“El libro es como una suerte de ruina de un mundo que ya no existe en un presente acelerado. Me interesa pensar en los libros como pequeños mediums. Una voz que uno lee pero que también te habla”, dice Fermín Eloy Acosta, escritor que acaba de recibir el premio Hebe Uhart de Novela, con su libro “Las visiones venenosas” y que será publicado por Ediciones Bonaerenses. El jurado estuvo integrado por María Teresa Andruetto, Hernán Ronsino y Miguel Vitagliano. Además se definió una mención especial a “La edad de la tarde” de Mauro Peverelli.

En esta segunda convocatoria del Premio Hebe Uhart de Novela, participaron doscientos ochenta y dos originales, que llegaron desde sesenta y dos localidades de la Provincia de Buenos Aires. El premio consiste en una retribución monetaria de un millón y medio de pesos, además de la publicación del libro en la colección “Nuevas narrativas”.

Eloy Acosta es oriundo de Olavarría. Nacido en 1990, es escritor, guionista y docente universitario. Publicó la novela Bajo lluvia, relámpago o trueno (2019, Entropía), ganadora del Premio del Jurado de la Bienal de Arte Joven, traducida al portugués y editada en Brasil este año. Aunque confiesa que el mote de escritor le cuesta.

Si bien ha nacido y se ha criado en Olavarría, hace años vive en Buenos Aires. “Yo no escribo mirando a un territorio, trabajo con un lugar fantasma, entre la evocación de mi territorio y el lugar en el que escribo. Mi escritura siempre regresa a los paisajes bonaerenses, a esas marcas del habla, a esa relación con la naturaleza. Aunque he hecho grandes esfuerzos por salirme de cierto regionalismo. Imágenes que suelen traer abroquelados los prejuicios, imaginarios que están bastante encapsulados o fosilizados o sedimentados sobre la Provincia de Buenos Aires. Creo que pude narrar mi territorio cuando pude tomar distancia. Y que la escritura fue una forma de reconciliarme con el espacio”, reflexiona Eloy Acosta.

Se enteró de que había ganado el premio mientras lavaba la ropa, le sonó el teléfono y casi no atiende pensando que era alguien que lo llamaba reclamando una deuda o queriéndole vender un pack telefónico. La noticia lo tomó por sorpresa. Lo dejó muy conmovido. “Es muy difícil publicar, hoy en día, es una odisea, si no sos un escritor reconocido. Y sobre todo, si no tenés un trato previo con las editoriales. Yo venía trayendo esta novela a cuestas desde hace un tiempo” dice.

También reflexiona que los premios son grandes oportunidades para que las voces se den a conocer y para que se ponga en circulación la palabra propia. Aunque agrega, “Algo que aprendí de la literatura es la demora. La demora y el tiempo que tarda en constituirse un texto. Creo que hay un tránsito que hay que aprender. Yo pienso que la literatura implica un desacelere frente a la velocidad de la imagen. Por eso creo fervientemente que la literatura aún tiene mucho para dar desde su naturaleza anacrónica”.

Sobre su libro premiado, el jurado dijo: “Se trata de una novela compuesta por una compleja urdimbre de voces, guiada por el punto de vista de la narradora, Olga Lang, una joven huérfana, que tiene un problema en una pierna que la hace renguear”.

En “Las visiones venenosas”, suenan las voces de cuatro mujeres: Graciela, Belita, Elsa y la misma Olga. Esas voces, dice el jurado, “tienen un tono de otra época. Las cuatro mujeres están reunidas en una quinta, fueron convocadas y esperan la llegada de algo inquietante, algo sobrenatural, algo misterioso. Esperan una señal y mientras esperan la llegada de lo desconocido, se cuentan historias, se reparten las tareas y el tiempo, hacen guardia por las noches, abren grietas entre ellas en un clima y con una lengua algo anacrónica que sostienen todo el tiempo su misterio atrapando al lector”.

Además de escribir la novela, Eloy Acosta cuenta que usaba un diario de escritura como herramienta, en dónde trabajaba con el universo léxico propuesto. El texto comenzó en la pandemia, fue ahí cuando se dio cuenta de que tenía ganas de escribir una narrativa extraña, cercana a la ciencia ficción. “Siempre pienso el texto casi como un trabajo artesanal, como si estuviéramos armando un textil y hubiera que ir viendo cada hebra. O pintando un cuadro, pero pintando un cuadro a partir de la luz y la oscuridad. O alumbrando distintas zonas de una imagen y levantando los objetos a partir de la luz”, agrega.

Para Eloy Acosta, si bien es un momento muy duro para publicar, en este momento están emergiendo voces de autores que se pliegan desde el margen hacia el centro. “Creo que es una época para acumular inéditos. Esto lo pensamos mucho con Manuel Moyano, que escribió un ensayo super interesante alrededor de la figura de Wilcock. Básicamente por la dificultad que tenemos muchos y muchas de publicar, de poner a circular lo que uno hace. Entonces hay que buscar o imaginar estrategias para que la literatura, pese a todo, exista” afirma.