Mira una película en un televisor viejo y la noche de verano, esa etapa que divide cada una de las fiestas de fin de año y que nos pone en un estado incandescente y sensible, la encuentra con una toalla que le cubre el cuerpo después del baño. Su ex trae a la hija de regreso a casa y en ese rato que están juntxs ella lo seduce entre cada pitada de cigarrillo. La escena es calma, Valeria Correa y Nicolás Giménez se toman su tiempo como si disfrutaran de esa actuación que se construye entre miradas y frases cortas como si vaciaran el aire entre sus palabras.

Terminan en la cama pero en la escena siguiente, cuando él parece que quiere volver con ella como si leyera en ese encuentro fugaz la posibilidad de una reconciliación y ella le dice que no, que ya se vistió y ya acabó y no hay nada más que ese deseo breve, todo cambia. Lo que parecía una historia realista se convierte en un destello, en una ráfaga de invención. Entran unos tipos que imaginamos como ladrones, los atan pero no hay un objetivo malicioso en su llegada. Lo que hacen es desmontar esa casa para convertirla en un set de filmación.

Plot es una obra de teatro donde la trama adquiere una jerarquía insospechada. Valentino Grizutti como director y dramaturgo propone discutir cierto verosímil o al menos no está interesado en detenerse en las causalidades que explican los hechos. Su trabajo recuerda las primeras obras de Felicitas Kamien por lo arriesgado de la propuesta y por la voluntad de apelar a un despliegue escénico complejo para el teatro independiente (aquí es fundamental la escenografía de Santiago Badillo y el diseño de sonido de Ismael Pinkler).

Plot podría ser una filmación que comienza en el lugar equivocado, una historia que nos engaña, una situación que acontece en el marco de una película y que nosotrxs tomamos como real. El modo abrupto en el que el equipo de filmación entra a la casa podría ser un desplazamiento entre la narración de ese policial clase B a un territorio cualquiera donde una mujer y un hombre tienen sexo bajo el amparo de la luz de un televisor de tubo. El momento en que capturan a la protagonista del film como sospechosa de un crimen y que nosotros leemos como una especie de asalto a esa privacidad, también implica ese pasaje del estado de pánico a la transformación en una femme fatale. O es el resultado del ejercicio de imitarla que hace esa mujer esa noche frente a su exmarido como impregnada del personaje de la película que vio o está viendo y le cuenta a su ex pero no quiere que él la vea como si le perteneciera solo a ella.

Lo cierto es que los límites entre los dos espacios nunca quedan claros. El terror que siente la protagonista al momento de actuar, el modo violento y atemorizante en que se maneja el equipo técnico, da cuenta de una yuxtaposición de situaciones. Lo que sucede en el film se mezcla con lo real, no a modo de confusión (o al menos no únicamente a ese nivel) sino como una especie de contagio o contaminación que desconcierta a las personas que la viven, como si hubiera ocurrido un desperfecto a nivel temporal y los personajes respondieran simultáneamente a situaciones que pasan al mismo tiempo pero en espacialidades disímiles.

Como espectadorxs no podemos ver o no distinguirnos la diferencia, porque la dramaturgia y la puesta en escena se ocupan de no mostrar ese pasaje ni la oposición entre los planos de la trama. Lo que se organiza es un plot que tal vez esté fundado en la atracción que ese film que la protagonista descubre en la tele ya empezado, sin saber su título ni su procedencia, ejerce sobre ella como una fantasía que no deja de acercarle su versión más siniestra pero también la oportunidad de ser otra, como en una actuación.

Plot se presenta los miércoles a las 20:30 en Espacio Callejón.