La guerra en Gaza está guiada por una dialéctica de justificación del exterminio del pueblo palestino. Las palabras terrorismo o terroristas ya no son utilizadas en una sola dirección. Hamas o Hezbollah dejaron de ser las únicas organizaciones en el conflicto calificadas así por Estados Unidos, Israel y sus aliados de la Unión Europea. El gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu consiguió que la Knesset (el parlamento) le aplicara esa definición el 22 de julio a una agencia de Naciones Unidas: la UNRWA, dedicada a asistir a los refugiados. A su máximo responsable, el diplomático suizo-italiano Philippe Lazzarini, se le niega la entrada a la Franja desde enero pasado y el visado para ingresar a su oficina en Jerusalén. Lo confirmó en una entrevista el viernes con el diario El País de España.

La noticia de que a una agencia de la ONU la declaró terrorista un Estado no es la única sin precedentes en esta guerra asimétrica. Se conoció el mismo día un memorándum de Ronen Bar, el director del Shin Bet – servicio de inteligencia interno israelí-, que describió como “terrorismo judío” a las incursiones de colonos en Cisjordania. Una expresión que surgió desde el lado menos pensado y generó una crisis en el gabinete de Netanyahu.

El funcionario advirtió que los colonos “han perdido el miedo a ser detenidos por las condiciones favorables que les aguardan en la cárcel, por el dinero que reciben cuando son liberados y por el aplauso que reciben”.

Diez meses de guerra

Apenas empezó la guerra el 7 de octubre del año pasado, Yoav Gallant, el ministro de Defensa israelí, declaró: “Estamos luchando con bestias humanas y actuaremos acorde. No habrá electricidad, alimentos, gasolina. Todo cerrado”. Nada nuevo establecía esa retórica que deshumaniza al pueblo palestino para justificar su genocidio o expulsión de los territorios ocupados.

Netanyahu, adelantándose a todo su gabinete, ya se había pronunciado en el mismo sentido en 2016. Anunció que debían levantarse vallas en toda la frontera para “defenderse de las bestias salvajes”. Hizo escuela.

Otro de sus hombres, el actual ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, planteó un pogromo cuando afirmó que podía “ser justo y moral” matar de hambre a los poco más de 2 millones de habitantes de Gaza.

Itamar Ben Gvir, a cargo del ministerio de Seguridad Nacional y con la policía bajo su mando, según Bar es el promotor de las invasiones violentas de colonos en Cisjordania. Un integrante del gabinete que compite con otros ministros para ver quién es más extremista. Fue condenado ocho veces por un combo de delitos que incluyen racismo y apoyo a una organización terrorista judía.

En la interna de la coalición de extrema derecha que define quién es más reaccionario, Ben-Gvir usa una oratoria semejante a la de sus pares. Cierta vez amenazó con “ametrallar a los árabes” de Jerusalén. Su guía político y espiritual es el rabino racista Meir Kahane, un predicador de la violencia contra los palestinos asesinado en Nueva York en 1990.

La misma ideología supremacista es compartida por el ministro de Vivienda, Yitzhak Goldknopf, un ultraortodoxo que este año posteó en X una pieza que suscribirían varios de sus compañeros de gabinete: “En los últimos días se han alzado voces que quieren reconocer un Estado palestino. El terror brutal debe ser destruido y ciertamente no debe dotarse de un gobierno independiente. No tenemos ningún deseo de gobernar a los residentes de Gaza, pero no podemos vivir junto a un estado de animales humanos”.

Mientras las órdenes de evacuación masiva de Israel en Gaza continúan – en agosto, solo hasta el día 21 hubo once y afectaron a casi 250 mil palestinos – Naciones Unidas estima que el 90 por ciento de la población en la Franja fue desplazada desde el 7 de octubre pasado.

La UNRWA, según Lazzarini, tiene fondos para funcionar hasta octubre. Muchas de sus misiones humanitarias han sido rechazadas por Israel y esa política se explica por un proyecto de ley que votó la Knesset – el parlamento unicameral- en julio y que la ultraderecha impuso en primera lectura. Cortó sus relaciones con la agencia y la declaró “organización terrorista”.

Otra dependencia de Naciones Unidas, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), denunció lo que a menudo queda en segundo plano por la dimensión de la tragedia humanitaria en Gaza. En Cisjordania, desde el ataque de Hamas en octubre a civiles y militares israelíes, murieron más de 600 palestinos. Asesinados por las fuerzas de ocupación y un porcentaje menor a manos de colonos que produjeron según la OCHA, 1.270 agresiones en diez meses.

En paralelo, la denominada doctrina Dahiya explica por qué no dejan de caer proyectiles sobre poblaciones abiertas todos los días. Es la estrategia que definió el general israelí Gadi Eizenkot como el uso “de una fuerza desproporcionada”. No repara en daños civiles y toma su nombre de un barrio de Beirut que fue arrasado por la fuerza aérea durante el conflicto del Líbano en 2006. Su objetivo militar era destruir a la milicia de Hezbolá. Su objetivo hoy es reducir a escombros toda la infraestructura posible en Gaza.

Lazzarini dijo el viernes: “…creer que si UNRWA desaparece se evapora la cuestión de los refugiados palestinos es ingenuo, porque aunque nosotros dejemos de existir, el estatuto de los refugiados palestinos permanecerá, ya que es una resolución de la ONU diferente”. Desde que Israel inició sus ataques por tierra y por aire en Gaza, 197 de sus trabajadores murieron. Otros fueron detenidos o torturados. La imputación de que muchos eran “terroristas” para el régimen de Netanyahu, motivó en enero último que varios países la desfinanciaran. Pero cuando se probó que las acusaciones eran falsas, 118 naciones volvieron a ratificar su financiamiento. A julio pasado, solo Estados Unidos y el Reino Unido continuaban sin restituir los fondos a la organización.

La UNRWA fue creada por Naciones Unidas el 8 de diciembre de 1949. Su objetivo era brindarles asistencia a unos 700 mil palestinos expulsados de sus casas y sus tierras durante la Nakba de 1948. Está cerca de cumplir 75 años y tiene el mandato de proporcionar asistencia y protección a más de 5,9 millones de refugiados palestinos registrados en Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania, incluidos Jerusalén Este, y la Franja de Gaza.

El 30 de mayo de este año, Lazzarini publicó un artículo en el New York Times donde comentó: “Aunque Israel ha sido hostil a la UNRWA durante mucho tiempo, tras los abominables ataques del 7 de octubre desató una campaña para equiparar a la UNRWA con Hamas y presentar a la agencia como promotora del extremismo. En una nueva dimensión de esta campaña, el gobierno israelí hizo serias acusaciones de que el personal de la UNRWA estaba involucrado en el ataque de Hamas”.

La ofensiva militar israelí ya dejó 40.200 o más palestinos muertos y 93.100 heridos, más unas 10 mil víctimas que aún siguen desaparecidas bajo los escombros de Gaza, según su Ministerio de Sanidad.  

[email protected]