La intención inicial de dos compañeras suyas, a la vez de militancia y de escuela secundaria, era prender unas velas para recordarlo a 50 años de su asesinato. Pero la iniciativa fue creciendo y al final quedó convertida en algo que sucederá este jueves 22 a las 18.30: Eduardo Bekerman será homenajeado en el claustro central del Colegio Nacional de Buenos Aires. Es el mismo lugar donde fue velado en 1974, luego de que el terrorismo paraestatal de la Triple A lo acribillara a balazos. En estos 50 años las investigaciones pusieron al descubierto una realidad a la que se le van agregando detalles nuevos: el dispositivo de aniquilamiento de militantes populares en la zona sur del Gran Buenos Aires.
Bekerman, apodado “El Roña” por sus compañeros, nació el 2 de mayo de 1955. Cuando lo mataron apenas había cumplido 19 años. Ingresó al Buenos Aires en 1968 y cursó su último año, sexto, en 1973. Pero como debía materias, en 1974 todavía era considerado alumno y no ex alumno. Ése fue el argumento que utilizó entonces el todavía rector del CNBA, Raúl Aragón, de completo acuerdo con las agrupaciones políticas, que representaban alrededor de la cuarta parte del alumnado en ese momento: peronistas de la JP-Regionales, Frente de Lucha de Secundarios, comunistas, miembros de la Juventud Secundaria Peronista y trotskistas de Política Obrera.
Bekerman revistaba en la Unión de Estudiantes Secundarios, de la JP-Regionales, y fue reivindicado como integrante de Montoneros. En los meses previos a su asesinato había recibido la misión de organizar la UES en la zona sur del Conurbano.
Aragón, profesor de Historia con prestigio por su defensa de presos políticos en la dictadura 1966-1973, trayectoria que completaría más tarde como cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, había llegado al rectorado por designación de Rodolfo Puiggrós, a su vez rector de la Universidad de Buenos Aires nombrado el 25 de mayo de 1973. Tanto Aragón como Puiggrós y su equipo, formado entre otros por Ernesto Villanueva, fueron desde un principio un blanco señalado por la Triple A. El 1° de julio murió Juan Domingo Perón. Los asesinatos aislados y los atentados con bombas se hicieron cada vez más sistemáticos, como un prólogo a la represión a escala industrial de la dictadura tras el golpe del 24 de marzo de 1976.
Cuenta Adriana Robles en su libro "Perejiles, los otros Montoneros" que a Bekerman "lo levantaron de un bar donde estaba con otros dos compañeros organizando los actos del 22 agosto", a dos años de la masacre de Trelew de 1972. Escribe Robles: "Los metieron en una Citroneta, los llevaron a un descampado y los acribillaron a balazos. Eran tres: el Roña, Pablo van Lierde y otro compañero más de apellido Baglietto que sobrevivió en ese momento". Lo describe como "un tipo que deslumbraba por su inteligencia y capacidad política", no muy alto, "bastante desaliñado y 'papelero' al estilo Minguito y muy simpático y jodón".
Las Tres A habían secuestrado al grupo en la pizzería "El Chiche" de Bernal. A Carlos Baglietto lo creyeron muerto y lo dejaron tirado junto a los otros dos. Militante de la Juventud Trabajadora Peronista, fue rescatado por sus compañeros pero al año siguiente volvieron a secuestrarlo y lo asesinaron. Una calle de Quilmes lleva su nombre.
Un trabajo académico de Carlos Fernando López de la Torre, "La Alianza Anticomunista Argentina. Análisis de su trayectoria y articulaciones represivas", editado en 2020 en México, destaca el desarrollo de la práctica de combate contra un supuesto "enemigo interno" y su articulación con una trama represiva de "fuerzas estatales, cuadros civiles de la derecha peronista y otras fuerzas paraestatales". Explica López de la Torre que el modus operandi de este verdadero escuadrón de la muerte argentino "se caracterizó por la inhumanidad en el trato a las víctimas, con el doble objetivo de despojarlas de toda dignidad al corporizar la figura del 'enemigo subversivo' y generar el miedo social necesario para el disciplinamiento de la población". Y da ejemplos: "confección de listas negras, atentados con coches bomba, acribillamientos a mansalva, ejecuciones colectivas ('masacres'), mutilación y abandono de cadáveres en sitios públicos". Para el investigador, el momento de apoteosis de la Triple A transcurrió entre julio de 1974 y 1975.
La primera acción reivindicada por el escuadrón paraestatal no fue un blanco peronista sino el atentado del 21 de noviembre de 1973 contra un senador radical, Hipólito Solari Yrigoyen, hombre de una trayectoria siempre comprometida con los derechos humanos. La bomba colocada en su auto no lo mató, sin embargo. Luego se exilió en Francia, donde durante la dictadura se convirtió en un dirigente importante en la lucha contra las desapariciones forzadas. Hoy, a los 91 años, es el presidente honorario del Instituto Yrigoyeneano, una entidad que preside Diego Barovero, vicerrector del turno vespertino del Nacional Buenos Aires. En ese turno se hará el homenaje a Bekerman.
(Los organizadores del homenaje a Eduardo Bekerman informaron que el acto es abierto. Aclararon que por disposiciones administrativas del Buenos Aires quienes vayan el 22 de agosto a las 18.30 a Bolívar 263, CABA, deberán comunicar antes su nombre y su DNI al correo [email protected])