Una historia sencilla, del día a día, pero que ilustra a la perfección la represión, la crueldad y la doble vara de la justicia. En su editorial, el periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, contó una anécdota reciente y manifestó su abierto rechazo a las políticas de castigo a los más vulnerables cada vez más frecuentes.
El editorial de Víctor Hugo Morales
Muchas veces, a la pasada por Honduras y Juan B. Justo, compro un par de tortillas hechas al carbón en una parrillita para compartir en la radio. A veces la esquivo la compra porque "es mucha harina", me digo. Dado que el primer corte hecho con las manos es mío, es automático, y lo hago como si me estuviera robando algo a mí mismo.
Hoy estaba la policía en la esquina. Frené y le pregunté al muchacho qué pasaba. No se animaba a responderme. Y una jovencita, acaso su hija o hermana menor, lo miraba con angustia. Entonces le pregunté a la mujer policía. Me animé. Le dije:
—Disculpe, oficial. ¿Qué pasa?
—Estamos por una contravención: uso indebido del espacio público. Es una orden de la fiscalía.
Empecé mal la mañana. Me levanté con la última imagen de La gran ilusión, la obra del San Martín. Una vuelta genial y poética con actores increíbles. Con ese comentario y mate empecé la jornada, hasta que me encontré con la escena de Honduras y Juan B. Justo.
Ahí no más sentí que muy rápido me arruinaron el día. La maldita casta de la crueldad enmascaraba el día precioso de la ciudad. Ya no era lo mismo. Había una máscara horrible, cruel.
Alguien que, parado en un metro cuadrado de la ciudad, sostiene a su familia, era expulsado. ¿A dónde va ahora? ¿Cómo darse otro alimento que no sean esas tortillas al carbón con la harina que aún le queda en la casa? ¿Y después?
Había un muro detrás, y pensé también cuántas fotos de verdaderos delincuentes económicos podrían estar pegadas allí. Pero el único que tenía a la vista era ese muchacho, con las manos atrás. La única foto era su desaliento y su impotencia. La imagen perfecta de la injusticia social.
Y para colmo había leído la nota de Martín Suárez en Tiempo Argentino sobre el maratón de Buenos Aires. El negocio millonario de tres jefes de Clarín y el Gobierno porteño. Es muy cruel esto. Vos podés ocupar la Ciudad, cortarla por todos lados, destripar el tránsito para un negocio de Clarín con el Gobierno porteño prendido, y no podés dejar pasar que un hombre pobre esté allí con su parrillita.
¿Adónde van a parar ahora? ¿Y a dónde va a parar la indecencia y la crueldad de los que dejan a la Ciudad sin funcionamiento, para absolutamente todo para hacer un movimiento multimillonario? Después le mandan varios policías a desalojar a un hombre pobre que trata de ganarse la vida dignamente con lo que se pueda.