Hace muchísimos años, mucho antes de Cristo, la vida era muy hostil. Para nuestra historia, imaginemos a un muy antepasado nuestro que llamaremos Kushim. Andaba casi gateando, alimentándose de la recolección silvestre de hierbas y plantas. Para Kushim, sobrevivir era un milagro cada día. Fue descubriendo el hambre y que saciarlo no era sencillo. Con el paso del tiempo, Kushim se transformó en cazador. Había aprendido a fabricar con huesos de animales y piedras afiladas, sus primeras armas. Comer carne animal, provocó una explosión de sabores en su paladar.

En un momento histórico, se produjo la llamada Revolución Neolítica, el paso de la economía de tipo depredadora, caza y recolección. a una economía productora, agricultura y ganadería. El nacimiento de la agricultura dio lugar al período neolítico , hace unos nueve mil años. Los estudios actuales nos indican que la Revolución Neolítica fue menos revolucionaria de lo que indica su nombre. Francisco Comín, en su “Historia Económica Mundial, desde los orígenes a la actualidad, señala que “el Neolítico no se ve ya como una revolución, sino como un proceso de cambio lento y desigual". Aun así , Comín considera a la Revolución Neolítica como a la Revolución Industrial, dos procesos que cambiaron radicalmente las formas productivas y la estructura de la economía. Kushim, como sus descendientes, ya considerados Homo Sapiens, pasaron unos 40.000 años cazando y recolectando sin dedicarse a la agricultura. ¿Por qué Kushim finalmente se decidió a sembrar? Como los pueblos primitivos no dejaron documentos escritos, les corresponde a los arqueólogos, paleontólogos y antropólogos, aproximarse al mundo de Kushim.

Comín señala tres interpretaciones sobre el nacimiento de la agricultura. La primera es la visión de Thomas Malthus, el economista inglés del siglo 18, que entendía que el crecimiento de la población estaba limitado por la oferta de alimentos, por lo tanto fue la escasez la promotora de la agricultura. La segunda es la de L.S. Morgan, que señala que la agricultura fue causada por choques exógenos, básicamente cuestiones climáticas. Estas situaciones precipitaron cambios tecnológicos, produciendo saltos revolucionarios, logrando con la agricultura incrementos en la población. Y finalmente la mas difundida es la visión de Gordon Childe, quien en su texto “Los Orígenes de la Civilización” sostiene que la agricultura se descubrió como respuesta a un factor externo, que transformó a las poblaciones cazadoras, la sequía del final del pleistoceno.

Con distintos argumentos, Comín plantea disidencias, con las citadas explicaciones, sosteniendo que “La adopción de la agricultura no surgió de un avance tecnológico ni de la búsqueda de mejoras en el nivel de vida, sino de una mayor demanda de alimentos originada por la creciente población, que obligo a los cazadores a prescindir del consumo de los grandes mamíferos para sustituirlos por unos recursos cada vez más variados… otros historiadores sostienen que los cambios no obedecieron tanto al aumento de la demanda como a la extinción de las grandes especies de la pradera, bisontes, renos”.

Con la Revolución Neolítica, surgen las ciudades y con ellas la Revolución Urbana. Con las primeras comunidades aldeanas, Kushim debió afrontar un problema de notable actualidad: el excedente. Cuando Kushim cazaba y recolectaba, no era necesario el excedente, definido como la producción de un agricultor que excede las necesidades alimenticias de su familia y las semillas para la próxima siembre. Es que se recogía y cazaba lo imprescindible para el consumo. Sin embargo, cuando Kushim y su familia se dedicaban a la actividad agraria, la producción se hacía por encima de las necesidades, en previsión de malas cosechas. En estas economías aldeanas cerradas, el excedente estaba ajustado por lo tanto a las necesidades de las familias.

La Revolución Urbana desarrollada desde el tercer milenio a.C. creó una estructuración social en donde algunos grupos sociales son propietarios de la tierra y el agua. Allí el excedente que producía nuestro amigo Kushim, en la repartija fuera de la propiedad de la tierra, es repartido entre la población privilegiada de la sociedad. Es decir, tenemos productores que al no poder trabajar su propia tierra, se les extrae un excedente.

Karl Polanyi en “La Gran Transformación” dice que “los enclosures (cercamientos) significaban una revolución de los ricos contra los pobres… Robaban parte de los bienes comunales a los pobres y destruían sus casas. Las tierras comunales, que antes eran utilizadas para pastar libremente, se transformaron, fueron apropiadas por los señores feudales”. Para producir, Kushim tenía que ceder el excedente al señor feudal, amo y  dueño de la tierra. Esta situación se vio seriamente alterada por los comienzos de la Revolución Industrial. Kushim decidió, empujado por el hambre y los mejores salarios, como atraído por la máquina de vapor, migrar a las grandes ciudades. Allí conoció la producción de miles y miles de mercancías en una aceitada división de trabajo.

Este formidable aumento de la productividad se veía afectada por los privilegios de los señores feudales, al no proveer de pan más barato a los trabajadores industriales. Los dueños de la tierra cobraban una renta a quien produjera en sus tierras. Como no todas las tierras tenían la misma calidad, los dueños de las mejores tierras conseguían una renta diferencial, por cuanto el precio del grano se tomaba según el costo de la “peor” tierra. Este poder del terrateniente implicaba una traba para la burguesía industrial, aduciendo que incrementar los niveles de inversión no era posible con el costo que debía pagar por el pan que consumían los trabajadores. Con el tiempo, derogada la Ley de Granos en Inglaterra de 1846, que impedía la importación de cereales, prevaleció la producción industrial. El triunfo del capitalismo puede explicarse cuando el beneficio o la ganancia capitalista le ganó a la renta terrateniente.

En la Argentina, desde la mismísima época colonial, la propiedad de la tierra nace concentrada. Al respecto se recomienda “La Pampa Argentina” de Romain Gaignard, y “Argentina en la Periferia Próspera” de Enrique Arceo. Según el Censo Nacional Agropecuario de 2018, sólo en la Provincia de Buenos Aires tenemos 28,3 por ciento menos explotaciones que en 1988, un incremento notable de la concentración. Según Matías Longoni en “Bichos de Campo” (8/7/24), en la campaña 2023/24 el setenta por ciento de la agricultura se hizo sobre tierra arrendada. Esta problemática de prevalencia del llamado “rentismo” comienza a emitir señales de alarma desde un lugar insospechado, de defensa de los pequeños productores arrendatarios. Gustavo Idigoras, Presidente de la Cámara de Industrias Aceiteras de la República Argentina y el Centro Exportador de Cereales, dijo que el 73 por ciento de los productores tendrían márgenes negativos, principalmente “productores que alquilan” (Infocampo 17/8/24). Observándose que el costo del alquiler de la tierra dificulta la rentabilidad, siendo relevante quién lo expresa por su rol en la cadena de producción.

Desde otra perspectiva Pedro Peretti, ex director de la Federación Agraria, cuestiona el modelo de producción actual, en donde se prescinde de los auténticos productores. Para ampliar el debate desde FUNDAR se propone debatir los derechos de exportación en “Discutir los derechos de exportación hacia un nuevo marco fiscal para el Agro”. Creo en el rol de los derechos de exportación segmentados en un país exportador, pero sea bienvenido el debate. El campo popular se debe un debate sin prejuicios sobre la cuestión agraria. Recuperando el rol de pequeños y medianos productores, en donde la producción se imponga sobre la renta, sin negarse a ella, pero adecuándola a una justa retribución.