Entre el camarín y el escenario de un teatro se despliega un viaje espectral en el que un actor y un personaje buscan conocer los secretos de la creación artística perdurable. Guiados por un singular mefistófeles, sabedor de lo que conviene hacer en todo caso, ambos personajes atravesarán círculos infernales habitados por escribas especializados en el falso elogio, gestores culturales y demás burócratas que sólo tienen tiempo para los artistas rentables. Este es el planteo argumental de Manual para armar un sueño, obra de Eusebio Calonge, dramaturgo de La Zaranda (Teatro Inestable de ninguna parte), que el grupo dará a conocer el miércoles próximo en el Teatro Regio (Av.Córdoba 6056) bajo la dirección de Paco de la Zaranda.

Estrenado en abril pasado en Toledo, este último montaje de la compañía jerezana está interpretado por Gaspar Campuzano, Enrique Bustos y Francisco Sánchez, los mismos actores que fundaron en 1978 este grupo que, desde su primera gira latinoamericana, ocurrida en 1988, mostró en Buenos Aires todas sus creaciones salvo El desguace de las musas, a causa de la pandemia.

Irónicamente, el nombre del espectáculo promete consejos para concretar un anhelo pero ofrece en cambio un inventario de calamidades que un artista debería sortear, al menos si aspira a una creación teatral honesta. Y cuantas más dificultades se les presenta a los personajes, mayor es la cuota de humor que destila el conjunto. Sin embargo, parafraseando a la escritora Anise Koltz, los personajes de La Zaranda andan y andan sin llegar a nada pero así es como se convierten en el camino mismo. “Nosotros surgimos contra la indiferencia, batallamos continuamente por conseguir o mantener la expectación de un público”, dice Calonge a Página/12, al tiempo que subraya que las obras del grupo implican su posicionamiento en contra de la banalización progresiva de la cultura.

-Aquí no pudimos ver El desguace de las musas. ¿Qué ligazón mantiene con este nuevo espectáculo que también tiene lugar en un teatro y habla en forma crítica del mundo de la creación escénica?

-En El Desguace de las musas, aunque transcurriera en un ínfimo cabaret, su trasfondo hablaba de la historia de España. En Manual para armar un sueño, yo diría que el tema transciende al hecho teatral. Es la obra con más referentes literarios que ha creado La Zaranda. Segismundo y Don Quijote son los mitos que entretejen su trama, comenzamos bajando a la cueva de Montesinos y allí desenterramos un espejo, esa imagen turbia, confusa, entre la realidad y la ficción, los sueños y los deseos, entre el actor y el personaje.

-¿Cuál es su accionar?

-Aquí los personajes deciden, como en las obras medievales, qué puertas cruzan, qué destino siguen, si el de las tentaciones, que sea cual sea nuestro oficio la vida ofrece, o el de la dignidad. A nuestra manera de ver, es un canto a la esperanza. La esperanza es un reto que se afronta con todas sus consecuencias, no es la confianza de que todo irá bien, sino saber que la vida tiene un sentido, sin que importe el resultado final.

-¿Cómo hace La Zaranda para que un lenguaje escénico trabajado en tantas producciones no se convierta en una fórmula estética?

-Por supuesto hay un riesgo grande, y una tensión que cruza la obra, entre ese lenguaje que te identifica y lo que el teatro tiene por revelar, lo que te lleva al desconocimiento, a esa niebla que es el único territorio posible para la creación. Para esto hace falta el fervor, la fe en el propio teatro más que la confianza en lo que haces.

-Los personajes de Manual para… aseguran que en el mundo del teatro sólo se escucha a quienes no tienen nada para decir, ¿En qué medida ustedes coinciden con esa afirmación?

-Del mundo en general es la sensación que percibimos. La censura opera ahora sumergiendo a la gente en informaciones irrelevantes. La información sin reflexión no es conocimiento, las ideas han sido abolidas en aras de las opiniones, y estas, como ya sabía Nietzsche están al alcance de cualquiera.

-¿Cómo reciben sus obras los más jóvenes, los que no han visto sus anteriores trabajos?

-Nosotros procuramos el encuentro con algo desconocido, también mostramos un modo de hacer teatro con muy pocos recursos económicos y ambas cosas, creo, las agradecen. En un tiempo en que el mercado puede desalentar cualquier hecho artístico, queremos contagiarlos, alentar un compromiso con su propia imaginación. Nosotros con casi cincuenta años de trayectoria a la espalda, vamos cerrando puertas, los que vienen detrás tendrán que abrir las propias, y decidir.

-Manual para… aborda el tema de los subsidios a la cultura. ¿La Zaranda continúa creando sin ayudas económicas ni apoyos institucionales?

-De momento le puedo decir que estamos en Buenos Aires por nuestros propios medios. Hemos tenido ayudas puntuales, porque estas sirven para engrasar una maquinaria burocrática, cada vez más absurda. Pero ya tenemos claro que la pelea no es contra el mundo, que poco puede darnos, sino por escuchar lo que el teatro aun le quede por decirnos.

-¿Qué sueño le falta armar a La Zaranda luego de 47 años de andadura teatral?

-Continuamos soñando con un teatro que se dirija a todo el mundo, no desde modas ni estudios de marketing a los que no les interesan los espectadores sino la taquilla. Soñamos también con un teatro que se pueda expresar con entera libertad, sin las injerencias del poder con su corte de aduladores y legión de burócratas. Soñamos con un teatro que le hable al alma de cada espectador, y que pueda producir unas emociones elevadas y no con la chabacanería y la frivolidad que hoy se salpica la cultura. Soñamos, finalmente, con que el teatro no pierda su dignidad, que no sea este arte casi desaparecido en este mercado de vanidades, reducido a una oferta más de ocio, o usado como mera propaganda. Esos sueños que, como decía Juan Ramón Jiménez, “quedaran en pie cuando yo muera”.

*Manual para armar un sueño, Teatro Regio (av. Córdoba 6056), de miércoles a domingos a las 20 hs, hasta el 8 de setiembre.