Desde Barcelona

UNO La cosa es así, piensa alienado Rodríguez viendo ese asfixiante póster con manopla en cabeza y cola al cuello, antes de entrar a ver Alien: Romulus. Y así temblar un poco y disfrutar del mejor efecto especial de todos: el aire acondicionado. La cosa es esta y es todo un monstruo: de un tiempo a esta parte, cuando en agosto sube la temperatura es que hace "calor extremo" y, cuando baja, lo que hay es "calor intenso". Pero ya no, en esta atmósfera, aquello de "refrescar". Ahora son variaciones mínimas sobre el aria del calor. Hace y rehace calor, sí. Y la noche anterior estalló lo que se conoce como impotente pero a la vez apasionada "tormenta seca": nada de agua pero sí horas al ritmo de truenos y rayos y centellas retumbando en el aire inmóvil y casi sólido y encendiendo todo como con ese sonido Atmos Dolby de la película que Rodríguez va a ver. Y así --imposible dormir por luz y sonido-- se la pasó en cama contando relámpagos y no ovejas (demasiada lana) para ver si así conseguía conciliar el sueño como otros intentan conciliar/afinar concierto económico catalán que hasta hace poco era inaceptable/inaudible pero ahora, de pronto, parece ser lo mejor que hay para todos. Y, sí, más efectos especiales y menos afectos especializados y, ah, esas idas y vueltas y entradas y salidas de Puigdemont como el cada vez más no octavo pasajero sino colado de tercera en una flamante y, se supone, por fin reposada aunque siempre extraterrestre Nueva Catalunya por explorar. Un territorio desconocido con el socialista de nombre Salvador Illa al frente ya poniéndose de perfil ante tantas preguntas sin respuesta por el pacto con los independentistas. Aquí, en esta región a la que ahora se quiere mansa y tranquila --aunque siempre lista para saltarte a la cara-- desde la que, sin embargo, no dejan de emitirse señales de S.O.S. o de sálvese quien pueda.

DOS Y Alien: Romulus es lo que se conoce como intercuela. Es decir --dirigida por el uruguayo Fede Álvarez-- debe insertarse argumental/cronológicamente entre la Alien de Ridley Scott y la Aliens de James Cameron. Y --como en política-- es una buena decisión para satisfacer a veteranos con guiños ingeniosos a lo que fue y seducir a novatos con esas explosiones tan parecidas a fuegos artificiales. De nuevo, nave como casa embrujada y bang-bang y, por encima de todo y de todos, ese bicho de diseño Giger (Xenomorph XX121 o Internecivus raptus) que empezó a sacar la lengua en 1979. Y todo muy rápido y vertiginoso como el mejor antídoto a la lentitud de esas ceremonias de open/close juegos olímpicos que por suerte terminaron. Y adieu París y hasta nunca a los comentaristas de RTVE repitiendo/aullando un "Ay, qué lástima" o un "Ah, qué bonito" o un "¡ESPAÑA! ¡ESPAÑA!" aunque la mayoría de los atletas ibéricos sean aliens: hijos de padres extranjeros o extranjeros futuros padres de ibéricos. Mientras, ahora mismo, para horror de puristas, una nipona gana el primer premio de baile flamenco en el reputado festival y el Real Madrid se lleva la Supercopa de Europa con cada vez menos españoles en sus filas. Y Alien: Romulus y adiós por un par de horas al agosto politizado (y, ah, esos tiempos en los que los políticos daban vacaciones), al gobernar como si se tratase de una partida de póker (bluffs y faroles y encandiles a granel) no de tanto en tanto sino todo el tiempo, a la erótica del poder deviniendo en la pornografía del poder: adiós al suave romance y hola al sexo duro y casual. Sin sentimiento, sin anestesia, sin otra palabra de seguridad que no sea --demasiado tarde-- Help! o Out! Y, de acuerdo, las tripulaciones de la saga Alien trabajan y sufren, entre vapores nebulosos, casi tanto como la cuadrilla gastronómica en la tercera temporada de The Bear (mucho "Doors!" desorbitado, sí, mucha obsesión con las estrellas, pero no las de Michelin y todas esas esclusas que, aunque se cierren herméticamente no consiguen impedir el avance de...). Pero quién las manda, siempre, a meterse donde no deben aunque las llamen, un poco como a esos catalanes y policiales mossos d'escuadra a los que Puigdemont se les escapó como xenomorfo de rarísimo peinado viejo. Sí: cualquier cosa es mejor aquí dentro, piensa Rodríguez, porque afuera está ese otro monstruo grande que no pisa fuerte sino que calienta mucho.

TRES Y que ya no se reduce y ubica y despide en final de telediarios sino que es título/noticia de apertura junto a tantas otras desgracias y catástrofes consecuencia y responsabilidad de la (in)acción (in)humana junto al avance de los mosquitos portadores del virus del Nilo Occidental y la potenciación de la sísmica viruela del mono ya en Europa. Pestes a los que cada vez más alucinados señalan como consecuencia directa de la expansión de ilegal aliens de África y retrotraen a la precuela del Covid cuando el mismo Salvador Illa era Ministro de Sanidad al frente de un nunca revelado "comité de expertos". Y --para alegría de esos magnates cósmicos anticipando a aquel futurista y próximo tycoon de la Weyland-Yutani Corp.; aunque a Rodríguez Elon Musk le recuerda cada vez más a uno de esos oficiales-androides como Ash o Bishop o David o Andy-- llegan noticias de agua en la Luna y de agua en Marte. Mientras, en la Tierra, casi toda la población tocada o hundida y cuya principal humedad es la del trabajoso sudor de su frente y del resto del cuerpo, transpirando como si arrastrase durante cientos de kilómetros todas esas piedras de Stonehenge. Y lo de antes: la noticia que se ha acostumbrado a abrir noticieros. Esos noticieros que "informan" acerca de la muerte de Gena Rowlands "estrella de El diario de Noa" y ni noticias de John Cassavetes (y a ver que "evocan" del aventurero Alain Delon). Informativos en los que transeúntes se acercan a las cámaras como moscas para opinar y decir que "no se puede estar" y rematar con risa idiota. Y la noticia es la del calor rampante, del sofocante facehugger. Sí: ya va para tres semanas de alerta calórica y de sacudones meteorológicos como danas y "lluvia tropicalizada" y vientos y granizo y alteraciones en el carácter y en el sueño de los que sudan la gota gorda rodeados de turistas gordos y xenomorfos todavía rompiendo récords de asistencia a estas tierras y colapsando trenes y aviones y cruceros y playas y degenerando cada vez más numerosos alquileres para ellos y cada vez más escasos para nativos y locales. Sí: más de seiscientos muertos en España por el calor en lo que va del verano (el verano pasado fueron 47.000 en toda Europa) con el continente recalentándose más rápido que la media mundial y de ahí, tal vez, el que haya cada vez más ahogados en las playas y cada vez más incendios estivales con los de Grecia ya casi funcionando como (des)atractivo turístico con Minotauro preguntándole al Alien de turno sin no puede conseguirle algo de curro ahí, muy arriba, y tan lejos y tan frío...

 

CUATRO Y lo cierto es que, piensa Rodríguez, esos hombres y mujeres futuristas en Alien: Romulus son iguales a los de aquí y ahora y no parecen afectados o (des)mejorados por las presentes investigaciones sobre el propio cuerpo y mente ubicando y nombrando esas moléculas que lo hacen envejecer de golpe a los 40 y 60 años o a esa proteína que da tantas ganas de hacer ejercicio y sacar músculo o... Ah, en el espacio nadie podrá oír tus gritos, pero en la Tierra todos pueden ver y oler y tocar y no gustar tus sudores.