El pibe de la foto es Eduardo Bekerman. 19 años, ex alumno del Nacional Buenos Aires. Una foto sacada cuando no sabía lo que podía pasarle por la elección de vida que hacía poco había realizado. Una elección a tono con los tiempos post dictadura de Onganía.
Tiempos de democracia, libertades y construcción. Una elección política: el peronismo. Una elección que requería un compromiso: construir una Patria justa, libre y soberana. Una elección que se cimentaba en una gran participación en la vida social, política y cultural de la época.
El Roña era uno de esos tantos esos pibes que eligieron la participación y militaban en política. Lo hizo en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Milité con él.
¿Qué buscábamos? Mejorar los planes de estudios, eliminar el autoritarismo imperante en las aulas y los claustros, pensar a la Argentina desde la escuela. Unirnos, participar, construir juntos ese futuro auspicioso.
Tal vez resulta difícil de entender en estos tiempos en los que el beneficio material domina el escenario público, pero esos chicos que éramos militábamos por el simple deseo de mejorar el país que teníamos. Nadie quería ni buscaba cargos, nadie especulaba con el poder personal… ni sus beneficios.
Si bien todos somos y fuimos imperfectos, estábamos provistos de una pureza expresada en la entrega diaria. Después de estudiar, después de trabajar nos acercábamos a los barrios a colaborar con la organización de los vecinos o de los estudiantes, hacíamos apoyo escolar, y también tomábamos escuelas reclamando derechos. Nada que no haría cualquier joven en su tiempo ante la injusticia.
En tiempos en que quieren reflotarse valores del pasado, reivindicaciones inadmisibles, es obligatorio contar que a Eduardo Bekerman, militante estudiantil, lo secuestraron en un bar junto a otros dos compañeros (Pablo Van Lierde, Carlos Baglietto), lo subieron a una Citroneta y lo fusilaron.
Estaba en una reunión. Organizando un homenaje a aquellos que habían sido fusilados en Trelew. También a él lo fusilaron. Sin motivo, sin enfrentamiento, sin causa legal, sin derecho alguno.
Eran tiempos de democracias frágiles, en los que el lenguaje prevalente era la violencia. En esta suerte de calesita de los tiempos políticos en los que lo que había quedado atrás vuelve a estar por delante, es indispensable recordar y afirmar sin dudar que la violencia aplicada a la política no resuelve los problemas de una sociedad, sino que los agrava.
A 50 años de la muerte de este pibe -que hoy podría estar del otro lado de este diario, leyendo cualquier nota, pero no está-, necesitamos saber con certeza (la certeza de una vida transcurrida en esta Argentina tan inexplicable a veces) que la violencia no nos ha llevado nunca a buenos lugares, lo que nos obliga a no olvidar, ni repetir.
Por el recuerdo de Eduardo Bekerman, militante popular. Y de tantos, tantos otros.
* Docente, militante. Autora de “Perejiles, los otros montoneros” entre otros.