“Vivo o muerto (…) Julio Cortázar fue y es siempre argentino, un argentino irreductible”. (César Fernández Moreno)
La novela familiar. Los hitos de la vida de Julio Cortázar son muy conocidos, su nacimiento, por razones circunstanciales, en Bélgica, el retorno de la familia a la Argentina cuando él tenía sólo cuatro años, su temprana afición a la lectura y a la escritura, su vida en Banfield, junto a su madre y a su única hermana, Ofelia (Memé), que lo sobrevivieron, ya que María Herminia Descotte de Cortázar falleció en 1991 y Ofelia Cortázar, en 2000.
Se crió y se educó en el ámbito de una familia de clase media, con estrecheces económicas, mayormente sorteados por una madre culta, que hablaba varios idiomas y daba clases, y que de ese modo pudo superar el abandono de su marido, Julio José Cortázar*.
En su literatura y en sus declaraciones leemos: clase media, Colegio Nacional, (como él mismo alude en Un tal Lucas), una tía soltera, la abuela, la hermana, y una constante: tristeza y soledad, lo que tan bien se recrea en ese cuento magistral que es Final del juego. Como casi todos los niños argentinos de la época, cursó los estudios primarios en una escuela pública de Banfield, el secundario en la Escuela de Profesores Mariano Acosta de Buenos Aires, donde se recibió de Maestro Normal y Profesor en Letras.
Luego vino el ejercicio de la docencia primaria y secundaria en pueblos de la provincia como Chivilcoy y posteriormente en la Universidad de Cuyo donde dictó literatura francesa. Un primer libro de poemas con el pseudónimo Julio Denis, Presencia en 1938, anunciaba su elección definitiva por la literatura. Los primeros cuentos: Casa tomada publicado por Jorge Luis Borges en la revista “Anales” en 1946 y que formará parte de Bestiario publicado en 1951. Su rechazo al peronismo, lo que lo llevó para siempre a Francia. Llegaron los éxitos de Final de juego, Las armas secretas, Los premios, Historia de cronopios y de famas y por fin esa obra fundamental de la literatura del siglo XX, Rayuela.
Todos admirábamos a Cortázar. Adivinábamos a nuestros amigos en su personajes, algunas eran la Maga, otros Horacio Oliveira (Del lado de allá) o Talita o Traveler (Del lado de acá), lloramos cuando él partió en su viaje final, luego de que su segunda esposa, la escritora, traductora y fotógrafa norteamericana Carol Dunlop, muriera dos años antes. Los dos descansan ahora en Montparnasse.
Pero antes de ese febrero de 1984, muchos años antes, en 1961, Julio Cortázar había viajado a Cuba. Entonces abrazó los principios de la revolución. Viajó otras veces a la isla y fue jurado del Premio Casa de las Américas en 1963. Desde entonces sus libros fueron distintos: Todos los fuegos el fuego, La vuelta al día en ochenta mundos, 62/ Modelo para armar, Último round, El libro de Manuel, Deshoras, Queremos tanto a Glenda, Un tal Lucas, Octaedro, Nicaragua tan violentamente dulce, Los autonautas de la cosmopista, escrito con Carol Dunlop. Sus viajes a Cuba y a Nicaragua lo situaron como a uno de los intelectuales más comprometidos por las causas emancipadoras.
Las fobias, lo siniestro y el compromiso
Puede decirse que luego de Rayuela (1963), hay una inflexión en la producción cortazariana. En un primer momento, sus magníficos cuentos y novelas como Los premios y El examen (esta última publicada póstumamente por Aurora Bernárdez, albacea de su obra hasta su muerte en 2014), los cuentos de Bestiario, de Final del juego, Las armas secretas donde lo siniestro aparece mostrando el rostro de lo oculto y perturbador.
Los animales domésticos, los insectos, las bestezuelas de los cuentos infantiles, el hogar se cargan de eso que Freud llama en alemán “unheimlich”, antónimo de “heimlich” que es lo familiar. “Unheimlich” sería lo familiar que se torna (o retorna) como perturbador y extraño, no domesticado, en suma: lo siniestro. Desde la falta del padre, el deseo del hijo intenta saldar una cuenta pendiente y, para ocupar ese lugar vacante, construirá una novela familiar que será la novela literaria de Julio Cortázar.
Unas pocas cartas muestran la relación de Julio Cortázar con su padre, el salteño Julio José Cortázar, una relación truncada y defectuosa que deja al descubierto muchos interrogantes. El árbol genealógico del escritor lo vincula a antiguas familias de la región, con raíces en los siglos XVI y XVII. Vinculado en línea directa con los Arias Rengel y con los Tejada, pueden tejerse lazos con Macacha Güemes, TedínTejada, Arias Velázquez, Castellanos, Escobar, Frías, etc. Este entramado familiar explicaría en gran medida la actividad diplomática de Julio José Cortázar en Europa, ya que en aquellos años gobernaba el país Roque Sáenz Peña (1910-1914) y su vicepresidente, el salteño Victorino de la Plaza, quien asumió la presidencia desde 1914 a 1916, a causa de la enfermedad y muerte de Sáenz Peña. Eran épocas de un conservadorismo moderado que desembocaría, gracias a la Ley de Sufragio Universal o Ley Sáenz Peña, en el primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.
Si la primera etapa de la producción cortazariana tiene que ver con el síntoma (neurosis, fobias, enfermedades), la segunda etapa (luego de abrazar la causa de la revolución cubana y más tarde la nicaragüense) tiene que ver con la reflexión sobre el acto de escribir, el azar del texto literario, el juego vertiginoso y final, eso que ya no puede ser ordenado, “literatura de goce”, o sea lo que está más allá del placer, como señala Roland Barthes. Literatura de goce: un golpe sobre la literatura de placer. Cortázar ejercita la escritura del malestar, de la provocación al lector, dejándolo asombrado, incómodo, sin preconceptos ideológicos o estéticos, sacudido y desprotegido ante lo real. El texto compromete al lector en su armado, con fotografías, poemas, micro-relatos, micro- ensayos, noticias y crónicas periodísticas, capítulos que luego serán secuencias que los lectores deberán ordenar (62/Modelo para armar, Ultimo round, El libro de Manuel), libros que, desde Rayuela, fueron cuidados en su traducción y distribución en Europa y los Estados Unidos, por su pareja, la escritora lituana Ugné Karvelis, editora de Gallimard.
Roberto Fernández Retamar en un bello poema de despedida dice:
“Entrás como un pájaro marino antes que el amanecer para decirles
Que este mundo tan raro va a ser mejor, mejor,
Y un día nos veremos desayunados todos,
Como dijo el padre Vallejo,
Que también se murió en Paris
(…) (Revista Casa de las Américas, julio-octubre, 1984)
*Julio José Cortázar, el padre de Julio, había nacido en Salta en 1884. Era hijo de doña Carmen Arias Rengel y Tejada, hija de Desiderio Santiago Arias Rengel y Sánchez y de doña Benjamina Tejada Moldes, con el inmigrante vasco Pedro Valentín Cortázar Mendioroz, que murió en 1912. Carmen y Pedro tuvieron siete hijos, entre ellos Julio José Cortázar Arias y Octavio Augusto Cortázar Arias, quien sería el padre del gran estudioso, académico y folklorólogo Augusto Raúl Cortazar (sin tilde, por una razón filológica que argumentara Augusto Raúl).
Los ascendientes de Julio Cortázar en América se remontan a los siglos XVI y XVII de la colonia (que remiten a los Reyes Católicos y a los Habsburgo), a Lázaro Arias Rengel y Aguirre, vinculado con los fundadores de las ciudades del noroeste y casado con Juana Diez Heredia, padres de José Félix Arias Rengel y Diez Heredia, casado a su vez con Gregoria Hidalgo Montemayor y Arias Velázquez, padres del Maestre de Campo Francisco de Borja Arias Rengel Hidalgo Montemayor, casado con Petrona Escobar y Arias Velázquez, padres de José Félix Arias Rengel y Castellanos, casado con Ángela Justina Sánchez Palacios Frías, padres de Desiderio Santiago de Arias Rengel y Sánchez, casado con Benjamina Tejada Moldes, padres de Carmen Arias Rengel y Tejada, la abuela de Julio Florencio Cortázar.
**Premio Casa de las Américas de Cuba de Novela, 1993.