En un fallo histórico, la justicia alemana confirmó la condena de Irmgard Furchner, de 99 años, por su rol como cómplice en los asesinatos de más de 10.000 prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. La mujer, quien trabajó como secretaria del comandante del campo de concentración nazi de Stutthof, fue sentenciada en diciembre de 2022 a dos años de prisión condicional, una decisión que fue ratificada este martes por el Tribunal Federal de Justicia de Alemania.
El caso de Furchner se centró en su apoyo deliberado al funcionamiento del campo cercano a la ciudad de Danzig, hoy conocida como Gdansk, en Polonia. Según la acusación, Furchner facilitó, desde su posición como taquígrafa, la maquinaria que llevó al exterminio de 10.505 prisioneros, en su mayoría judíos, a través de crueles métodos como la cámara de gas.
El Tribunal de Itzehoe, responsable del primer veredicto hace dos años, declaró que Furchner "conocía y apoyó deliberadamente" los asesinatos cometidos en Stutthof entre 1943 y 1945. A pesar de su avanzada edad, los jueces subrayaron que su papel administrativo fue crucial en la implementación del genocidio. La defensa, por su parte, argumentó que Furchner, quien tenía entre 18 y 19 años al momento de los crímenes, no era plenamente consciente de las atrocidades que se estaban llevando a cabo.
El caso de Furchner sigue el precedente legal establecido en 2011 con la condena de John Demjanjuk, un exguardia del campo de exterminio de Sobibor. Demjanjuk, quien vivía en Ohio, fue declarado cómplice de asesinato por su rol en el campo, aunque murió antes de que se resolviera su apelación. A partir de este caso, la justicia alemana adoptó un criterio que permite condenar a cualquier persona que haya contribuido al funcionamiento de los campos de concentración como cómplice de los crímenes allí cometidos.
La reciente ratificación de su condena subraya el compromiso de la justicia alemana de seguir persiguiendo a aquellos que, de alguna manera, fueron partícipes de la maquinaria genocida del Tercer Reich. El fallo deja una huella en la memoria histórica y jurídica de Alemania, y sirve como un recordatorio de la importancia de la rendición de cuentas, sin importar el tiempo transcurrido.