Parece imposible definir ahora mismo este momento histórico: más allá de nombrarlo, la dificultad estriba en atinar a diagnosticar si estamos bajo o sobre la tierra, si las experiencias y enseñanzas que nos rodean apuntan a la definitividad de la muerte o la lejana posibilidad del legado, y si las fuerzas que recordamos están sumidas y canceladas, o germinando en su promesa de posteridad.
El artista estadounidense Robert Smithson escribió en 1966 “Entropía y los nuevos monumentos”, y en enero de 1970 utilizó una excavadora para semienterrar un cobertizo en el campus de la Universidad de Kent, materializando un tipo de antimonumentalidad contraria a idealizar los procesos de modernización. Produjo así la alegoría de un contramonumento cuya arquitectura se arruinaría de manera progresiva por el peso de su propia historia. El 4 de mayo siguiente, la historia misma se apropió agresivamente de esa hipótesis. En aquel mismo campus, la Guardia Nacional asesinó a tiros a cuatro jóvenes que participaban en una manifestación contra la invasión estadounidense de Camboya.
Alguien escribió con pintura blanca en el cobertizo semienterrado: “MAY 4 KENT 70”, resignificando el Partially Buried Woodshed (Cobertizo parcialmente enterrado) como un memorial no oficial de la Masacre del Estado de Kent. Hoy solo restan indicios de la cimentación del cobertizo: una huella fantasmática sobre la superficie de la tierra.
También en 1970 se publicó en los Estados Unidos Una filosofía del futuro, una colección de conferencias impartidas por el filósofo alemán Ernst Bloch en la Universidad de Tubinga, donde pasó sus últimos años después del exilio que entre 1933 y 1948 le hizo recorrer Europa hasta recalar en Nueva York escapando del nazifascismo europeo. Las conferencias giraban en torno a una concepción no lineal de la historia, con excepción de la inercia entrópica de la modernidad que para Bloch era conducente a la destrucción. Walter Benjamin, mediante similares imágenes, planteaba en “Excavar y recordar” (1932) que el recuerdo conlleva un trabajo de localización, extracción y actualización de aquello que buscamos rescatar en concreto para, trayéndolo al presente, convertirlo de nuevo en útil, dejando así en suspenso la linealidad de las relaciones entre pasado, presente y futuro establecida por el historicismo, contraponiéndose también a la invocación nazifascista del mito como un pliegue de la historia. Benjamin apuntaba que remover las tierras consistiría de por sí en el trabajo de sacudir enérgicamente el orden establecido de una serie de capas acumuladas.
“Monumentos de historia y entropía parcialmente enterrados” convierte la Sala PAyS del Parque de la Memoria en una constelación de elementos inestablemente dispuestos de acuerdo con los procedimientos de desorganización del orden temporal y material que se deducen de las historias anteriores: excavaciones, interrupciones, yuxtaposiciones contraintuitivas, actualizaciones de referencias pasadas que ahora conviven de nuevo con nosotres al igual que los cuerpos que ya no están físicamente presentes o que están por venir. En ese mismo sentido, no se trataría propiamente de una “exposición”, sino de una indagación que se plantea en un tiempo que se sabe a la vez ya tarde y aún demasiado temprano: una aurora vespertina. Es al mismo tiempo una arqueología de las iluminaciones y derrotas que conviene traer a cuenta en un momento de emergencia, y un archivo futuro de sueños. Una caverna, un aula y un herbario.
No nos parece fuera de lugar acoger al público con algo que es un deseo más que un argumento: la esperanza de que los diagramas de ideas fragmentarios que se incuban aquí puedan servir en un momento donde los nuevos autoritarismos y las nuevas antiguas violencias asoman en una variedad de falsificaciones. Exhumamos la esperanza de que este prototipo de proyectos y ruinas de lo público sirvan para actualizar el nombre de este lugar que se denomina con un bello oxímoron: Parque de la Memoria.
* Texto de presentación del artista y los curadores. En la sala PAyS del Parque de la Memoria, Avenida Costanera Norte Rafael Obligado 6745, de martes a domingo -y feriados-, de 11 a 17; hasta el 20 de octubre, con entrada libre y gratuita.
A cien años de la Masacre de Napa'alpí
En el Parque de la Memoria también se exhibe una muestra grupal de Camila Barcellone, Tati Cabral, Paola Ferraris, Fiorella Anahí Gómez y Celeste Medrano para conmemorar el centenario de la masacre de Napa’alpí, Chaco. La curadora, Kekena Corvalán, explica que la exposición configura “un relato de muchos relatos que busca encontrarse, en el Parque de la Memoria, frente a un río que acuna violencias y emancipa memorias, el mismo río Paraná que baja desde la tierra montaraz donde una comunidad sueña, ama y late cotidianeidades. Lo que aquí se ofrece es un archivo blando, pegajoso, llorado, reído y bailado, sentido y sostenido entre amigas. Contar, duelar, festejar, buscar justicia social, visual, poética, curatorial, política. El 19 de julio de 2024 se cumplieron cien años de la Masacre de Napa'alpí, y ante esta y tantas masacres, alguien que no está sola dibuja y pinta para no perder la memoria”.