceptará una nueva “realidad” propuesta por el mago para no enfrentarse a la infidelidad de su mujer.

Pasqual admira la calidad de los actores argentinos. Encuentra una gran expresividad en cómo suena el castellano en su decir y esto, según subraya, lo descubrió trabajando con Alfredo Alcón. Cuenta que a mediados de los ‘80, cuando comenzaba a dirigir el Centro Dramático Nacional y buscaba al actor protagonista para montar La vida del rey Eduardo II de Inglaterra, fue Nuria Espert quien le habló de Alcón, justo por entonces en Madrid. “Se lo propuse y él aceptó y fue una suerte que no lo conociera, porque no conviene poner en un pedestal a un actor para dirigirlo”. Lo dice porque enseguida advirtió que el actor era, según lo define, un Stradivarius: “tenía una calidad técnica y espiritual enorme y fue con él que descubrí que el castellano es un idioma musical”.

-¿Por qué cree que se da esa singularidad en el habla de los actores locales?

-La musicalidad, las inflexiones que pueden darle al idioma castellano los actores vuestros tienen seguramente su origen en la mezcla de naciones que habéis recibido. Esta obra la hice en Italia, en napolitano, como fue escrita. Y sabía yo que solamente podría trasladar esa partitura aquí, para tocarse con la música porteña.

-¿Qué cualidades encuentra en esta obra?

-Es como una peladilla: dulce por fuera pero por dentro, al morder, se encuentra lo amargo de la almendra. Es un teatro auténtico, como diría Peter Brook, escrito por un gran actor como era De Filippo, quien escribió para sí mismo el papel del mago –un filósofo vividor, con un porcentaje importante de chanta- pero que también hizo del marido, un hombre de buena familia que se crea una ilusión para sobrevivir. Yo creo que con los rusos y los ingleses, los napolitanos son los mejores actores de Europa. La obra fue escrita contemporáneamente a las de Beckett y Ionesco, lo cual puede parecer extraño, pero De Filippo estuvo siempre fuera de toda tendencia. Es un autor que es todo un mito en Nápoles.

-¿Sigue siendo un mito hoy?

-Sí, hablar de él allí es como hablar de la Macarena en Sevilla, porque De Filippo representa a Nápoles. Era hijo no reconocido de un gran actor napolitano. Y él se inventó una manera de interpretar contraria a la de su padre, que lo hacía en forma retórica. Eduardo, en cambio, actuaba con una naturalidad que estaba al límite de la no actuación. Y como autor le habló a su gente con su misma lengua del corazón, de lo triste y lo irónico que es cultivar la pillería para sobrevivir a la miseria. La gran ilusión es su obra más poética, es un homenaje a Pirandello, un autor que De Filippo admiraba.

-¿Y por qué la eligió para hacerla aquí?

-La poesía de la obra la tenéis muy cercana, por la ascendencia. Y me parece casi un título argentino, porque habla de un mundo en donde cada vez más se tiene que aplicar la resignación, una palabra que yo detesto. Sin lugar a dudas la obra habla de un mundo de mierda en el que se puede, por qué no, tener el derecho a vivir de una ilusión para soportar la vida.

*La gran ilusión, Sala Casacuberta del teatro San Martín, de miércoles a sábados a las 20.30 hs. y domingos a las 19.30 hs.