Jane Goodall está de visita en la región y pasó por Argentina. A sus 90 años, congregó a 2.000 personas en Buenos Aires. Son las celebraciones de toda una vida estudiando la vida de los chimpancés, trabajando a favor de las comunidades postergadas que viven en derredor de los monos en África, defendiendo los bosques y siendo una mensajera de paz. Con halo de maga (tiene un mantón colorido que la recubre, el pelo blanco, la mirada serena) dice: “Los días más felices de mi vida fueron en África”. Cuenta su historia y la de los monos. Habla de los chimpancés y de la rusticidad de los varones ocupando espacios de poder: “Los chimpancés machos tienen actitudes autoritarias y muy agresivas. Me hacen acordar a algunos líderes políticos”.
Sus ojos son del color que tenía el Nilo en la época victoriana: un verde azulado. El actor Boy Olmi, su principal anfitrión en Buenos Aires, dice que tienen el color de todas las aguas y de todos los cielos: cambian. Hay horas en que se vuelven grises y más cristalinos. Es hermoso ser testigo de su gracia, verla saborear la gran aventura de su vida como si estuviese sucediendo ahora, en tiempo presente. Entrecierra los ojos, de a ratos se lleva la mano al corazón. “Terminar con la pobreza es lo más importante que tenemos por delante. Si no podemos ayudar a las personas no podemos ayudar a los chimpancés ni a ninguna otra especie”. Lo dice en la capital de un país donde 1 millón de chicos se van a la cama sin comer y, es muy posible que sus padres o acompañantes tampoco. En este 2024, 10 millones de personas comen menos verdura, menos carne y menos lácteos que el año pasado. Se están alimentando a base de harina y azúcar. En lo que va del año, el 70 por ciento de los chicos vive en situación de pobreza y el 30 bajo la pobreza extrema. El dato de Unicef aparece cuando se producen los días más fríos del año. Irse a dormir con la panza vacía y con frío es algo intolerante. ¿Por qué el grito de basta no llega hasta la luna?
Casi en paralelo, el gobierno nacional manda al congreso un proyecto de ley para bajar la edad de imputabilidad a los 13 años. No podemos garantizar que coman. Antes, garanticemos que vayan presos. Como si sus males, las problemáticas que los aquejan, no fueran una consecuencia directa de las acciones u omisiones de los adultos. En consonancia con los datos de Unicef, un nuevo informe de la UCA (Universidad Católica Argentina), reveló que el 63 % de los chicos y adolescentes en el país son pobres y el 16,2 % indigentes. A esa franja de la población apuntan los liderazgos de la política reinante. Para culpabilizarlos de las violencias que engendramos los adultos y, si es necesario, meterlos presos.
Dejo abierta mi ventana con Jane, la otra con los datos de la pobreza y la noticia de la baja en la imputabilidad de los menores. Salto a ver videos en YouTube. Encuentro un reportaje de hace un par de años, al chileno Gastón Soublette, profesor de filosofía y estética de la Universidad Católica. La publicación figura con el siguiente título: Lo que ocurre es que la gente ya no aguanta más. En los primeros minutos dice lo que siento: “Esta sociedad planetaria es un infierno”.
Gastón tiene 97 años. Es un experto en filosofía oriental, cultura popular e indígena. Es Musicólogo y compositor. Hablando de las sociedades que conformamos y la organización espantosa que nos damos dice que “El hombre se cae para afuera”. Imagino una olla grande como esos calderos que se dibujan en los libros de cuentos. Y en el borde de esa vasija hay un hombrecito que representa a todos los hombrecitos del mundo, a la cultura actual. Si se cae para adentro formará parte del caldo de la vida que se cuece ahí dentro. Si cae para afuera, se desvanecerá, ya no será parte del alimento, es decir del nutriente que fortalece la trama vital. “Se cae para afuera”, dice Soublette. Colapsa, desaparece, ya no forma parte de nada. “El hombre se desvanece porque ha perdido su interioridad”, dice Soublette. Perdió la espiritualidad y no alcanza a reconocer nuevos valores. Perdió algunos, que posiblemente ya no resulten útiles frente a sociedades tan complejas, pero tampoco diseñó los nuevos.
¿Cuál es el marco, dónde está la referencia, cuáles son los limites para el cuidado que requiere el Nosotros? Estas carencias, definen a la sociedad industrial que se termina, concebida en una parcela de la mente donde pierde valor el prójimo en favor de los negocios. Soublette habla de la desmesura de la ambición: “Lo único que existe para este hombre de la era industrial es la economía y la tecnología. Como si a ese carro debiésemos subirnos todos”.
La ecuación práctica a la que nos lleva Soublette es la siguiente: “El mundo está dominado por, se calcula, 10 o 15 millones de personas que detentan el capital, las más grandes fortunas, y 7.500 millones dependemos de ellos porque nos dan un trabajo, ellos nos pagan”. Habla de la acumulación de capital y la concentración del poder que va contra el bien común. Y no resulta un eslogan la frase porque el profesor utiliza una narrativa cercana para que todas y todos podamos entender. “Las grandes masas, hacinadas en las ciudades, ya no saben lo qué es ser feliz”. Un pequeño grupo detentando todo, los hace perder el encanto y las ilusiones. Se sienten fuera. Hace foco en los hombres poderosos que manejan negocios privados y en los gobiernos que destinan sus mayores presupuestos para la guerra.
Pero hay algo que, este filósofo de 97 años dice, podría amarrarlos, detener la avaricia y la falta de límites que tienen. Hacerlos desistir, enfocar para otro lado. Y eso es el cambio climático, el calentamiento global. Eso podría hacerlos planificar en otro sentido. “El mar subirá en los próximos 20 años hasta 6 metros, ciudades y países enteros quedarán bajo el agua”. Cita a Brasil entre los ejemplos más cercanos.
Se me aparece Jane otra vez. La maga. Voy a su ventana donde tengo los apuntes de su conferencia en Buenos Aires: “El intelecto humano tienen una gran capacidad para resolver pero siempre me gusta hacer la distinción: una cosa es el intelecto y otra la inteligencia humana. ¿Que especie inteligente destruiría el espacio que habita?”
Busco salidas sin necesidad de abrir más ventanas. Para Soublette está emergiendo del propio inconsciente colectivo un nuevo sujeto. Dice que lo ve en los jóvenes, especialmente. El modelo emergente, es radicalmente opuesto a lo que conocemos. Esta nueva humanidad se pregunta ¿Quién soy en medio del caos? Y a partir de ese descubrimiento, del trabajo que eso implica, activa: El cambio que yo pretendo en el mundo, lo haré yo mismo. Y después buscaré a otras personas, y nos vamos a ayudar unos a otros a formar un mundo, aunque sea pequeño, un mundo distinto. Lo que yo quisiera para la totalidad empiezo practicándolo en mi casa interior. Ocurre en Europa, en Latinoamérica, ocurre entre nosotros pero “No hace noticia”, dice el viejo profesor.
Y me quedo pensando en eso una vez más. ¿Por qué “no hace noticia” lo que realmente importa resolver? La economía de porquería, los chicos con hambre, la necesidad de la paz, el calentamiento global, el descontento, el infierno en que se transforma la vida. Eso no está, por lo corriente, en las noticias. Las sociedades sustentables, es decir las que perdurarán en el tiempo, estarán conformadas por esas personas que ya entendieron el valor de reforzar el interior de cada uno, ser fuertes en eso, y luego sumar para armar comunidad. ¿Por qué no figura en la narrativa actual lo que también dice la etóloga Jane Goodall? “Viajo 300 días al año y conozco a personas maravillosas haciendo cosas maravillosas en todo el mundo”.
Voy a dejar todas las ventanas abiertas para que siga entrando el aire fresco que me devuelven estas personitas amadas. Sabiendo que no nos queda mucho tiempo para actuar, dejan dicho, con el gesto y la palabra, que deberemos ser fraternos, universalmente fraternos, cultivar la dulzura, la compasión y la humildad. Desistir de los extractivismos en cualquiera de sus formas, los tenemos incrustados hasta en la idea del amor. El empecinamiento por sacar y nunca dar, nos empobrece. Nos quita la energía vital para el gran desafío del siglo, el cambio radical que nos espera.
“Tenemos que alcanzar la última estrella en medio de la noche más oscura. La estrella no se acercará a nosotros. Hay que llegar como sea.” La frase es de la menor de estos dos que me deslumbran: Jane Goodall, la de 90.