“En todo el mundo las mujeres son las que dependen en mayor medida de los bienes naturales, sin embargo, tienen menor acceso a ellos (…) es fundamental que los gobiernos incluyan la perspectiva de género al emprender acciones climáticas y de protección de la biodiversidad para aportar a un mundo más justo y equitativo”, dice Ana Di Pangracio, abogada especializada en derecho ambiental y directora ejecutiva adjunta de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). 

Son muchas las personas que todos los días dan cuenta de los desastres climáticos que desencadenan crisis sociales y económicas en los territorios más vulnerables, y de la violencia sexual directamente relacionada con esos desastres; son muchas las que denuncian que los hielos se derriten, que mueren personas, animales y plantas, que falta el agua y que solo crece la deforestación. Mientras unas luchan otras niegan el cambio climático, fumigan pueblos, hacen del aire un compendio de agrotóxicos, acumulan basura, saquean y roban bienes naturales.

Mirta Carabajal es bióloga, preside desde 1995 la Fundación Inalafquen e integra la Multisectorial Golfo San Matías, una organización que reúne a personas de distintas ciudades costeras autoconvocadas para  proteger al golfo de la explotación petrolera y de los derrames de crudo al mar. Mirta da la clave de su lucha: “El trabajo para defender el ambiente es en red o no existe. Lo más importante es buscar buena información de las realidades de los territorios. Es importante participar cuando se piden firmas, cuando se pide presencia en las redes, acompañar a la gente de las comunidades y estar en contacto para seguir sumando ideas. El trabajo en el territorio es crítico, es importante poner el cuerpo cuando se puede, la paciencia y la perseverancia juegan mucho y la ayuda de muchas más personas, instituciones, pueden hacer que uno no se caiga y si se cae o si se tiene que correr, permiten que después uno se pueda reinsertar y continuar la lucha”, dice a Las12.

Celeste Sala, de la Cooperativa Dignidad Cartonera. Su trabajo es fundamental en la economía circular.

Celeste Sala es promotora ambiental y cartonera de la Cooperativa Dignidad Cartonera de Rosario. En 2018 conoció al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y a la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, (FACCYR) y desde ese momento hizo suya la lucha que no solo abarca la conservación ambiental sino también la inclusión social y los derechos laborales. Celeste cuenta que la historia de la cooperativa es la historia de una transformación: de la marginación a la centralidad en la gestión de residuos y en la economía circular

La Cooperativa reclama su lugar como trabajadores esenciales en la lucha contra el cambio climático: “Venimos trabajando en varios circuitos de recolección diferenciada, realizamos retiros de los materiales reciclables evitando que todo ese material termine en los rellenos sanitarios, los cuales contribuyen en la contaminación ambiental”. Comenzaron siendo unos pocos (a comienzos del 2000) y hoy hay más de 150 personas trabajando en colaboración con el Municipio: “Este modelo ha mejorado las condiciones laborales de los cartoneros y además contribuye a educar a la comunidad sobre la importancia de la separación en origen y el reciclaje, transformando la percepción pública de esta actividad”. 

También dice que su trabajo es ir casa por casa: “hablo con los vecinos sobre la correcta separación en origen, les explico lo importante que es para el cuidado del ambiente el realizar esta acción y hacernos cargo de nuestros propios consumos. Lo importante que es para el recuperador y para el vecino en sí, ya que todo ese material que se pueda recuperar no termina en rellenos sanitarios ni en microbasurales, contaminando todo lo que conocemos. En otras ocasiones damos charlas en escuelas e instituciones donde explicamos lo importante que es para el cuidado del ambiente, para el cuidado de nuestra ciudad y de nuestro planeta, que cada material que se pueda recuperar no termina tirado en los ríos, en los basurales, en los rellenos. Mi trabajo es hacer visible todo el trabajo de los recuperadores. Queremos inspirar a otros a seguir nuestro camino”.

Laura Zalazar, del Inventario Nacional de Glaciares.

Laura Zalazar es geógrafa, coordinada el Inventario Nacional de Glaciares y desde hace diez años recorre Los Andes argentinos. Laura es mendocina, gracias a la educación pública (nació en un barrio popular de Guaymallén, hija de madre costurera y padre empleado), y con una beca que le permitió estudiar en Inglaterra, Holanda y Suecia, es especialista en cartografía satelital. Participó en treinta de las cuarenta expediciones que se hicieron para completar el inventario de glaciares argentinos: “nunca en la historia del país se había encarado algo así, antes del inventario solo existían estudios parciales, pero no teníamos un mapa diseñado con la misma metodología, de forma que pudiéramos comparar las conclusiones de una zona con respecto a las de otras”. 

Laura cuenta que para completar el inventario y descubrir los diferentes tipos de glaciares (“a simple vista no siempre se ve el blanco porque el hielo está abajo”) recorren durante días el territorio y lo hacen acompañados de guías y baqueanos: “A veces se habla con las comunidades que habitan ahí y se les pide permiso para acercarse y otras hay que averiguar quién es el dueño de la estancia al que hay que pedirle autorización”, explica.

La disminución del área que ocupan ronda el 40 por ciento y esa disminución es una amenaza directa para las reservas de agua dulce: “Los glaciares están en desequilibrio con el clima actual e imágenes sobre su retroceso se multiplican de manera alarmante en todo el planeta. (…) Está cambiando el ciclo hidrológico, entonces, aparte de estudiar la disponibilidad es necesario discutir quién se quedará con el agua y cómo la vamos a distribuir.” Cada afirmación científica dispara nuevas preguntas: ¿Quién protege los humedales, los arroyos, las vegas y el agua subterránea? Laura habla de glaciares y cuando habla de glaciares habla del agua: “luchar por los glaciares y todos los cuerpos de hielo es luchar por nuestras fuentes y reservas de agua. Esto es particularmente importante para las comunidades que vivimos al pie de Los Andes en zonas áridas y semiáridas, que dependemos de los recursos hídricos que tiene su origen en la alta montaña”.

Carla Fainstein estudia las polítcas habitacionales e interviene directamente relocalizando comunidades.

Carla Fainstein es socióloga especializada en políticas habitacionales e investigadora asistente del CONICET. Sus trabajos sobre los conflictos sociales en la Cuenca Matanza Riachuelo, las relocalizaciones de los asentamientos de las villas 21 y 24 y la judicialización de los reasentamientos de viviendas sobre el camino de sirga a orillas del Riachuelo, hablan de su pasión: “me interesa cómo la ciudad encarna la desigualdad y cómo el espacio es un reflejo y también una forma de reproducción de esa desigualdad. Me interesa cómo aborda el Estado estos territorios, desde qué concepciones, con qué perspectivas, cómo se vincula con los sectores populares y cómo los sectores populares se vinculan con el Estado. Me interesa el rol que cumple el Estado en la reproducción de las desigualdades y en la garantía de derechos”. 

Para Carla es imposible hablar de saneamiento sin hablar de la articulación entre las políticas ambientales y las habitacionales: “En la Cuenca alta están los partidos con zonas rurales donde se está dando la expansión urbana más fuerte, no solo de asentamientos, sino también por urbanizaciones privadas de desarrollos inmobiliarios que traen consecuencias ambientales. Otro gran problema allí son los agrotóxicos derivados de la actividad rural. En la Cuenca media hay áreas mixtas, entre urbanas y rurales, y en la baja áreas densamente pobladas con asentamientos en la ribera pegados a industrias hipercontaminantes”. Carla habla de “un problema de comunicación entre los municipios” y de “buscar métodos para que las industrias que contaminan reaccionen a lo que el Estado les ordena y que se cumpla uno de los objetivos del fallo de mejorar la calidad de vida de quienes habitan la Cuenca”. 

Sobre su trabajo diario en la lucha por la defensa del ambiente: “Por mi inserción en el CONICET intento llevar adelante actividades que tengan que ver con lo que se llama transferencia científica, en la que se intercambia datos y saberes con otros actores, como actores públicos o sociales, para que las investigaciones que nosotros realizamos sean un aporte para las políticas públicas. De esta manera, se puede incorporar, por ejemplo, la dimensión ambiental cuando se piensa en el diseño de políticas habitacionales o de ordenamiento territorial en la ciudad”..