Las imágenes gigantes y los sonidos intensos impactan como todo y siempre en el universo icónico de Pink Floyd. El inmenso muro y sus ladrillos abiertos traducidos a gran escala escenográfica. Un ser tieso, como a punto de ser devorado por las bocas de las dos caras que ilustran la tapa de The Division Bell. Una pintura original de Syd Barrett, de cuando le daba por dibujar. La interpretación de “Comfortably Numb” en el Live 8 de 2005, que marcó la última aparición del grupo. El profesor de The Wall, creado por Gerald Scarfe inflado, y con sus ojos enfermos. Vitrinas y estantes poblados con memorabilia vinculada a letras de canciones escritas a mano por Roger Waters, instrumentos musicales -el kit de batería ‘Hokusai Wave’ usado por Nick Mason de 1975 o el bajo “Ovation” que Waters empuñó entre 1974 y 1978, por caso. El hombre de saco y corbata que se incendia, mientras le da la mano a otro, en la lámina interna de Wish You Were Here. Ese otro -pero en versión maniquí- lleno de lámparas y sentado en una cama, que yace en la tapa de Delicate Sound of Thunder.
Todo -y mucho más- es lo que le impactó a Daniel Grinbank cuando asistió en 2017 a la puesta debut de The Pink Floyd Exhibition - Their Mortal Remains en el Victoria and Albert Museum de Londres. Y se tentó. “Me gustó lo que vi, entré en la cola para poder presentarla y logré llevarla dos años después al Centro de Exposición de Madrid”, cuenta a Página/12 el productor argentino y fan declarado de Pink Floyd, días antes de la llegada de la exhibición a la Argentina, donde se expondrá desde el martes 10 de setiembre en el pabellón Frers de La Rural. “Me interesó mucho porque conlleva de manera muy inteligente todo el material visual con el audio no solo musical sino también con comentarios en primera persona de cada uno de los músicos de Pink Floyd. Por otro lado, es la primera exhibición del palo musical, totalmente legalizada y curada con la supervisión de los músicos, y homologada por ellos”, detalla y destaca Grinbank.
La experiencia interactiva-inmersiva llega al país luego de haber pasado con gran aceptación popular por Londres –donde la vieron unas 400 mil personas, además de Grinbank-, Roma, Madrid, Dortmund, Los Ángeles, Montreal y Toronto. Producida por Michael Cohl, curada por Aubrey “Po” Powell -creador junto a Storm Thorgerson de Hipgnosis, agencia que diseñó la lisérgica portada de A Sacerful of Secret, el segundo disco de Floyd, y de The Dark Side of the Moon, entre otros grandes discos de Yes, Led Zeppelin y Black Sabbath- y supervisada por los miembros sobrevivientes de la banda (el baterista Nick Mason, en especial), la exposición presenta unos 350 artefactos inherentes al devenir de la banda desde su fundación en 1965 hasta sus últimos días. “Algo muy bueno también es que la exhibición tiene bien demarcadas las diferentes etapas del grupo: la psicodélica bajo el marcado liderazgo de Syd Barrett, la progresiva-sinfónica posterior, la parte más hitera;y la posterior a la partida de Waters, marcada por el liderazgo de David Gilmour”, destaca el productor acerca de este viaje onírico, volado y cronológico sobre la historia audiovisual de uno de los grupos más extraordinarios que ha parido occidente.
“La exhibición muestra también la última performance que hicieron en vivo tocando juntos en Live 8, 2005, en el Hyde Park de Londres, y se reproduce con muy buena calidad sonora. Lo sé porque estuve en ese concierto, que se hizo porque se juntaba el G8 en Escocia y había un llamamiento por el medio ambiente. Vi esa actuación, y para mí tenía un valor simbólico ver a Roger y a David tocando juntos, porque solo había visto a Floyd después de Waters, y a Waters solista, pero nunca juntos. También entendía que la cosa no daba para más que para hacer ese puñado de canciones que hicieron y entonces es un documento interesante poder verla en la exhibición. De todas formas, es algo muy, muy parejo. Si se lo compara con un disco, no es de los que tienen el hit y lo demás de relleno sino un todo compacto, en el que el melómano va a encontrar joyitas y el público en general también”, dice el titular de DG Experience, productora encargada de traer la muestra, cuyo tiempo total de recorrido está en el orden de los 90 minutos.
-Muy Floyd lo que decís, no solo en lo conceptual, sino en la sinergia entre lo popular y lo de culto.
-Totalmente. Los tipos son obsesivos, a punto tal que vienen 18 personas a montar la exhibición, cuando normalmente vienen solo uno o dos a supervisar. Vienen como en un concepto de recital, casi, y es muy importante agregar que, a diferencia del resto de las presentaciones, en la de Buenos Aires va a haber como novedad la incorporación de una serie de videos que se hicieron para el 50° aniversario de The Dark Side of the Moon, que fue el año pasado.
-¿Hasta cuándo estará la exhibición en La Rural?
-En principio, hasta el 10 de noviembre, pero tal vez se extienda hasta fin de año. Esto es probable por los antecedentes. Recordemos, por citar algunos ejemplos, que Roger llegó a hacer nueve shows en River con The Wall. Película que, a su vez, estuvo diez años en cartel, en el Select Lavalle de Corrientes, por supuesto por fuera de lo que fue el circuito convencional de cine.
-Habida cuenta de que sos fana de Pink Floyd, ¿qué te pasó en lo sensorial la primera vez que viste la muestra en Londres?
-Me gustó, me llenó, me satisfizo. Me pareció que tenía mucho material, muy interesante. Ejemplo: Pink Floyd se caracterizó siempre por tener un cuidado de las portadas interesante y me pareció que estaban muy bien realizadas las escenografías de las tapas de los vinilos. También me pareció que el material fílmico era extraordinario, porque había logrado en una muestra trasladar lo que había sido una banda que tuvo distintos procesos y distintos liderazgos. La parte más melómana, previa a Dark Side of the Moon, estaba también muy bien representada. Si alguien quería tener una película completa de todo lo que sucedió en la vida de Pink Floyd, ahí estaba desde que se formó en 1965 hasta que dejó de actuar bajo el liderazgo de Gilmour. En fin, me satisfizo mucho como espectador y, como siempre, parto que primero me la tengo que creer yo, porque si no me gusta a mí pienso que no le va a gustar a los demás. Eso no quiere decir que todo lo que me guste a mí sea trasladable al público en general, pero en este caso sentí que sí.
-Alguna experiencia de conectar lo subjetivo con lo social en términos musicales tenés, digamos.
-Digamos que sí (risas). Aunque me he comido algunos garrones, pero sí… De diez, pego siete, vamos a ponerle (risas).
-Se conoce que Nick Mason trabajó mucho con Aubrey Powell para la exhibición. ¿Waters y Gilmour también se pusieron la camiseta?
-Sí. De hecho, estamos haciendo un sorteo entre quienes compren las entradas para verlo a Gilmour en noviembre en el Madison Square Garden. Y Waters, bueno, sabemos que hay un conflicto entre ellos, y el amor-odio de él para con la exhibición tiene mucho que ver con su relación con Gilmour. Pero, bueno, sí, digamos que el que empuja más es Mason. Es más, incluso vino a la apertura de la que hicimos en Madrid. Nick sería Ringo Starr si la muestra fuera de The Beatles.
-Y nuestro Rodolfo García, si hubiera habido en su momento una de Almendra.
-Por supuesto, Rodolfo a escala nuestra. En fin, son dos personalidades muy fuertes las de Gilmour y Waters. De hecho, cuando Roger se fue, pidió que no siguiera Pink Floyd e incluso hubo un juicio de por medio en ese sentido. De todas formas, la exhibición es algo que está homologado por todos. Es más, los managers tienen que aprobar los lugares dónde va la muestra, los productores, el marketing, qué se puede comunicar, qué no… Hay una supervisión bastante fuerte por parte de ellos. La muestra les pertenece a todos.
-Se descarta que fue una actitud intrépida encarar semejante movida en medio de este contexto tan terrible que está atravesando el país.
-Todo lo que se cobra en pesos y se paga en dólares, en la Argentina, siempre es bravo. Ahora, en este contexto de recesión, de clase media cada vez más afectada, uno sabe que su universo se va achicando, y entonces yo, como promotor no solo de esta muestra sino de shows, cuando antes buscaba sponsors, ahora busco las cuotas que le dan al público las entidades financieras para acceder a las entradas. Las cuotas son cada vez más la estrella para que la gente pueda tener cierto nivel de consumo.
-Cuando trajiste por primera vez a Waters (Vélez, marzo de 2002) el contexto era similar. ¿Cómo la piloteaste aquella vez?
-A ver, lo llevo más atrás: todo los que tenemos el componente de producciones internacionales, tenemos bien presente Palito Ortega-Frank Sinatra. Después, las devaluaciones, las recesiones, todos estos procesos, estos vaivenes de la economía argentina produce una adrenalina extra a la que es, en relación a si hicimos bien el marketing, si pusimos bien el precio, si hicimos bien la locación… Todo esto tiene un componente extra para todos. Vuelvo: cuando vino Waters, pese a la crisis fuerte, llenó dos Vélez, porque era la primera vez que venía. Después hicimos Dark Side of the Moon en River.
-Pero en un país totalmente diferente: 2007
-Totalmente, porque en 2002 se estaba saliendo de la convertibilidad. Pero, bueno, Waters era un polo de atracción muy fuerte, dado que era esperado mucho por el público argentino. De todas maneras, 2002 tenía componentes de locura económica argentina pero con otros matices, me parece. Creo que la clase media consumidora de espectáculos no estaba tan afectada como lo está ahora. Para mí, esta que estamos pasando es la etapa más complicada, aunque tal vez diga lo mismo dentro de diez años.
-¡No seas tan pesimista!
-(Risas) Es que se está haciendo todo cada vez más difícil. La prueba es cuan menos competitivos nos volvimos en términos internacionale, como para hacer ofertas seductoras a grupos que trabajan en el hemisferio norte para que vengan al hemisferio sur; sacando los grandes festivales, claro.
-Eso pese a la pasión que tiene el público argentino para con las grandes bandas de la historia del rock. Es una plaza emocional muy fuerte…
-Absolutamente. Pero lamentablemente, la emoción no la puedo llevar al banco y convertirla en dólares (risas). Si se pudiera pagar con emoción, no tengo la menor duda que tendríamos un tráfico de artistas extraordinario, pero lamentablemente la emoción solo nos da un plus: a igualdad de oferta, nos miran con más cariño. Por lo demás, hay una incidencia cada vez mayor del costo de los traslados, los hoteles, los viáticos. Tenemos las sociedades de gestión más caras del mundo y los impuestos más altos del mundo. Y con todo esto, unido a las grandes distancias, se hace cada vez más difícil. Los costos extra, independiente de lo que cobran los artistas, se hacen cada vez más engorrosos, y no se pueden trasladar a la entrada, porque la gente tiene ingresos cada vez más restringidos. En fin, trato de ponerle un poco de bocho para ver cómo puedo jugarle a la crisis.
-La experiencia debe ser clave para gambetear las crisis…
-Es como el ABC, sí. Digamos que las crisis van dejando gente en el camino y nosotros somos sobrevivientes, empresarialmente hablando, sobre todo en un período en el que la concentración de las corporaciones se volvió mayor. Hace 20 años, yo competía con empresas con las que hoy me es imposible competir. Entonces, empecé a incentivar contenidos propios. Las muestras, por ejemplo, son un área de desarrollo interesante. Y luego, bueno, hacemos lo que podemos en términos de shows internacionales.