Apenas terminados los Juegos Olímpicos y en las vísperas de los Paralímpicos se puede ver que los países participantes siguen a grandes rasgos tres cursos de acción que con diversos matices prevalecen como definición de sus políticas.
Entre las grandes potencias deportivas como Estados Unidos y China los resultados dependen de concepciones sociales y técnicas muy diferentes, a través de ellas las potencias intentarán retener la masa de medallas obtenidas para los próximos Juegos de Los Ángeles 2028.
Para lograrlo, Estados Unidos parece en mejor posición, ya que no solamente será local sino que tiene buenas posibilidades de mejorar en Natación, uno de sus deportes más fuertes de discreta actuación de París en donde fue asediado por Australia hasta la última prueba. También en el Atletismo cifran los norteamericanos sus esperanzas de mantener y acrecentar su liderazgo.
La tradición, popularidad y el desarrollo en el poderoso sistema deportivo Universitario, y como resultado el considerable dominio en los deportes que reparten más medallas – es decir Atletismo y Natación, junto con la Gimnasia– hacen posible el liderazgo americano.
Los chinos han mejorado continuamente su deporte de alto rendimiento, antes olvidado y casi inexistente, y desde principios de los años 80 vienen desarrollando varias disciplinas como los saltos, la natación sincronizada, el tiro y las pesas entre otros, a favor de la irrupción de su enorme población en el Deporte y de un proceso de temprana selección de talentos que arranca en la niñez.
La enorme inversión de esos gigantes deportivos, tanto privada como estatal o mixta, es claramente imposible para el resto de los países, salvo para Rusia, hoy relegada de los Juegos por razones políticas.
En otro escalón, con menor población y sin la impronta u obligación de tener al Deporte como bandera de un sistema social o de una marca país, encontramos a aquellos países con fuerte tradición deportiva, que dedican grandes inversiones al deporte de competencia, luego de evaluar cuáles serían más convenientes para apoyar por sus características y tradición.
En esa franja de 20 o 30 países es que nosotros podríamos encontrar las respuestas de los mejores sistemas para adoptar en un futuro. Algunos de ellos tienen larga tradición en el deporte, casi todos tienen buenas condiciones de vida para sus sociedades, y en ellos, el deporte tiene una gran importancia social desde la niñez hasta la adultez.
Japón, Australia, Alemania..., la lista es bastante larga pero podríamos, por ejemplo, seguir los resultados de países similares en muchos aspectos al nuestro como son Italia o España. La inversión actual de España en Deportes llega a los 150 millones de euros con aportes estatales y privados y la de Italia es de 246 millones de euros anuales, que el Comité Olímpico Italiano, el CONI, reparte entre las Federaciones Deportivas de acuerdo a sus resultados, número de afiliados y estrategias especiales que se dispongan. A esto se le suman las importantes becas deportivas de las Fuerzas Armadas de Italia: Carabinieri, Marina , Policía, etc, las que parten desde los 1.500 euros mensuales para los deportistas que muestran un potencial deportivo.
Las becas implican un contrato de trabajo con el deportista, el que puede continuar incluso luego de su retiro, ya sea con actividades administrativas o de índole social. Esto, por supuesto, otorga gran tranquilidad económica y posibilita el difícil paso desde el deporte de base hasta el alto rendimiento.
Como vemos los modelos deportivos no inventan nada. Un adolescente de 15 años para desarrollarse necesita buenas instalaciones deportivas, entrenadores de alto nivel y bien pagos, posibilidades de estudiar conjuntamente con su carrera deportiva y luego de ella recepción en la sociedad y no expulsión de la misma.
Ya está todo inventado, solamente se modifican los resultados por el talento del atleta o de sus equipos de apoyo técnico.
Al principio hablamos de tres cursos de acción para los países, el tercero es en el que se encuentra la Argentina y que muestra el desarrollo casi único de los deportes profesionales en general a través de los clubes y las crecientes y casi insolubles dificultades que afrontan el deporte amateur, ya no para desarrollarse sino para apenas sobrevivir. Tenemos hoy deportes básicos como la natación o el atletismo con menos participantes activos que hace 50 años y un deporte social en retroceso y amenazado por podas presupuestarias inclementes.
También el deporte amateur, tristemente, no ocupa un lugar de reconocimiento social por años de retroceso en su difusión y en general porque la inversión del Estado suele ser mucho menor. Por ejemplo, en Argentina este año, con suerte, será diez veces menor que la inversión en Italia; mientras que, las becas de un medallista olímpico argentino son 3 o 4 veces más bajas que las de los deportistas italianos que recién comienzan.
Ante la comparación está todo muy claro, sin embargo, hay algo que puede hacer más daño que un bajo presupuesto y una estrategia inexistente: ignorar nuestras carencias o resignarse a ellas. Lamentablemente parece que vamos por ese camino.
(*) Ex Director Nacional de Deportes.