El 6 de agosto comenzó la ofensiva ucraniana a través del territorio ruso de Kursk, una operación militar que, si bien tiene una eficacia limitada, posee en cambio una importancia política sustancial.

El objetivo de fondo es golpear a Rusia, infligiendo una inmensa humillación al gobierno de Vladimir Putin y una demostración efectiva de que ni Ucrania, ni mucho menos la OTAN, tienen “líneas rojas”