En tiempos de proliferación de discursos negacionistas y de cuestionamiento a discusiones que como sociedad ya se creían saldadas, la dramaturga, directora y actriz Paula Marrón presenta una obra íntima y sensible que invita al ejercicio de hacer y mantener viva la memoria. Se trata de Memoria de un poeta, pieza que escribió y dirige, y que cuenta con las actuaciones de Emiliano Díaz, José Manuel Espeche y Rosina Fraschina.
¿Cómo sobreviven los recuerdos al paso del tiempo? ¿Qué decide qué se borra y qué permanece? En esta obra, Marrón explora la fragilidad y la potencia que puede tener la memoria, mientras sus personajes buscan reconstruir la historia de Elvira, la amiga bibliotecaria de un poeta de Avellaneda, desaparecida en 1978. Con la ayuda de Tito (Díaz) y Rita (Fraschina), Eduardo (Espeche), el poeta, desafía al olvido en un acto de resistencia: toma la biblioteca popular de su barrio y, desde ahí, escribe, revive, recuerda.
Memoria de un poeta también permite pensar cómo se van construyendo los recuerdos, que muchas veces se vuelven difusos y difíciles de “agarrar”. “Somos lo que olvidamos y lo que queremos recordar a su vez. Como autora, y sin haber vivido la dictadura militar, esta obra es mi manera de hacer memoria para las futuras generaciones y para el presente”, expresa Marrón. Además, destaca que más allá de lo arbitrario de los recuerdos, estos siempre son una construcción con un otro: “uno los puede pensar de manera individual y también como sociedad”, reflexiona.
-¿Por qué elegiste abordar el tema de la memoria y las desapariciones de la última dictadura militar?
-El tema de la memoria me sorprendió hasta a mí. No tuve un disparador, sino que surgió de una imagen que tenía de un poeta durmiendo en una biblioteca popular del conurbano. Me parecía interesante tratar de meterme en lo que representan las bibliotecas populares en los barrios. Y a partir de ahí, se fue armando la historia del personaje de Eduardo y su deseo de recordar a su amiga.
-¿Qué papel juega la memoria en la obra?
-Por un lado hay algo concreto que tiene que ver con la memoria colectiva en relación a la historia, pero por otro lado la obra nos invita a pensar qué recuerdos generamos, lo que queremos y lo que nos apasiona. Si realmente hacemos lo que queremos hacer, cómo se van construyendo los recuerdos en nuestra propia vida. Vivimos en un mundo muy mecánico, donde se perdió algo del poder pensar, de ser conscientes de qué hacemos y qué no. Hay una escasez de reflexión en este mundo muy individualista. Y a veces en las cosas chiquitas está lo valioso: en la lectura o en escribir. Cada uno puede encontrar su pasión, y creo que eso también la obra lo aborda.
-El texto toca temas como los derechos humanos y las bibliotecas populares que hoy justamente son atacados por el gobierno. ¿Los pensaste en este contexto?
-El texto se resignificó por completo. Cuando yo lo terminé de escribir sentí que era una obra más sobre la memoria porque creía que como sociedad en algunos puntos estábamos todos de acuerdo y sin embargo los hechos me demostraron que no, que hay que seguir insistiendo y resistiendo. Hoy, a las bibliotecas populares, por ejemplo, les falta presupuesto. Si el teatro puede poner el foco en eso y expresarse, creo que es necesario. Esto no hay que perderlo, es valioso y tiene que seguir presente, especialmente ante un gobierno que no cree en el Estado y que recorta en derechos humanos.
-¿Ves al teatro como como lugar de resistencia hoy en día?
-Creo que el teatro, además de ser un espacio de resistencia, es un espacio donde uno vuelca su pasión, su deseo, la pulsión de vida del hacer, y donde se pueden plasmar algunas preguntas. Si yo no estuviera produciendo en este momento no sé qué pasaría. Hay un contexto tan triste que en el teatro uno siempre encuentra un lugar donde hay esperanza, donde uno puede pelearla y seguir luchando.
*Memoria de un poeta puede verse los domingos a las 18 en el Teatro del Pueblo, Lavalle 3636.