El presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, fue puesto ayer bajo arresto domiciliario por el ejército, que controla la capital del país africano, Harare, y tomó la TV estatal, en un golpe de Estado para poner fin a casi cuatro décadas en el gobierno del jefe de Estado más longevo del mundo. Las Fuerzas Armadas de Zimbabwe, sin embargo, afirmaron que comenzaron un proceso para restaurar la democracia en la ex colonia británica y llevar ante la Justicia a “criminales” del entorno del mandatario, de 93 años, cuya herencia política es centro de una agria disputa.
No obstante, Sudáfrica y otros países vecinos anunciaron que enviarán emisarios a Zimbabwe a negociar con el presidente y los generales para impulsar una transición tras los 37 años de gobierno de Mugabe, quien ha dominado la vida política del país desde su independencia del Reino Unido, en 1980. Los acontecimientos se precipitaron desde que Mugabe echó la semana pasada a su vicepresidente, en una decisión que dejó a su esposa, Grace Mugabe, en posición de reemplazar al destituido Emmerson Mnangagwa como uno de los dos vicepresidentes del país y, por ende, como la sucesora del anciano mandatario.
Pero la primera dama es impopular entre muchos zimbabwenses por sus pródigos gastos en mansiones, autos y joyas, y es especialmente resistida por quienes defienden la preeminencia de los participantes de la dura guerra civil que sacudió a Zimbabwe entre 1965 y 1980, bajo el régimen de supremacía blanca de Ian Smith. Grace Mugabe, de 52 años, lidera el G-40, un grupo de ministros y funcionarios de entre 40 y 50 años que durante la guerra civil eran muy jóvenes como para combatir, y que según expertos estuvo detrás del cese de Mnangagwa, un héroe de esa guerra que terminó con el régimen ultrarracista de la ex colonia británica de Rhodesia del Sur.
Los generales y veteranos de guerra se sintieron desplazados y traicionados con la destitución del vicepresidente, y decidieron actuar para poner freno a esta situación, según analistas.
De hecho, la Asociación Nacional de Veteranos de la Guerra de Liberación de Zimbabwe (Znlwa, por sus siglas en inglés) avaló ayer las acciones de las Fuerzas Armadas y exigieron la renuncia de Mugabe, en un pronunciamiento en Harare impensado años atrás. “Mugabe debe ser retirado de sus obligaciones como presidente y como primer secretario de la ZANU-PF (o sea su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico)”, reclamó el portavoz de la asociación, Victor Matemadanda, en conferencia de prensa .
Los rumores de golpe comenzaron anteayer, cuando los militares de Zimbabwe sacaron a la calle un puñado de tanques cerca de Harare un día después de que el jefe de las Fuerzas Armadas, Constantino Chiwenga, denunciara las purgas del gobierno contra sus miembros más veteranos. El paradero de Mnangagwa no estaba hoy claro. La semana pasada abandonó el país, diciendo que él y su familia habían recibido amenazas. Tampoco quedó claro quién lidera la asonada del ejército.
Anoche, luego de que el ZANU-PF acusara al jefe de las Fuerzas Armadas de “conducta traicionera”, el ejército envió vehículos blindados hacia Harare y tomó rápidamente la sede de la TV estatal y otros puntos estratégicos, como la residencia de Mugabe, el Parlamento o el Tribunal Supremo, informó el canal sudafricano News24. Anteayer temprano, en un mensaje televisado a la nación, el general Sibusiso Moyo dijo que el Ejército había “garantizado” la seguridad de Mugabe y su mujer, pero agregó que los militares detendrán y llevarán ante la Justicia a “criminales” allegados al mandatario, en lo que pareció ser una alusión al grupo G40.
“Esto no es una toma militar del gobierno. Lo que estas fuerzas quieren es pacificar una deteriorada situación política y social en nuestro país que, si no es tomada en cuenta, podría resultar en un conflicto violento”, afirmó Moyo. “Tan pronto como hayamos cumplido nuestra misión esperamos que la situación retorne a la normalidad”, agregó, al punto que llamó a todas las fuerzas de seguridad a cooperar por el bien del país. El presidente sudafricano, Jacob Zuma, dijo que habló ayer por teléfono con Mugabe, quien le contó que estaba confinado en su casa pero que estaba bien.
En un comunicado emitido por su oficina, Zuma dijo que sus ministros de Defensa y de Seguridad Estatal viajarán a Zimbabwe para reunirse con Mugabe y con jefes militares. Agregó que espera que el ejército respete la Constitución y que la situación sea controlada, una posición de la que también se hicieron eco la ONU, la Unión Europea y la Unión Africana.
Pese a la incertidumbre política, las calles permanecieron en relativa calma, según medios locales, que anoche habían reportado algunas explosiones aisladas en la zona norte de Harare, de procedencia desconocida. Miembros destacados del G-40 fueron detenidos ayer por los militares, entre ellos los ministros de Finanzas, Educación y Gobierno Local, Obras Públicas y Vivienda, informaron medios locales. También fueron arrestados el presidente de las juventudes del ZANU-PF y el número dos de los servicios de inteligencia, agregó el portal The Zimbabwe Mail.
El escenario más probable ahora es un período de negociación para tratar de que Mugabe renuncie voluntariamente, dijo el analista Piers Pigou, especialista en África del sur del International Crisis Group, quien agregó que Mnangagwa podría ser nombrado como líder interino del país. “Zimbabwe podría formar una especie de gobierno inclusivo, tener una especie de proceso democrático que posiblemente lleve a elecciones”, dijo el especialista. “Claramente es un golpe de Estado, pero, como es típico en Zimbabwe, el ejército está tratando de ponerle una pátina de legalidad. Es parte de un teatro para el cual Zimbabwe es bueno, tratar de hacer que las cosas se vean ordenadas y democráticas”, agregó.