Una nación no puede ser solamente una suma de individuos heterogéneos sin acuerdo mínimo. Se necesita desarrollar un reconocimiento profundo de la igualdad de oportunidades, del progreso continuo y de la misericordia hacia el prójimo. Ser de derecha brava está de moda, la izquierda está en extinción, su bagaje intelectual hoy no alcanza y, el peronismo, salvo honrosas excepciones, sigue escondido como en el cuatrenio 2015-2019.

Dado que el peronismo y la UCR-PRO no reflejan la oposición derecha-izquierda, el carácter poco resuelto de estos partidos, promovió el ascenso de un candidato "independiente", prioridad concedida por la opinión pública a la corriente de pensamiento confusa que encarna.

El liberalismo en la Argentina no existe. Lo que se ve hoy, lo que existió en los noventa y, más recientemente, durante la gestión de Mauricio Macri, en diferentes formatos, es una ‘franquicia anti peronista cool’ que les permite no asumirse como autoritarios conservadores. Los militantes de La Libertad Avanza (LLA), nunca leyeron un libro de Marx ni de Perón, y no sienten ninguna urgencia en diferenciarse de sus complicados precursores en gobiernos de facto.

De todos modos, podemos  extraer de sus expresiones que están en contra de un Estado fuerte e intervencionista, quedan enfrente de la igualdad social, a favor del sometimiento a las costumbres, tienen dudas sobre el acceso a la enseñanza pública, son abiertamente refractarios a la distribución del ingreso, y no tienen ningún empacho en mostrase reacios a los impuestos progresivos y la seguridad social. 

Además, son moralistas que no admiten que los métodos de integración social del peronismo puedan limitarles sus privilegios individuales aun cuando estos sean fuente de desigualdades. Algunos lavan su conciencia considerando que la desigualdad es natural desde los tiempos de Dios, como si realmente fuera la voluntad de Dios. 

El Estado, a los ojos de la nueva franquicia LLA-PRO, que aún no llega a ser un partido, es una invención peronista, una degeneración de izquierda que acaba lentamente con las ‘sociedades libres’

La moral para Milei

No son liberales. Una de las características del liberalismo político es no criticar, y mucho menos rechazar con descalificaciones grotescas, ninguna teoría particular de los juicios morales. Es que una sociedad liberal se caracteriza no solo por la pluralidad de doctrinas comprensivas, ya sean religiosas, filosóficas y morales, sino también porque ese conjunto de doctrinas resulta incompatible entre sí. Ninguna de esas doctrinas cuenta con el consenso de los ciudadanos en general. 

El liberalismo político presupone que una pluralidad de doctrinas incompatibles entre sí, es el resultado normal del ejercicio de la razón humana dentro del marco de las instituciones libres de un régimen constitucional democrático. El liberalismo político no rechaza los principios esenciales de un régimen democrático, sostenía el filósofo estadounidense John Rawls.

Lo que estamos viendo avergüenza los manuales básicos de un sistema democrático. Gran parte de este fenómeno surge de su rechazo a introducir otras familias de ideas, porque no aceptan como realidad un pluralismo razonable. Desde el liberalismo clásico, no es posible que una sociedad de ciudadanos libres esté profundamente dividida contra doctrinas razonables.

Racional y razonable 

¿Qué distingue a lo racional de lo razonable? En lo cotidiano decimos: “Su propuesta fue racional, dada su fuerte posición negociadora, a pesar de lo cual fue sumamente irrazonable e incluso excesiva”. A simple vista, parecería un oxímoron, pero no lo es. Las personas son razonables cuando están dispuestas a la cooperación, no cuando se niegan a ayudar. Cuando consideran que es razonable aceptar las normas mínimas de cooperación y están dispuestos a debatir sobre los términos justos que propongan las demás personas.

Lo razonable de la idea de sociedad como un sistema justo de cooperación a fin de ser aceptados es la idea de reciprocidad que expresa Rawls. La reciprocidad está entre la idea de imparcialidad, que es altruista, impulsada por el bien común. Y la idea de ventaja mutua. Aunque a los liberales razonables no los motiva el bien general como tal, sino el deseo de que hay un mundo social de ciudadanos libres e iguales que pueden aceptar la reciprocidad, de manera que todo el mundo se beneficie. En contraste dice Rawls, que las personas que son irrazonables, no están dispuestas a honrar, ni siquiera a proponer, excepto como una simulación publica y necesaria, los términos justos de cooperación. En cambio, están dispuestas a quebrantar los términos como convenga a sus intereses, cuando las circunstancias lo permitan. Y eso es, lo que está haciendo Milei el liberal.

Immanuel Kant se expresa en la distinción que hace entre el imperativo categórico y el imperativo hipotético. El primero representa la razón práctica pura, y el segundo a la razón practica empírica. 

Dibley dice que, sabiendo que las personas son racionales, no sabemos que fines persiguen. Las personas razonables toman en cuenta las consecuencias de sus actos en el bienestar de las demás. La disposición a ser razonables no se deriva de lo racional, ni se opone a lo racional, sino que es incompatible con el egoísmo, así como se relaciona con la disposición a actuar moralmente. Esto está relacionado con el principio de Scalon de la motivación moral, uno de los principios básicos de su contractualismo, que se refiere a la pregunta fundamental de porque alguien debiera preocuparse por la moralidad. “Los agentes racionales se acercan a la psicopatía cuando sus intereses solo redundan en beneficio propio” (Rawl, John, Liberalismo Político, 1993 Fondo de Cultura Económica, México). Observe el manejo de la economía argentina y saque sus conclusiones.

A las personas racionales les falta lo que Kant llama “la predisposición a la personalidad moral, la forma particular de sensibilidad moral que subyace la capacidad de ser razonable. El agente de Kant que es la mente meramente racional, solo posee las predisposiciones a la humanidad y a la animalidad, este agente entiende el significado de la ley moral, su contenido conceptual, pero no lo motiva a actuar para tal agente, se trata simplemente de una idea extraña. 

La sociedad razonable no es ni una sociedad de santos ni una sociedad de egocéntricos. El poder moral de proponer o suscribir a partir de términos justos de cooperación constituye una virtud social esencial (Rawls).

Libertad positiva y negativa

En “Two Concepts of Liberty”, el politólogo y filósofo Isaiah Berlin estableció “la libertad positiva” y “la libertad negativa”, aseverando que una y otra no son necesariamente concurrentes, sino que, por el contrario, suelen adentrar la contradicción. Mientras la libertad negativa es libertad respecto a que nos controlen los demás, la libertad positiva es la libertad de controlarnos a nosotros mismos. A la libertad negativa se le suele decir “la libertad de”, a la libertad positiva “libertad para” (propósito). En la “libertad negativa”, Berlin dice: “Yo no soy libre en la medida en que otros me impiden hacer lo que yo podría hacer si no me lo impidieran”. Extenderle facultades, ha sido temerario. El presidente es un fundamentalista de la libertad negativa.

Dicho sea de paso, a tanta ciudadanía que invoca ahora la democracia; le diremos que puede existir un gobierno democrático totalitario, cuando desarrolla diferentes maneras de intervención o “no intervención” sobre la vida de los ciudadanos, utilizando como fundamento la voluntad general, y el gobierno de la mayoría.  

Para Berlin, la Libertad positiva es el deseo del individuo de ser su propio dueño, y realizarse plenamente, querer que su vida y decisiones dependan de sí mismo y no de fuerzas exteriores. Gobernarse a sí mismo, y no ser corrido por nada que no sea su propia esencia. La gimnasia de la libertad positiva demanda un agudo nivel de madurez, y juicio de uno mismo. Reconoce la existencia de una soberanía íntegra de la voluntad del individuo. Dedujo también que la utopía de la libertad positiva en regímenes caracterizados por el totalitarismo, ha sido monopolizada como excusa para reprimir las libertades negativas de los ciudadanos. No lo vemos al presidente, más allá de querer ser su propio dueño y realizarse plenamente, expresar el requisito de exhibir un nivel de madurez y juicio consistente, para ejercer la libertad positiva.

Libertad negativa se define por una ausencia de imposición exterior al individuo. Forma parte del mismo individuo, de su vida, libertad y propiedad, y obliga a los demás a no quitarla. No admite imposición sobre las personas, pero debe ser recíproco con los demás, no puede avanzar sobre los individuos que componen la sociedad.

Berlin, quizás el más lucido liberal moderno, no omite que los distintos sentidos de libertad pueden entrar en conflicto en la práctica, con otros valores humanos como la justicia, la igualdad, o la fraternidad. Entiende que el orden político debe otorgar mecanismos para dirimir disputas, para proteger a los ciudadanos, siempreprocurando la libertad. Todo lo contrario que se expresa a través de un DNU que le cambio la vida a los argentinos. Si no es el Estado ¿quién será el garante de las libertades mencionadas? En un régimen liberal, los individuos ceden parte de su libertad al Estado, a cambio de protección de la propiedad privada, justicia-incluyendo la social-, seguridad, etcétera.

Berlin y otros liberales defendieron la noción de libertad negativa como el dispositivo que distingue a la democracia liberal, y caracterizó los artificios persuasivos de los que se sirve todo totalitarismo y sus líderes, para evidenciar la destrucción de las libertades de las personas en aras de supuestos valores sociales más altos. En la tradición política liberal, se requiere un Estado seguro dispuesto a intervenir para preservar las libertades individuales.

Si los liberales contemporáneos más célebres se han expresado y no encontramos coincidencia alguna con este disparate, deberíamos tratar de saber ¿quiénes, con que ideas como y de qué manera nos están gobernando?

Neoliberalismo

El neoliberalismo es una teoría de prácticas políticas y económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar, consiste en no restringir el libre desenvolvimiento de las capacidades y de las libertades empresariales, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, mercados y comercio libres. El papel asignado al Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de esas prácticas con absoluta libertad y sin interferencias. El Estado debe garantizar la calidad del dinero, disponer las funciones de las fuerzas de seguridad y las estructuras militares y legales necesarias para asegurar los derechos de propiedad privada y garantizar, en caso de ser necesario el uso de la fuerza, el correcto funcionamiento de los mercados. Pero el Estado no debe ir más allá de los que prescriben las tareas descriptas.

En la década del treinta la aversión antiliberal estaba impulsada por la experiencia de la Gran Depresión. Por esa razón, y para articular esfuerzos, un conjunto de liberales organizó “el coloquio Walter Lippman”, que tuvo lugar en París, donde decidieron que el liberalismo previo había fracasado y que un nuevo liberalismo debía arrebatarle el botín. Mises y Hayek no estaban muy convencidos, aunque los participantes del coloquio se unieron para un nuevo proyecto, y sobre esta base de Rüstow denominaron a este proyecto “neoliberalismo”.

El planteo que emanó de aquel coloquio estaba de acuerdo en alejarse de la idea de una libertad sin limitaciones y acomodar la economía de mercado hacia una economía gestionada por un Estado fuerte. Hubo diferencias entre los auténticos liberales y los “clásicos”, los primeros reclamaban la intervención del Estado para enmendar las estructuras del mercado aventurero, y von Mises insistía en que el único rol genuino del Estado era derogar las regulaciones para el ingreso en a un mercado libre. Asimismo, concurrían discrepancias en otros asuntos, relacionados con las políticas sociales y las posibilidades de intervencionismo.

El neoliberalismo, con algunas de las variantes por las que en la actualidad se le reconoce, tiene su origen en la llamada Sociedad Mont Pelerin desarrollada en Suiza a fines de los cuarenta por decisión de Hayek y Mises. Allí se reunieron algunos de sus principales pensadores notables, como Karl Popper. 

La Sociedad Mont Pelerin es una asociación multidisciplinaria creada, en palabras de sus propios fundadores y seguidores, para preservar los derechos humanos amenazados por la difusión de ideologías relativistas y afines a la extensión del poder arbitrario. Sin embargo, estuvo conformada por intelectuales con ideas muy diferentes de libertad e intervencionismo como surgió del relato de Milton Friedman con Mises. En el primer encuentro en 1947, en un punto del debate sobre la distribución del ingreso y el desarrollo de un sistema tributario progresivo, Mises se levantó, se dirigió a los presentes, entre quienes se encontraban Hayek, y proclamó al estilo de Javier Milei: “todos ustedes son un grupo de socialistas”; y se fue de la conferencia. ​ Asimismo se conoció esta diferencia de ideas en lo que atiende Hulsmann en su ensayo “Contra los neoliberales”.

Finalmente, el neoliberalismo, como enfoque de política económica, tiene una dimensión geopolítica librecambista extrínseca al liberalismo, y no es necesariamente libre mercadista sin obstáculos oficinescos, ni prerrogativas sectoriales, conocimiento que se manifiesta por su asociación al corporativismo internacional.

A fines de los setenta y principio de los ochenta, el neoliberalismo se relaciona con el surtido de políticas económicas interpuestas por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en EE.UU. ​

Aquel concepto “neoliberalismo” sellado por Alexander Rüstow, sigue siendo usado en la actualidad, aunque sea objeto de rechazo de los propios “autodenominados liberales” argentinos, quienes encuentran incorrecto mencionarlos así, por sus parentescos desventajosos asociados a gobiernos totalitarios, desde 1955. Alguien dijo que el término neoliberalismo era utilizado por la izquierda peyorativamente para criticar las políticas de liberalización y privatizaciones. Otro le contesto “con toda justicia, a juzgar por los resultados obtenidos con su aplicación”.

Así las cosas, el “neoliberalismo” tiene poco y nada que ver con el liberalismo clásico, que reivindicaba cualidades morales y cívicas. También encuentra referencias en el utilitarismo en Estados Unidos. Ese “neoliberalismo” tiene sus orígenes en el marginalismo, sus predecesores en Prusia, y sus partidarios, los famosos austriacos, y otros autores estadounidenses. El neoliberalismo, en la disputa frente al colectivismo, resistió hasta la negación de tratar todo asunto social y solo avocarse a la transformación de la política en mercado, hasta la canonización del tratamiento matemático y econométrico, con un despotismo que hasta 2008 diluía cualquier otra reflexión o marco teórico razonable.

Al alcance de la mano

El Consenso de Washington se refiere al conjunto de medidas de política económica de corte neoliberal aplicadas a partir de los años ochenta para, por un lado, hacer frente a la reducción de la tasa de beneficio en los países del Norte tras la crisis económica de los setenta, y por otro, como salida impuesta por el FMI y el Banco Mundial, a los países del Sur ante el estallido de la crisis de la deuda externa. Todo ello por medio de la condicionalidad macroeconómica vinculada a la financiación otorgada por estos organismos.

El concepto como tal, fue sellado por el John Williamson en un artículo publicado en 1989, donde expresaba una serie de medidas de estabilización y ajuste de las economías que liderarían instituciones con sede en Washington -el FMI y el BM, el Gobierno y la Reserva Federal de EE.UU-. Todos juzgaron necesario tener un consenso sobre la necesidad de aplicar un nuevo ideario que incluía un conjunto de políticas económicas como la lucha contra el déficit fiscal, reducción de impuestos, privatizaciones de empresas públicas, liberalización del comercio y los mercados financieros y de capitales a nivel global, la minimización de las condiciones a la entrada de IED (Inversión Extranjera Directa) y la desregulación de los mercados laborales, entre otras disposiciones.

Además se creó una biosfera de soporte denominada “El entorno neoliberal”, que engloba a una lista infinita que va desde el FMI, BCE (Banco Central Europeo), Fed (Reserva Federal), Treasury US (Tesoro de los Estados Unidos) y políticos conservadores hospedados en el marco teórico neoliberal, hasta corporaciones internacionales, banca privada de inversión y comercial, compañías calificadoras de riesgo, mercados financieros internacionales, venture capitals, entre otros.

La Libertad Avanza

Tras la caída del muro de Berlín, el mundo sufrió una campaña mediática conservadora que convenció al planeta, de que las utopías eran profanas. Treinta y cinco años después tienen lugar otra de las aparentes nuevas utopías que en Europa rechazan la globalización para restablecer fronteras cerradas, proteccionismo y exclusión de los inmigrantes.

La ensalada de los modelos neoliberales argentinos que vino determinando nuestros comportamientos durante cuarenta y ocho años y nos impuso de manera autoritaria con su régimen económico-político coercitivo, una vida estandarizada, ahora llega con la denominación “Llbertaria”, una nueva religión política que pone al individuo en el centro de todo y le impone organizar su vida como una actividad empresarial, lo cual es una forma de sometimiento y alienación.

Las nuevas y viejas caras de las derechas que estuvieron atentas a las fluctuaciones de la opinión pública, lograron conquistar a los electores con su irreverencia y su furioso discurso anti casta política. En pleno auge supieron sacar sus rostros más violentos, embanderándose en un ideal extravagante que amenaza y pone todos nuestros valores en riesgo. Como dijo Patricia Bullrich: “Milei es peligroso”, porque ve al que opina distinto como un enemigo a sacrificar y lo hace responsable de toda la crisis, incluida la que ellos mismos profundizaron.

El vacío de poder del sistema de los mayores partidos tradicionales (PJ-UCR), ha perdido sus bases y sus discursos. Así, se construyó la paradoja de un escenario donde Javier Milei se valió de su atractivo personal mediático, sacando provecho de los errores de sus adversarios, para ascender sin necesidad de mostrar ningún mérito propio, estableciendo imaginarios utópicos como las series de “Moon Knight”, una ficción oscura que profundiza la violencia familiar como disparadora de traumas permanentes que expuso en su niñez y adolescencia o, “The Boys”, otro oscuro giro de historias de que quienes supuestamente salvan el mundo son personalidades retorcidas en su mayoría.

Milei carece de ideas sensatas, lo que entraña un peligro que no conviene seguir ignorando e interpela nuestras capacidades ciudadanas para detenerlo, reconstruyendo la dañada democracia, revirtiendo las tragedias que se vienen sucediendo desde la restauración conservadora neoliberal.

*Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros. @pablotigani