Jeff Goldblum es un hombre de familia. "Esta mañana estaba trabajando con River, el niño de siete años, en su rutina diaria", cuenta el actor y músico de 71 años a través del Zoom, señalando el teclado electrónico que tiene detrás. Al mismo tiempo, su mujer, Emilie, con la que se casó en 2014, estaba abajo "trabajando con" Charlie, de nueve años, en el piano de cola. Y antes de eso, Goldblum pasó una hora practicando él mismo. Después, hizo ejercicio y preparó el desayuno a sus hijos. "Nuestros anillos Oura decían que los dos habíamos dormido bien, aunque nos levantáramos a las 6 de la mañana", añade, señalando con orgullo el aro multicolor que lleva en el dedo.
Es un sistema mucho más disciplinado de lo que cabría esperar de un talento caprichoso como Goldblum. Aunque inevitablemente hay excentricidades. Como el hecho de que cuente todo esto sentado en una habitación con una alfombra de estampado de leopardo en el suelo. "Esta casita de invitados en la que estoy está siendo reformada, así que puede que la alfombra esté de salida", me informa. "Si querés te mando un cuadrado".
No nos engañemos: Goldblum no es el típico padre de familia californiano, y mucho menos el típico hombre. Venerado por sus papeles en películas clásicas, desde Jurassic Park y La mosca hasta Día de la Independencia y El gran hotel Budapest, es una de las figuras más legendarias de Hollywood, con una carrera que abarca cinco décadas. Nacido en un suburbio de Pittsburgh en 1952, se formó en Nueva York con el ilustre Sanford Meisner, fundador de la técnica Meisner, antes de conseguir su primer papel como "Freak 1" en el famoso thriller de Charles Bronson El vengador anónimo. A éste le siguieron una serie de pequeños pero notables papeles, como la interpretación de una sola línea en Dos extraños amantes, de Woody Allen: "Olvidé mi mantra, he olvidado mi mantra".
Si avanzamos hasta hoy, Goldblum es uno de los incondicionales de Wes Anderson, una estrella de Marvel (véase su interpretación del Gran Maestro en Thor: Ragnarok), y lidera regularmente listas de estrellas en películas y series de televisión de alto presupuesto. También es famoso fuera de la pantalla por ser, bueno, todo un personaje: "¡Estás en tu hábitat natural!", saluda, ostensiblemente emocionado al ver mi salón, aunque sospecho que alude al hecho de que voy vestida de manera informal, sin maquillaje y con el pelo recogido en un moño.
Estamos aquí para hablar de Kaos, la comedia dramática de ocho capítulos de Netflix basada en la mitología griega que subirá a la plataforma el jueves 29. Goldblum interpreta a Zeus, que, a manos del galardonado guionista Charlie Covell (entre sus créditos se incluye El fin del mundo), es una parte ególatra hambriento de poder con tendencias sociópatas, y otra parte niño iluso y autodestructivo con problemas con su padre. "Me encantan las cosas inesperadas de él", dice Goldblum, que interpreta el papel con su característica fanfarronería, entre lasciva y grandilocuente gesticulación. "Tiene una capacidad abrumadora para la crueldad y la violencia, pero también carisma y complicación. Siempre me han gustado las historias sobre cómo el poder corrompe y los abusos de poder".
La historia que Covell ha soñado para Zeus es bastante sencilla. Tras pasar siglos disfrutando de la vida como Rey de los Dioses, Zeus se despierta una mañana y descubre que se le está formando una arruga en la frente. El drama se desarrolla a partir de ahí, a medida que Zeus se vuelve cada vez más paranoico; mientras tanto, su antiguo amigo convertido en prisionero, Prometeo (Stephen Dillane), conspira en secreto contra él con la ayuda de unos cuantos humanos desprevenidos de la Tierra.
Sin embargo, a diferencia de otros relatos más predecibles, Kaos toma lo grotesco de los mitos griegos, sube el volumen y lo convierte en tecnicolor. Es muy divertido. Poseidón (Cliff Curtis) es un devorador de lotos, fumador de puros y devorador de langostas, que vive en un yate. Las Furias, diosas de la venganza, son un trío de motoqueras con camperas de cuero y pañuelos. Y Hera, la poderosa pero siempre despechada esposa de Zeus, convierte en abejas a todas las amantes de su marido. En un momento dado, Dioniso intenta reunir a un viudo afligido con su difunta esposa en el inframundo. La única forma de hacerlo es participando en un concurso de preguntas y respuestas organizado por las Parcas, una de las cuales, naturalmente, está interpretada por Eddie Izzard.
Pero en medio de toda esta tontería de alto octanaje se esconde un mundo muy cercano, con fuertes paralelismos con el nuestro. Tomemos la tensión central en la Tierra: los troyanos han sido expulsados de la sociedad y, a pesar de sus esfuerzos por integrarse, siguen deshumanizados y totalmente marginados, de una manera que es casi imposible no entender como un comentario sobre las leyes de inmigración de hoy en día.
"No creo que se haya inspirado específicamente en nada contemporáneo o arrancado de los titulares", dice Goldblum. "Pero al igual que los mitos griegos, históricamente, todos ellos pretenden despertar e iluminar algo en nosotros, y en nuestras zambullidas humanas. Pero, por supuesto, aquello de lo que habla la serie siempre ha estado con nosotros. Por ejemplo, el carácter de Zeus. Creo que Zeus tiene esa especie de problema de ego que padece la gente. Ninguno de nosotros puede ser totalmente ajeno a ello".
Goldblum, que mide 1,90 m y tiene a sus espaldas una serie de papeles aclamados, por no hablar de que posee uno de los rostros, voces y vestuarios más reconocibles de la industria, sin duda es consciente de su propio poder y estatus dentro de Hollywood. Pero no parece dedicar mucho tiempo a contemplar su fama. "Bueno, tengo mi propia versión modesta de eso a lo largo de todo el camino", reflexiona, despreocupado. "Estoy contento de que alguien haya visto lo que pretendía mostrar. Y si a algunas personas les gusta, siempre es un placer y me alegra establecer contacto con ellas. Pero como Zeus, siempre existe la trampa de que puedes pensar que no va a ser muy efímero, y que es potencialmente superficial. Así que creo que no hay que tomárselo demasiado en serio".
Es difícil entrevistar a Goldblum. Tiene una forma de expresarse poco convencional que a veces hace que se le escapen frases sin suficiente sentido ("Cuando el Homo sapiens acababa de nacer, había liderazgo y cooperación y conflicto") y es reacio a ser concreto en cualquiera de sus respuestas. Cuando le pregunto por Donald Trump, que parece un punto de comparación obvio para Zeus, se muestra taciturno: "No quiero salirme demasiado del tema". Y cuando le pregunto por su opinión sobre la actual polémica en torno a Marvel y las mordaces críticas de Dakota Johnson sobre su propio fracaso de taquilla, Madame Web, desvía la pregunta y en su lugar menciona Suspiria, que ella también protagoniza.
Esto nos lleva a una conversación sobre su director, Luca Guadagnino, y acabo señalando una lámina enmarcada detrás de mí de su película de 2015 Cegados por el sol. "Fantástico", comenta. "¡Mírate! Hablaremos largo y tendido en algún momento, espero, porque los dos somos cinéfilos, creo". Es extraño que una celebridad hable así a un periodista; rompe los rituales de una entrevista de una manera tan refrescante como chocante. ¿Es un movimiento de poder? ¿Una táctica para parecer más cercano? ¿O simplemente está siendo simpático? Con Goldblum, parece extrañamente benigno -"He estado leyendo sobre usted, me alegro de que estemos hablando", agrega en un momento dado, antes de elogiar artículos específicos que he escrito- aunque esto no lo hace menos desconcertante.
Al llevar tanto tiempo en el sector, Goldblum ha sido testigo de algunos de sus cambios más radicales. Por ejemplo, la introducción de coordinadores de intimidad tras el #MeToo. "Me pareció estupendo", dice sobre su trabajo con uno de esos coordinadores en Kaos, donde hay un puñado de escenas de sexo. "Cuando se trata de intimidad de un tipo u otro, tenés que asegurarte de que todo el mundo se siente cómodo con ello". ¿Le gustaría que hubiera coordinadores de intimidad desde hace más tiempo? "Pues sí", responde. "Y estoy triste e indignado por todas las cosas que faltaron hasta que dejaron de existir. Mirás atrás y decís: 'Ahora podría hacerlo mejor'. Pero supongo que es bueno porque tengo una nueva forma de pensar".
Otro aspecto relativamente nuevo de la industria que se ha vuelto más prevalente desde #MeToo? La cultura de la cancelación. Goldblum ya ha desatado críticas anteriormente por sus comentarios en torno a Woody Allen, quien fue acusado de pederastia por su hija adoptiva Dylan Farrow. Allen siempre ha negado cualquier abuso, y una investigación realizada por las autoridades sanitarias del estado de EE.UU. concluyó que no se habían producido abusos. Pero desde que salieron a la luz las acusaciones, muchas figuras de Hollywood, como Colin Firth y Greta Gerwig, se han distanciado de Allen. Sin embargo, en una entrevista de 2019, Goldblum dijo que "consideraría trabajar" con el director en el futuro.
"Creo que todos los seres humanos de la Tierra intentan que funcione para todos, ojalá. Ese es mi objetivo", dice cuando se lo planteo. "Y así, cada corrección de rumbo que surge, intento tenerla en cuenta y contribuir en el tiempo que tengo aquí. Soy un tipo de persona libre, expresiva e incluso impulsiva en mi trabajo. Pero al mismo tiempo, me gusta la pequeña restricción y el reto de usar mis palabras con cuidado". Es una forma admirable de evitar la pregunta de si mantiene el comentario anterior sobre volver a trabajar con Allen. Se lo planteo una vez más, y su equipo de relaciones públicas no tarda en pedirle que siga adelante.
Uno de los temas que suele fascinar a la gente sobre Goldblum es que fue padre por primera vez a los 62 años. Sonríe encantado cuando le pregunto por los dos hijos que comparte con Emilie, de 41 años, una ex gimnasta a la que Goldblum conoció en un gimnasio. "Es increíble", dice sobre la paternidad, antes de preguntarme si tengo hijos. Le digo que tengo un gato, pero que no sé si es lo mismo. "Creo que en cierto modo es lo mismo", responde, y se ilumina al hablar de lo maravilloso que le parece ser padre. "Surgen todas las emociones, y te ves obligado a examinar todo lo que modelás y en lo que podrías mejorar. Es una gran tarea y una gran oportunidad".
A pesar de todas sus dotes e idiosincrasias, Goldblum parece haberse asentado en una industria que, en su mayoría, impulsa a la gente a hacer exactamente lo contrario. Sí, hay fama. Hay reconocimiento. Y, obviamente, también hay dinero. Pero nada de eso parece tener mucha importancia para Goldblum, que se muestra sorprendentemente meloso al respecto. "Yo quería ser actor desde que tenía 10 años, sabés", dice. "Y todavía me pellizco, diciendo: 'Caramba, ésta es una oportunidad milagrosa. Sería una pena que no la aprovecharas al máximo'. Así que intento presentarme a trabajar y estar agradecido y apreciarlo todo".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.