Victoria, la mamá de la dramaturga, directora y actriz Mariela Asensio, murió hace menos de tres meses de un cáncer de pulmón, una enfermedad que la acechó durante ocho años y que es el eje de El cuerpo anímico, nueva obra de la artista. La escribió cuando Victoria estaba todavía viva, suponiendo que podría verla. Cambió el final del texto cuando pasó lo que pasó, y con toda la carga emocional del duelo decidió estrenar igual. Ahora dice, sobre el sentido de este espectáculo tan particular: "Hacer esta obra es estar un poco más con mi mamá".
Es que en la obra Mariela actúa -de sí misma-, en tanto que Cristina Maresca interpreta a su madre. Escenas que representan el vínculo entre los dos personajes -de mucho amor y apego, también con momentos de enojo y destellos de humor- se combinan con reflexiones que Asensio dirige al público, sobre diferentes aristas de atravesar y acompañar una larga enfermedad. El texto está hecho sobre todo de preguntas, y uno de los ejes es el sentido de someter a un cuerpo a tratamientos que simplemente estiran la vida. Otras herramientas -videos y audios- completan la experiencia. Asensio define a la obra como "una historia de amor".
"El otro día mi hermano me mandó un audio y me dijo 'la voy a volver a ver, porque la obra es como estar un poco más con mamá'. Lo primero que me pregunta mucha gente es '¿te hace bien hacer esto?' Yo respondo que sí: si no, no lo haría. Pero no sabía bien argumentar por qué", reflexiona Asensio en un café cercano al teatro El Extranjero, donde presenta esta obra dirigida por Paola Luttini, con quien ya había trabajado en conjunto en La casa oscura. "El fin de semana terminé de vaciar la casa y quedé rota, pero voy a hacer la obra y no quedo rota. Lo que me rompe es la realidad. Cuando escuché a mi hermano decir aquello, dije 'ah, es eso'. Hacer la obra es estar un poco más con mi mamá. No me había dado cuenta", expresa, con cierta alegría dentro de la tristeza. En un rato debe ir al teatro porque tiene función. Pareciera ser que esta misión, con su inmanente carácter práctico, al contrario de lo que podría pensarse, la aleja del dolor.
Cómo seguir con las exigencias de la vida propia cuando un ser amado está enfermo, cuál es el sentido de tratamientos invasivos y debilitantes, cómo intentar sacar al otro de la depresión, qué repercusiones sufre la salud mental del enfermo y su entorno, cómo manejar emociones como el estrés o la ira, cómo ponerle palabras a lo que se siente ante la enfermedad dentro del vínculo: sobre todo esto habla el texto que Asensio escribió el año pasado.
"Durante ocho años mamá convivió con la enfermedad con mucha dignidad. Fue una paciente oncológica cuya enfermedad se cronificó con la medicación. Sus mayores problemas eran con el tratamiento. La medicación detuvo su enfermedad. No la curó, pero la controló, hizo que no siguiera creciendo. Vivió muchos años y muchos de sus médicos se sorprendían por el caso, porque era bastante particular", cuenta la actriz. "En los últimos meses empezó a decaer estrepitosamente, descubrimos que tenía una metástasis, el desenlace fue que murió. Cuando escribí el material mi fantasía era que viera la obra. Es loco porque el que la ve puede pensar que es un homenaje. Yo soñaba con que pudiéramos vibrar juntas artísticamente lo que vivíamos hacía años", agrega. Aclara también que, al principio, no tenía pensado informar que esta obra trataba de su propia vida.
En efecto, El cuerpo anímico (jueves a las 20.30 en Valentín Gómez 3378) no surgió como obra teatral. Lo primero que brotó fue texto en prosa, anotaciones de tinte filosófico. Las escenas entre madre e hija aparecieron después. "Actuar es difícil para mí", aclara Asensio. "No es lo que más hago ni lo que más me encanta. Por eso lo hago poco. De hecho, nadie me asocia a actriz a mí". En los últimos 20 años ha participado en 70 obras, alternando roles. Por estos momentos, también dirige a Dalia Gutmann en Tengo cosas para hacer, y la obra que escribió con Muscari, Perdidamente, dirigida por él, está de gira nacional. Además, la dramaturga integra la Fundación SOMI, que dirige el Teatro del Pueblo.
"Primero empecé a reflexionar sobre el cuerpo. La obra es parte de un proceso reflexivo en el que estoy: siento que estamos en un momento que hace un culto de lo ilimitado. Siempre podés ser más feliz, exitoso, fitness, joven... podés ser más todo, pero la realidad es que cada vez somos más límite, por nuestra condición de humanos", analiza, y menciona a la antropóloga Paula Sibilia y su libro El hombre postorgánico, que está inspirando lo que podría ser su próximo espectáculo. "El cuerpo es un territorio, una extensión que tiene un límite, un tiempo. No tiene una condición ilimitada. Pero partimos de la base de que no podemos soportar eso, o lo negamos, o aspiramos a algo distinto. Me interesa pensar nuestra condición como humanos, fallados, limitados; problematizar ese relato que es tan capitalista."
Cuando descubrió que tenía entre manos un texto teatral, Asensio comenzó a describir escenas de la cotidianidad con su madre, y así surgieron diálogos cuyos detalles dicen mucho, como el que evoca la vez que Victoria la llamó "sacada" y ella se enojó hasta que comprendió que estaba angustiada. Conmueven, también, las ocurrencias de una hija para rescatar a su madre de la tristeza, como la creencia de que mandarle sushi la hacía feliz. Un equilibrio escénico se produce, entonces, entre lo fuertes que son las reflexiones y la energía de las visitas y conversaciones por videollamada, que muestran a una madre lúcida que protesta por su jubilación mísera, lucha con la tecnología y los trámites de la obra social, pelea y putea mucho y llama "mamá" a su hija. Y a una hija que está a punto de perder a uno de sus seres más importantes pero que, al menos por un ratito, vuelve a estar cerca.