En un limbo. Los casi 200 bolsonaristas, condenados por el asalto a los edificios de los tres poderes, en Brasilia, el 8 de enero de 2023, no son aceptados como refugiados políticos en Argentina, pero tampoco van camino a la expulsión. Los militantes ultraderechistas huyeron de Brasil rompiendo las tobilleras electrónicas e ingresando a la Argentina, algunos de forma legal, otros de forma ilegal. El trámite del refugio político avanzó a toda máquina a principios de año, cuando los bolsonaristas entraron al país y Javier Milei exhibía su odio a Luis Inacio Lula Da Silva. Pero ahora todo parece paralizado: se ve que Milei no se quiere enfrentar todavía más con Lula e incluso se menciona que no dar el refugio a los bolsonaristas es una especie de agradecimiento por la mano que Lula le dio a Milei haciéndose cargo del edificio de la embajada argentina en Caracas. Dar el refugio significa decir, tácitamente, que el gobierno y la justicia brasileña son responsables de persecución política. Del lado del gobierno de Lula afirman que los prófugos que están en Argentina, Paraguay y Uruguay no están acusados de delitos de opinión sino de hechos concretos: en términos argentinos, haber asaltado la Casa Rosada, el Palacio de Tribunales y el Congreso. Nada menos. Un dato asombroso es que los bolsonaristas confían en una solución inesperada: que Lula dicte un indulto. Y, según se dice en fuentes de Brasil, no es del todo improbable.

¿Movilización bolsonarista en Buenos Aires?

Según consigna el corresponsal de Página/12 en Brasil, Darío Pignotti, el sitio UOL reveló este sábado que en las redes circula un video en el que aparecen 30 bolsonaristas que están en Buenos Aires, 26 de ellos con nombre y apellido, convocando a protestas contra el juez del Supremo Tribunal de Brasil, Alexandre de Moraes e incluso anunciando una movilización en Buenos Aires para el sábado 7 de septiembre. Sucede que el magistrado se constituyó en instructor de la causa por el asalto a los tres poderes en Brasilia y es el que emitió las condenas. Los abogados que defienden a los bolsonaristas afirman que todo el proceso fue ilegal y que ni siquiera les admiten una apelación. Con ese argumento, están esperando que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admita su reclamo porque la norma es que los procesos penales tienen que tener doble conforme.

En Brasil, en cambio, afirman que los bolsonaristas se quieren presentar como víctimas de un delito de opinión, una persecución política, pero el gobierno de Lula sostiene que cometieron delitos de hecho en el asalto al Palacio del Planalto, la sede del Poder Ejecutivo, el Salón Verde del Congreso y la Plaza de los Tres Poderes. Por ahora, las penas son altísimas: el promedio supera los 10 años de prisión, porque fue como un levantamiento contra la Constitución.

Gestiones en el freezer

Durante la semana que terminó, se decía que llegaría a Buenos Aires un grupo de abogados brasileños para entrevistarse con la canciller Diana Mondino. El objetivo: reclamar que se le diera a los bolsonaristas el status de refugiados. No hubo reunión alguna. En la cancillería afirman que Mondino no quiere pronunciarse sobre el tema, justamente porque no quiere profundizar los enfrentamientos con Brasil. Del lado de los abogados brasileños sugieren que directamente no buscaron la reunión. Un encuentro con la canciller -dicen- no tiene efectividad: Mondino no influye en la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE), que es el ente que adjudica el status de refugiado. Las versiones indican que el dominio del tema lo tiene el propio presidente Milei y, en segundo lugar, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos.

De entrada, contra ”el comunista”

La realidad es que al principio del mandato del libertario había una actividad frenética para aceptar a los seguidores de Jair Bolsonaro, amigo y par ideológico de Milei, admitiéndolos como refugiados, perseguidos políticos por “el comunista y corrupto” (palabras de Milei) gobierno de Brasil.

Así las cosas, 99 bolsonaristas consiguieron que la CONARE les hiciera la entrevista de elegibilidad a una velocidad infrecuente, un mes o un mes y medio. Otros extranjeros que piden refugio -por ejemplo, rusos u ucranianos o africanos de Sudán- pueden estar meses y meses esperando. Además de esos primeros 99, se dice que hay otros 100 que ya se presentaron, pero el número de aspirantes a refugiados es confidencial porque se supone que corre cierto riesgo su seguridad.

Freno de mano

Sin embargo, tras la entrevista rápida, no se le concedió refugio todavía a ninguno. Ni uno solo. Según se dice, tampoco se otorgaron refugios en Uruguay o Paraguay, los otros dos países a los que se fugaron los prófugos después de cortar las tobilleras.

La versión extra-oficial es que nadie quiere enfrentarse al gobierno de Lula, dado que Brasil es el protagonista de todo el comercio de la zona y, además, el líder del Partido de los Trabajadores es el referente regional.

En el caso argentino hay un adicional: cuando el gobierno de Nicolás Maduro expulsó a los diplomáticos argentinos de Venezuela, el edificio de la embajada quedaba sin resguardo y albergaba a opositores venezolanos. La cancillería de Brasil aportó la solución: se hizo cargo del edificio, se puso la bandera brasileña y eso salvó la situación, por el momento.

En ese marco, a los bolsonaristas ni se les otorga el refugio ni se los expulsa. La solución no es la ideal, pero no es mala para los ultraderechistas. No los regularizan, pero tampoco los devuelven a Brasil, como pide la justicia de ese país, ni los obligan a dejar la Argentina. Pueden estar así -afirman- lo que sea necesario. Su problema es en Brasil: allí De Moraes avanzó, por ejemplo, en medidas económicas contra ellos, como embargarles propiedades y cuentas.

La esperanza del indulto

Lo asombroso es que el núcleo de bolsonaristas que están en Buenos Aires cree que Lula, tarde o temprano, les va a otorgar un indulto. Y, según dicen los rumores en Brasilia, el presidente brasileño no lo descarta del todo.

* Por un lado, Lula exhibe un perfil pacificador, con discursos más tranquilos y llenos de humor, mientras que Bolsonaro siempre es incendiario, belicoso. El ex mandatario tiene cierta fama de vago, de estar bastante en la playa, siempre bronceado, y al mismo tiempo con frases más que violentas. Lula busca todo lo contrario.

* Un indulto apuntaría también a una parte del electorado que estuvo con Bolsonaro y que es menos beligerante, que quiere más tranquilidad.

* El juez que dictó las capturas, De Moraes, tiene un altísimo perfil. Es el mismo que enfrenta ahora a Elon Musk exigiendo que retiren de las redes los cuestionamientos al sistema electoral de Brasil, lo que motivó que X se retire de Brasil. Es una polémica similar a la que hay con Donald Trump en Estados Unidos: que les hicieron fraude en la elección. Se dice que De Moraes aspira a la presidencia y un indulto le pondría un freno al ascenso y cierto show del juez.

Los indicios están. No obstante, por ahora Lula no hizo ningún gesto concreto para avanzar en el indulto. Deja correr el rumor, nunca dijo -hasta ahora- que está descartado. Es una carta que nadie sabe si va a jugar.

Mientras tanto, los bolsonaristas caminan sin problemas por la Argentina. Son furibundos adherentes a Milei, se autodenominan termos, pero es evidente que esperaban mayor solidaridad dado que comparten la identidad ultraderechista con los libertarios. Habrá que ver si finalmente hacen el acto del 7 de septiembre, cuál será el tono y la repercusión.