De ancestros senegaleses, Seynabou Sonko nació en 1993, estudió letras modernas en Montreal y Bruselas y, además de escribir, se dedica a la música. Vive en París, pero luego de pasar por la FED, en Buenos Aires, se mudará a la Villa Médicis de Roma, para escribir su segunda novela y seguir componiendo.
Su primera novela, Djinns, tuvo una recepción excelente en Francia, su país. Se trata de un texto inteligente y potente, con un humor entrañable, donde a Penda la echan de su trabajo en un minimercado y deambula con su skate, mientras se pregunta si iniciarse como curandera. A su vecino Jimmy lo internaron en un centro de salud mental, le diagnosticaron esquizofrenia, pero Penda cree que el joven debe calmar el enojo de su djinn –doble invisible que llevamos dentro– mediante la ceremonia del bwiti, que cura las enfermedades del alma.
"Los psiquiatras son para los blancos, vamos a sacar a Jimmy de aquí", afirma la muchacha al buscar ayuda para su amigo y emprender el camino propio para encontrar el sentido de la libertad. Fábula iniciática, Djinns abre un sinfín de itinerarios para hablar de racismo, pobreza, salud mental, biculturalidad y dualidad identitaria.
La artista, cuya voz cantante se puede escuchar en las plataformas virtuales, conoce Buenos Aires a través de los textos de Sábato, Borges y Cortázar, que estudió durante la carrera de literatura. “Cuando supe que iba a ser traducida al español y que me habían invitado a Argentina, lamenté no haber prestado mucha atención en mis clases de español. Hay un libro que siempre me ha atraído y que tengo muchas ganas de leer: La Cautiva, de Esteban Echeverría.
¿Djinns es una novela autobiográfica?
--Sólo la ficción me permite transformar elementos de la realidad de una manera tan radical. La autoficción y la autobiografía son géneros por esencia prohibidos, porque soy una mujer negra que creció en un barrio desfavorecido de París, y está la sociología para contar muy bien lo que se supone que soy. ¿Cómo contás tu historia a gente que piensa que no sos como ellos?
¿Lo que relatás acerca del psiquiátrico, lo viviste de manera cercana?
--He visitado a amigos en el hospital unas cuantas veces, pero invento. “Lo real es cuando te topas con ello, decía Jacques Lacan. Agregaría: “La ficción es cuando esquivás”.
¿Que tenés en común con Penda, la protagonista de la novela?
--Penda es probablemente una versión amplificada de mí. Nos parecemos mucho, aunque envidio su capacidad para mostrar su vulnerabilidad, que es una fuerza que yo no tengo en la vida cotidiana. Cuando las cosas no me van bien, vuelvo a esquivar, escribo una canción, necesito encontrar una forma para mis penas, no soy muy buena hablando de mí misma. La mayor parte del tiempo estoy a la escucha e hipersensible a la salud mental de la gente que me rodea. Además, como Penda, en mi adolescencia practicaba el skate.
¿Cómo te convertiste en escritora?
--Mi primer gesto de escritura estuvo marcado por la música, las canciones, los poemas y los relatos cortos. Escribía como si practicara un deporte. Entrenaba, hacía ejercicio. De hecho, sigo entrenándome, como una boxeadora de palabras.
¿Qué artistas te interesan?
--Cineastas como Alice Diop, Guillaume Brac y una película de Douglas Sirk titulada Mirage de la Vie han sido muy importantes para mí. El rap francés también fue y sigue siendo un soplo de aire fresco, desde PNL y Booba hasta Zakaria Springer y Youssef Swatts, que acaba de ganar Nouvelle école, un concurso de rap difundido en Netflix. En literatura, siempre es más difícil citar nombres o libros. Soy una gran lectora de novelas, me ha gustado mucho Tout ce qui nous était à venir, de Jane Sautière, escrita en segunda persona del plural sobre la vejez, una pequeña bomba de belleza y delicadeza.
Si tuviera que contar todos los episodios de su vida en los que se topó con el racismo, “no haría más que esto. Está en todas partes, siempre estás rodeada de gente que no has elegido. Prefiero referirme a la escritora Toni Morrison: La función, la gravísima función del racismo es la distracción. Te impide hacer tu trabajo”.
Sobre su relación con Senegal, dice que se ha suavizado con el tiempo. “Tengo familia allí, incluida mi abuela materna, a la que quiero mucho. Compartimos el mismo nombre, lo cual es muy especial. Y luego, cuando mi padre murió en 2018, fue enterrado allí, después de haber pasado más de la mitad de su vida en Francia. Sentí que estaba devolviendo su cuerpo a Senegal. ¿No pertenecemos a los países donde enterramos a nuestros muertos? Si es así, Senegal es mi tierra, al igual que Francia”.
¿Ya estás escribiendo algo nuevo?
--Últimamente me la paso en el estudio de grabación. Una burbuja en la que escribo todo lo que no voy a poner en mi próxima novela; canciones de amor, o más bien de ruptura amorosa, la calle, lacultura hip hop, que es una actitud, una forma de ir por la vida con carisma e incluso arrogancia, en un mundo que quiere disminuirnos. En literatura, he empezado algo a lo Get Out, de Jordan Peel, una película de terror estadounidense sobre cuestiones raciales. Ya es tiempo de que tengamos una novela de este tipo en Francia. En serio, ¿cuál negro no ha querido matar a un blanco al menos una vez en su vida?