Nito Mestre atiende presto el teléfono. Días atrás hizo en Perú lo mismo que hará los días viernes 30 y sábado 31 de agosto en el Teatro Opera (Corrientes 860): repasar a sonido de hoy los dos primeros discos de Sui Generis. Uno por día. El primero, bajo el nombre de 50 años de Vida, en obvia alusión al disco debut del dúo. Y el segundo, Canciones de Invierno, una forma de decir Confesiones de Invierno, más ciertos bonus.
“Porque la idea no es tocar los dos discos enteros y ya, obvio, sino completar ambos shows con otras canciones de mi carrera”, empieza a explicar el cantante, sobre el material de Los Desconocidos de Siempre y PorSuiGieco, más temas solistas que también serán parte del repertorio. “Además, me da por contar historias, cosas que me pasaron. No se trata de un guión fijo, sino que en vez de escribir un libro, hablo de cosas que nos pasaban con los temas, con los discos. Es la parte analógica del show, porque lo demás está todo ensayado”, ríe.
Al momento de la charla con Página/12, Nito está en Estados Unidos. Lo invitaron junto a Juanse para tocar en un evento organizado por argentinos para el Día del Amigo, en el Miami Beach Bandshell. “Estuvo bueno, porque lo que se está buscando aquí es volver a atraer a la comunidad latina al rock, porque se estaba escuchando mucho reggaetón. Por suerte, se ve que hay toda una generación nueva que se está volcando bastante al rock. Pero lo más importante me pasó en Perú”. Es que allí, en el Teatro Nos de Lima, pasó lo antedicho: la reposición de los dos primeros opus de Sui Generis acompañado por su banda actual, y dos intervenciones puntuales: la de un cuarteto de cuerdas, en el caso de Vida, y de una sección de vientos, en el de Confesiones de Invierno. “Me vino muy bien hacerlo primero en Perú, porque fue como una especie de previa, de ensayo con gente, y en la cancha se ven los pingos ¿no? La verdad es que los arreglos funcionaron de maravillas, ya sabemos de qué se trata, fueron dos días de fiesta, todo muy relajado, muy divertido, y con un público divino, 80 por ciento menores de 30 años, incluso”, asegura Mestre.
-¿Cuál sería la novedad, además de la cuestión consabida del sonido?
-Que los temas nunca se habían tocado en su orden original. Esto es toda una novedad, por supuesto. Además, otra cosa, a mí realmente no me gusta cuando se rompe un tema. Siempre pongo el caso de Bob Dylan cuando canta “Blowin in the wind” así nomás. Si no tenés ganas de cantarlo, no lo cantes, porque a mí y a todos los que están escuchando les gusta escuchar el tema tal como es. En lo que estamos haciendo nosotros la estructura de los temas es igual. Se respeta. Aunque es cierto que todo suena más potente, se escucha como hoy, porque estamos a un abismo en términos técnicos respecto del momento en que se hicieron los temas. Antes era toma 1, toma 2, y ya estaba, listo, hoy la cosa tiene otro potencial. Pero vos escuchás el tema y es el tema. No le rompemos la estructura, más allá de agregar cuerdas o vientos.
-¿Ejemplos concretos de cómo trabajaron los temas?
-Bueno, hay canciones que merecen ser tocadas como va: “Dime quién me lo robó” o “Cuando comenzamos a nacer”, por caso. Después hay otras, como “Toma dos Blues”, en el que ya no hay violín como en la original (ver aparte), sino que hay solos de guitarra y de piano. Otro caso: en un momento se habló sobre si “Un hada, un cisne” había que hacerlo más acelerado, más austero, pero finalmente se definió que no, que había que hacerlo igual que el original, solo que con el agregado de un saxo. Pero la estructura no se cambió. Pongo un ejemplo contrario, Joan Manuel Serrat vino a tocar una vez, y puso unos arreglos sinfónicos en unos temas que vos conocías solo con piano y guitarra. Pero hicieron los arreglos para que se luciera el director de orquesta más que el tema. Entonces decías "¿para qué complicaste el tema si era tan lindo?" En fin, no hago lo que no me gusta que me hagan a mí cuando voy a un show. Si voy a ver a Paul McCartney me gusta que haga “Yesterday” tal como es. Es la emoción que produce el tema en la gente, y no nosotros. Es un cuidado que llamo económico, y que hay que trabajar bastante. Fue lo que probamos en vivo y con público en Perú, y dio resultado. Hay temas como “Necesito” o “Mariel y el Capitán”, que terminamos cantando todos juntos. Se arma una fiesta bárbara.
-El factor de la emocionalidad que supera al trabajo que se le ponga a una canción, sobre todo si se trata de un clásico que el público se apropió.
-Es que la parte emocional en la música es la fundamental. El mejor piropo que podés recibir cuando termina una función es cuando alguien te dice "qué buena noche que pasé", y no cuando te marcan lo bien que cantaste, o lo rápido que es el pianista, o lo virtuoso que es el guitarrista. Eso no es música, eso simplemente es una competencia. La idea matriz de hacer estos shows es que toquen una parte emotiva en todos nosotros, músicos y público, porque además no sé cuántas veces lo vamos a hacer, si es que lo volvemos a hacer otra vez. En Buenos Aires, por lo menos, es difícil que se repita.
-¿Está al tanto Charly de esto, hablaste con él?
-Bueno, él está ahora en un período muy casero. Pero igual está al tanto de todo, lo que pasa que no usa whatsapp, ni teléfono, ni redes sociales, ni nada, entonces es muy difícil comunicarse directamente con él. Tenés que hacerlo a través de interpósitas personas, y yo estoy acostumbrado a hacerlo directamente con él, o con cada amigo. Pero la comunicación fluida también tiene que ver con lo que está haciendo cada uno, si está tocando o no, si viaja o no, en fin.
-Tendrías que golpearle la puerta de la casa, como en los tiempos de Sui Generis.
-Exactamente (risas). O al menos llamarlo por teléfono de línea, y que del otro lado te atienda el que vos llamás.
-Hablaste del cómo. ¿Por qué decidiste volver sobre los dos primeros discos de Sui Generis?
-Porque era ahora o nunca empezar a presentar estos trabajos, de esta manera, dado que nunca se sabe qué pueda pasar con la vida misma. Tengo 72 años, estoy bien con la banda, un nuevo manager, estoy bien… Y entonces, no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy ¿no?
-¿Te espejaste en algún ejemplo actual, determinado?
-Esto es más o menos como lo que hizo Steely Dan cuando presentaba un disco por día, algo que después empezó a hacer James Taylor. Me pareció una buena idea tomar un disco como idea central y tocarlo como si lo estuvieses escuchando, en ese orden, porque no lo mezclamos con otra cosa, el disco funciona como un ente aparte. Es como volver a las épocas en que te escuchabas un disco entero de los Beatles, antes del CD y de Spotify. Ponemos la púa y arrancamos, porque también está pasando que mucho pibe joven, después de los shows, te viene con el long play para que se lo firmes. Parece que está arraigando una buena costumbre de nuevo, la de juntarse a escuchar un disco como hacíamos antes, con el motivo de poder conversar, de reunirse, de tener una reunión de amigos, y no estar cada uno hablando con su teléfono sin darle bola al otro.
-¿Cómo te manejás vos en este sentido?
-Yo escucho Spotify. Pero el hecho de juntarse seis, siete amigos, tomar algo, poner un disco, escucharlo, ver los créditos, mirar quién tocó en cada tema y charlar sobre eso es algo muy amable. Hace poco dieron la película Adiós Sui Generis en el cine York de Vicente López, que es un clásico. Bueno, pasó que varios preguntaban cómo se conseguían las entradas por internet… no, no, vos te vas a tomar algo con tus amigos, después vas a la boletería, sacás la entrada, y entrás… volver un poco a como se hacía antes. Eso me gusta, y parece que hay muchos pibes a los que les encanta, sobre todo por la cuestión de la comunicación, porque si no estamos con el TikTok, que dura 30 segundos y se acabó.
Volver a escuchar
-¿Cómo te vuelven Vida y Confesiones de Invierno? ¿Qué reminiscencias reaparecen de ellos, de esos días?
-Vida, hoy, me causa ingenuidad cuando lo escucho. Lo he vuelto a tener en mis manos recientemente, porque lo hemos revisado, y con el tiempo, es como decir que fue mi primer disco. Y eso te marca algo importante en la parte emocional. Es decir, fue lo primero que hiciste, porque en ese momento, y creo que en todos pasa, cuando sacabas un disco era cuando empezabas a ser profesional. Hasta entonces eras un pibe que andaba tocando la guitarra por ahí, pero desde el momento que firmabas un contrato y tenías un disco, era otra cosa.
-¿Y qué pasa cuándo lo escuchás, además de la ingenuidad?
-Que no me pongo a detectar las fallas, o las pequeñas cosas que se podrían haber hecho bien, porque me remito a las condiciones en que grabábamos. Nos metíamos al estudio y tocábamos una o dos veces. Ese era el tiempo que teníamos, por el presupuesto que había. Lo teníamos que grabar rápido, y lo mejor posible. Lo bueno es que no está desafinado. Después, en la parte técnica hay reverbs para la voz, que te remiten a esa época, y también hay pequeños arreglitos que se hicieron de mezcla, que son muy a la buena de Dios. Todo eso colabora a la ingenuidad y a la inocencia de ese momento. Después está la tapa… esa fotos es la amistad pura. El color marrón me sigue sin gustar, porque nunca me gustó, pero a la distancia, me viene como lo que es: un icono. Otra cosa es el error de “Mariel ¡y el Capital!”, que nunca corrigieron (risas)
-¿Y Confesiones de Invierno?
-Lo veo más maduro. Con nosotros con más experiencia en la grabación, y mejor, porque el primero lo habíamos grabado en 4 canales y este en 8, excepto “Aprendizaje” y “Bienvenidos al tren”, que grabamos en 4 canales, en otro estudio, porque fue el simple que lo antecedió. También hay temas con orquesta y arreglos de Gustavo Beytelmann. En fin, era la misma inocencia pero ya más madura, con mejor sonido, más inserción en el ambiente musical, más shows en vivo, material más fogueado, y la tapa, que es una pequeña obra de arte de Juan Oreste Gatti. Muy linda, y muy lindas las fotos de adentro, que se sacaron durante un divertido picnic que hicimos en los bosques de Ezeiza. Otro detalle llamativo es que el disco no arranca con el tema más pegadizo que sería “Rasguña las piedras”, sino con “Cuando ya me empiece a quedar solo”, por sugerencia del productor Jorge Álvarez. Eso es un detalle de originalidad, sin dudas, porque en ese momento las radios pasaban el tema 1 del lado 1, y chau.
-¿Por qué no entró Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones, uno de los mejores discos de la historia del rock argentino?
-No es este año el momento. Meter algo de este tremendo disco en medio de estos dos iba a ser un matete.
-¿Influye que sea más complejo instrumental y musicalmente que los anteriores?
-Lo que digo es que se puede hacer. De hecho, sería un placer hacerlo con los músicos que toco hoy, y con especialistas que pueden colaborar en cada instrumento. Puedo hablar del “Mono” Fontana, por ejemplo. Pero para encararlo primero hay que estar vivo, y estar en condiciones. No sé… hoy por hoy, yo tengo que calentar la voz todos los días, y trabajo con un coach vocal. Ahora, si el año que viene o el otro se da la posibilidad de hacer Instituciones … y, sí, se lo merecería también, tranquilamente.
-Y contratando un médium que haga volver a Jorge Pinchevsky, solamente para escuchar el “Tema de Natalio”, tal como fue grabado.
-Divino, Jorge, sí. También lo necesitaríamos para “Toma dos Blues”. Tuvimos una relación muy particular con él, porque mis padres eran violinistas, y Jorge era de Leo, igual que yo, y entonces había cierta cosa de chifladura de amigos, muy linda. Incluso, le regalé el arco del violín de mi padre. Era un tipo adorable, y un músico impresionante. Yo le tenía un gran aprecio… ¡qué bueno que haya aparecido en la charla!