Por más que se postulara como un esperanzador cambio de paradigma, aunque en la práctica no es más que la vuelta al Medioevo, la “nueva normalidad” está renga. La pandemia, con una inquina volcánica, intentó arrasar con todo lo que encontró a su paso. Entre las víctimas no sólo están los que fallecieron por covid sino también los mitigantes. A los que la parca se llevó para hacer del mundo un lugar cada vez más vulnerable. Si es que aún existe el under en la música local, se quedó sin héroes tras las muertes de Rosario Bléfari, Palo Pandolfo y Gabo Ferro. Sin embargo, este último siempre vivió en estado de alerta, con la certeza de que en cualquier instante podía sucumbir ante el embate. Quizá por eso legó una de las obras más prolíficas y variopintas inherentes a la canción. Aunque no fue la única disciplina en la que se destacó.

A eso alude el subtítulo de la biografía del artista, publicada a fines de junio. Firmado por los periodistas Sergio Sánchez y Lalo Ugarte, Un tornado dulce: un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro apela por la cronología para ordenar y ahondar en una producción tan rica como compleja. Espejo de la personalidad del músico, cantante, compositor, poeta, performer e historiador. “Más allá del fanatismo, tratamos de ser lo más rigurosos posibles en términos periodísticos”, explica Ugarte. “Hablan los datos, no es que agigantamos su mito. Al momento de preguntarnos cómo arrancar el libro, el caudal de obra nos obligó a ir cronológicamente. Arrancamos con Porco, su banda de los '90, pero fuimos más atrás para conocerlo mejor. No queríamos hacer una biografía de su vida sino de su obra. Ahí se empezó a mezclar todo un poco”.

A lo largo de 328 páginas, los autores recrean el peregrinaje de Ferro hasta patentar una prosa que lo tornó en uno de los cantantes y compositores más punzantes y agudos de su progenie, rasgo que le permitió interactuar fluidamente con otras artes. “Abordamos la etapa pre Porco, la de Porco, la de Verbonautas (grupo de “acción poética” creado por Palo Pandolfo), su retiro, su incursión en la historia y su desarrollo cancionista”, enumera Sánchez, periodista de este diario. “A los 40 años, Gabo ya era un hombre maduro con ideas muy armadas. Por eso habla mucho en el libro y eso es interesante. Pusimos su voz. De hecho, no parece que estuviera muerto. Es más: discute con la escena cancionística del Río de la Plata de la que no se sentía parte. Generacionalmente, venía de otro lado y tenía otra mirada de la canción”.


Sánchez y Ugarte, quienes presentarán el libro el miércoles 28 en Cultural Morán (Pedro Morán 2147), a las 19, se conocieron por medio del biografiado. No fue que éste los introdujo: establecieron camaradería gracias a su obra. “Produje el disco Por algo será, compilado de cantautores entre los que estuvo Gabo. Y Sergio fue a cubrir la presentación para Página/12”, evoca Ugarte. “Se me ocurrió hacer el libro y lo llamé al día siguiente de su muerte (8 de octubre de 2020). No teníamos mucho vínculo, pero sabía que era uno de los periodistas que más lo cubrió y entrevistó. Lo que terminó de unirnos fue un recital en el Centro Cultural de la Cooperación, en 2018, y que rescatamos para uno de los capítulos. Los 200 que fuimos salimos de ahí llorando. Sus shows eran una especie de ritual, estaban en el orden de lo mágico”.

La admiración que la dupla siente por el artista, quien falleció a los 54 años, no interfirió en la ecuanimidad al momento de esbozar su vida y obra. Todo lo contrario. “Como objeto de estudio, estuve buscando en qué momento él me mintió. Con esto me refiero a lo que le faltó decir, a la ausencia del dato”, revela Ugarte sobre un trabajo de investigación que basó sus entrevistas en otros artistas. “Si bien dio muchas notas, hacer un compilado me parecía que no era el trabajo. Me motivó buscar aquello que no sabía. Siempre se dijo que hizo teatro con Batato y Tortonese, y no me cerró cuando lo investigué. Sí coqueteó con eso, pero porque recibió clases. El me permitió desmitificarlo, al igual que desentramar y descubrir. Aparecieron obras de teatro suyas que no sabíamos que existían o cosas inéditas".

Ferro solía decir, a manera de broma, que era un “Zitarrosa queer”. La identidad de género, así como la sexualidad y el amor, tuvieron un peso esencial en su repertorio. “En los primeros capítulos del libro hablamos del contexto de época en el que apareció Porco, con el HIV convertido en epidemia”, dice Sánchez. “La poética de género fue una constante en Gabo, desde su primer disco solista, Canciones que un hombre no debería cantar (2005). Ahí está la chacarera ‘El amigo de mi padre’, que tocaba el tema del matrimonio igualitario antes de que lo aprobaran. Lo queer se fue actualizando en cada disco, al igual que la mirada del amor no romantizada. Y en su último disco, Su reflejo es el lobo del hombre, hay una canción llamada ‘Cuerpo reclamo’, donde abordaba lo no binario”.

Como bien resalta Sánchez, el protagonista de su biografía no era un artista tibio. “Iba por todo, pero en el marco de su obra”, aclara. “Cantaba de una manera no estandarizada y, sin embargo, conectaba con muchas personas. Por se valoró tanto su sinceridad. Con él no hubo medias tintas, ni siquiera en su manera de cantar: o lo amabas o te parecía incómoda. Iba por la suya y así construyó su propio circuito”. Ugarte añade: “Siempre pienso que vendría muy bien un disco de Gabo en este contexto de país. Como trata temas universales, año a año pudo debatir con su contexto. Su obra se fue acomodando con el tiempo. No sé si pasa lo mismo con otros artistas”. Y su coequiper retoma: “Gabo me dijo una vez: ‘Mi momento es ahora para hacer las cosas. Mañana me muero y no queda nada más’”.

A pesar del éxtasis y el estupor que causaba entre sus colegas, la escena musical argentina, incluyendo a la industria discográfica local, siempre respetó a Ferro. “Si Gabo intentó ser masivo y no pudo o no quiso, nunca lo sabremos. En cualquier ciudad a la que iba, llenaba el teatro”, expedita Sánchez, a raíz del hecho de que el artista multidisciplinario apostó por la autogestión. “En un momento, tuvo incluso un pico de masividad cuando sacó el disco El lapsus del jinete ciego (2016), y hay varios temas suyos que sonaron en la novela La leona. Mucha gente llegó a él a través de su canción ‘Volver a volver’. Su masividad quedó trunca. Creo que podía haber sido más popular. Siempre esa idea de la independencia, como algo para minorías, es difusa”.