Una familia promedio, en los barrios populares de la provincia de Santa Fe –sobre todo, en el Gran Rosario– necesitó el mes pasado de al menos 3,3 salarios mínimos para cubrir lo básico y no caer bajo la línea de pobreza: casi 900.000 pesos para vivir, según el Índice Barrial de Precios (IBP) construido en base a 250 comercios de cercanía en ese universo. 

El estudio pertenece al Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci), a cargo de su directora en Santa Fe, Sofía Botto. El relevamiento lo hacen personas que habitan esos mismos barrios, que participan del espacio Libres del Sur con capacitación continua para llevarlo a cabo. Y de acuerdo con esa información compilada, la evolución inflacionaria en ese universo arrojó una suba de precios del 4% en julio, medio punto más que la medición del Indec.

"Tenemos 118% acumulado en estos 8 meses del gobierno de Javier Milei, con la expectativa declamada de llegar a 0, pero nosotros en el territorio vemos que no es tan así. Hay desaceleración, pero seguimos relevando aumentos que se reflejan en el consumo cotidiano y que impactan en los ingresos de las personas con las que trabajamos y buscamos visibilizar en este estudio", señaló Botto a Rosario/12.

La responsable del trabajo destacó que el efecto de la inflación es particular en los sectores populares, más gravoso que en los sectores integrados socioeconómicamente. "La población vulnerable está lejísimo de cubrir una canasta básica alimentaria, y ni hablar de una canasta total. Muchas personas viven de algún programa social con los montos estancados hace tiempo, y el deterioro de los últimos meses. Además, la unidad de relevamiento es una familia tipo pero en los barrios se encuentra una diversidad de casos, hogares mono marentales o de un solo ingreso, o de ingresos muy escasos, jubilados...", observó.

La cifra precisa es $889.139 por familia como para no caer en la pobreza, frente a los $262.432 del salario mínimo vital y móvil actual. Y restringido a los alimentos, esa canasta cotizó en julio $400.513, según el IBP.

Los vaivenes de las decisiones del Ministerio de Capital Humano en cuanto a asistencia social determinan luego el patrón de consumo en buena parte de los sectores populares. "Medimos en comercios de cercanía porque es donde la gente en los barrios  va a comprar el día a día, no es que van a un supermercado y pueden aprovechar las ofertas o comprar para el mes. El patrón de ingresos determina el consumo. Así buscan ingresos extra que también son de la informalidad, como el cirujeo", reveló Botto.

En cuanto a rubros, el IBP halló dispersión de precios y, en ello, un incremento constante de precios, superiores a los de centros de consumo alejados de la geografía barrial: $1930 el kilo de arroz, $1390 el sachet de leche, la carne desde $5000 en adelante, y un presupuesto de frutas y verduras mensual de $80.663.

"Los artículos de almacén no dan tregua, y son los de mayor consumo en los sectores populares. El consumo de carne es esporádico, porque la gente resignó ese consumo. Hay productos que ni llegan al comercio del barrio porque la gente no los compra. Es todo un rasgo, y eso incide también en el perfil de salud nutricional al que puede acceder esta población. Voy a la carnicería y puedo comprar alita de pollo pero no el pollo entero porque directamente no lo venden", describió Botto. 

En el contexto afloró lo complejo de la situación, cuando a mitad de mes se termina el efectivo y muchas familias no cuentan con posibilidad de financiación. "Aparece el endeudamiento para solventar gastos cotidianos, con distintos métodos, formales y no. El tema de los préstamos informales es todo un problema", señaló. 

"Hace algún tiempo ya que irrumpe la situación de personas que empezaron a cirujear, vender cosas de su casa para comprar alimentos. Y a eso se suma que el gobierno no envía alimentos a los comedores, una herramienta fundamental. A veces un alimento seco le resuelve la comida a una familia, pero hasta eso disminuye y la consecuencia se ve en el barrio. El dato de Unicef sobre niños que se van a dormir sin cenar hace rato no es nuevo para nosotros. Hace rato veníamos notando eso, que se salteaban una comida pero la cubría el comedor comunitario. Ahora ni eso", concluyó.