Longlegs: coleccionista de almas 7 puntos

Longlegs, Estados Unidos, 2024

Dirección y guion: Osgood Perkins

Duración: 100 minutos

Intérpretes: Maika Monroe, Nicolas Cage, Blair Underwood, Alicia Witt, Michelle Choi Lee, Kiernan Shipka, Lauren Acala.

Estreno en salas.

Lo nuevo del actor, guionista y director Osgood “Oz” Perkins (hijo de Anthony Perkins, actor que interpretó a Norman Bates en Psicosis, de Alfred Hitchcock), es una de esas películas a las que su fama las precede. Longlegs: coleccionista de almas se estrenó en el mes de mayo y desde entonces es considerada una de las películas de terror del año. A partir de ahí las expectativas por verla no han hecho más que aumentar, generando notas periodisticas y alimentando las redes sociales con comentarios y contenidos sobrexcitados. Eso que ahora se llama “hype”, pero que no es otra cosa que el viejo y conocido bombo publicitario. Hay que reconocer que la ansiedad estaba justificada.

La película ha sido comparada con insistencia con El silencio de los inocentes o Pecados capitales, relatos en torno a asesinos seriales especialmente siniestros, pero donde los protagonistas son los investigadores obsesionados con capturarlos. Sin embargo, igual que en ellas (o en El coleccionista de huesos, otro título noventoso de rasgos similares), en Longlegs la presencia del criminal es tan potente que consigue apoderarse del centro del universo narrativo, incluso cuando permanece fuera de campo durante la mayor parte de la historia.

El vínculo con las películas anteriores se vuelve explícito en la cita de época: Longlegs también transcurre en los ‘90. Un período de extremos muy marcados, en donde el triunfo de Occidente, como cualquier otro terremoto, tuvo repercusiones en todas las áreas de la sociedad. Incluida la industria cinematográfica, donde algunos se permitieron empezar a jugar con las pesadillas más oscuras que llevaban décadas escondidas en el ropero del sueño americano. Entre ellas, la aparición cotidiana de la violencia en la resolución de los conflictos, un conservadurismo apoyado en lo religioso y el deterioro psicológico-emocional de una sociedad que premia al más fuerte y descarta a los que conforman su eslabón más débil.

Si algo distingue a Longlegs de su antecesoras, además de la inclusión de un elemento sobrenatural, es la decisión de apartarse de manera deliberada de toda intención de realismo en el terreno de la representación. Para ello, Perkins utiliza los recursos que el cine pone a su disposición a la hora de narrar, con la intención de generar un clima pesadillesco que no se acaba en el mero alarde de lo macabro. Un objeto que, tanto desde el plano de la imagen como del diseño sonoro, se dedica a empujar al espectador fuera de los límites de su propia percepción, para mostrarle una versión completamente distorcionada del mundo.

El uso virtuoso de grandes angulares, la alteración del ratio de pantalla, una iluminación expresionista, primeros planos asfixiantes y la elección de una paleta de colores que se apoya en las variaciones del rojo, el gris y un azul nocturno son algunos de los elementos utilizados en el terreno visual. Mientras que una banda de sonido chirriante, una composición de foley en la que los planos están ordenados alterando el orden natural y la utilización dosificada y precisa del silencio generan un universo sonoro que se vuelve intimidante por lo artificial, por la forma exitosa con que consigue apartarse del registro de lo real. Todo eso hace de Longlegs una película ideal para ir a ver al cine, en una pantalla lo más grande posible y con un buen sistema de sonido, en lugar de la experiencia limitada e incompleta de un televisor.

El elemento definitivo que se debe destacar en Longlegs es el asombroso trabajo de un Nicolas Cage físicamente irreconocible. Aunque contenido en comparación con algunos de sus trabajos más recientes (los de los últimos 20 años), su histrionismo recargado resulta perfecto para completar la atmósfera irreal con la que la película construye su calibrada exhibición de atrocidades.