En el mantra reiterado de las ultraderechas se repite el tema de los políticos y la política denunciándolas como fallidas. Esto es verdad, en cierta forma la política no es una motosierra.

La pandemia, cuestión que satisface a las pulsiones ultraderechistas, fue inevitablemente fallida en su política, murieron miles de personas entre vacunas y cuarentenas en todo el mundo; en aquella tragedia esto no podía ser de otro manera

La ultraderecha ha realizado en este tiempo una estafa perfecta: las fallas aparecen cuando se intentan arreglar y cambiar las cosas; si la propuesta es destruirlas, es solo cuestión de tiempo. Siempre ha sido así, destruir las vidas es metódicamente sencillo, lo difícil es mejorarlas; organizar un campo de exterminio no necesita de ningún gran político.

Lo verdaderamente triste y escandaloso se da cuando sectores políticos que conocen o debieran conocer todo esto, elogian sin pudor lo que hace el líder ultraderechista : "hace lo que dice, lo que iba a hacer lo está haciendo” y sus distintas variantes. Es increíble que quién no sabe más que destruir tenga estos aplausos y otros vean coherencia entre su decir y su hacer. El gran peligro reside en esta siniestra coherencia, hacer política sin errores es el nuevo principio del fascismo contemporáneo.

Llegará el día en que un cerebro conectado a una máquina gobierne sin errores. Estamos viendo sus antecedentes. La buena política es siempre fallida aunque aspire, como es de esperar, a la excelencia.

La perfección sin fallas de una motosierra es el éxito final que escoge un país que se suicida.