Los personajes de Santiago Loza -en sus novelas y en sus obras- están casi siempre envueltos en un halo de soledad no elegida. En el ritual del teatro confiesan, ofrendan, un pedazo de sus vidas como si precisaran de la conexión con los desconocidos del público. Son personajes que de tan comunes se vuelven extraordinarios. Pueden ser vistos como bichos raros pero por algún motivo el espectador se identifica, pues lo que ellos explican con lujo de detalles -todos tienen esa necesidad: explicarse, desenmarañar la existencia- es cómo es el viaje de la vida. 

Con tantos años de escritura teatral encima, ahondando en la especialidad de los monólogos, a esta altura Loza es como un pianista que toca la misma pieza incorporando variaciones que parecen sutiles pero que implican importantes cambios en sus relatos. Volcado hace unos años hacia otro tipo de escrituras -la novela y el relato de no ficción-, su voz desapareció de los escenarios por un buen tiempo -el último texto suyo estrenado fue el bellísimo El mar de noche, con Luis Machín (2017)-. El regreso es con otra pieza destacada, Viento blanco, primer trabajo en dirección de la actriz Valeria Lois, quien encara el desafío junto al joven director y autor Juanse Rausch. A su vez, este es el primer unipersonal de un actor cuyo trabajo en esta puesta se acerca a la magia: Mariano Saborido.

De todos los monólogos escritos por Loza hasta la fecha, precisamente uno protagonizado por Lois -La mujer puerca- se convirtió en un fenómeno del teatro independiente, adorado por el público. Viento blanco tiene varias similitudes con aquella obra dirigida por Lisandro Rodríguez, pero también algunas diferencias: la principal, que está a la vista, es que el personaje no es una mujer. No es lo más común en los unipersonales del autor cordobés, quien solía sentirse bien cómodo buceando en el alma femenina. Dos excepciones anteriores fueron El mar... y Matar cansa. "En general hay algo de lo masculino que se ha dejado de lado. Son personajes queer", aclara el escritor. Será interesante para quien vio a Lois en aquel rol jugar a las comparaciones.

Marito es un joven gay que vive en un pueblo del sur del país y atiende un hostal con su madre, donde limpia con dedicación. La presencia del viento arrasa en toda la obra. Esta historia sucede en el fin del mundo, en un pueblo y un hostal cada vez menos visitados. El contexto hecho de tierra, viento, mar, la sal, desamparo y abandono, en el cual también es clave una capilla cercana, cincela la personalidad de Marito. Es un joven con vocación de servicio, tanto en el hostal como en el vínculo con su madre. A su vez, nos cuenta de una amistad -que es también un amor- con otro personaje que se ha ido y regresa al lugar. Viento blanco es la historia de un duelo y un regreso, pero fundamentalmente es el camino que hace Marito para comenzar a vivir, a ser. En la obra sólo lo vemos a él, pero a través de él y de sus palabras vemos a los otros dos personajes centrales del texto, la mamá y el amigo.

"Viento Blanco es un texto para una voz, desde hace varios años escribo ese tipo de materiales, indagando un personaje, llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Me interesan personajes que tienen una apariencia opaca, nada extraordinario para contar, ciertas represiones y miedo, rutinas cercanas al aburrimiento. Algo o alguien los impulsa a vivir lo que apenas se animaban a desear. En Viento Blanco hay dos movimientos, el de la Madre y el del forastero. El personaje de Mario debe soltar la memoria de la madre para ir al encuentro de ese hombre que llega", ha escrito Loza.

Los ojos de Saborido al comienzo del espectáculo, su mirada bizca, son la antesala de una actuación desbordante, muy dinámica, que puede ubicarse en matices más humorísticos o más melancólicos de acuerdo a lo que el texto sugiere. Momentos más íntimos y otros más explosivos van delineando la transformación de su criatura. Lois y Rausch han hecho un gran trabajo con las palabras de Loza: Viento blanco es casi poesía en movimiento, con canto incluido. Los objetos, principalmente unas telas que toman diferentes roles en la puesta, cobran vida en manos del intérprete. La escenografía, pensada por Rodrigo González Garillo -con una pileta que chorrea agua como elemento protagónico, graficando tal vez el desborde de emociones-, y la iluminación de Matías Sendón acompañan muy bien el exquisito viaje existencial de Marito, un hombre común. O un héroe.

Viento blanco. 8
Con: Mariano Saborido
Dramaturgia: Santiago Loza
Dirección: Valeria Lois, Juanse Rausch 
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo
Diseño de vestuario: Pablo Ramírez
Diseño de luces: Matías Sendón
Diseño sonoro y música original: Teo López Puccio
Fotos: Sebastián Freire
Diseño: Martín Gorricho
Asistencia de dirección: Mercedes Aranda
Asistencia de producción: Florentina Messina
Producción: Carolina Castro
Producción general: Compañía Teatro Futuro, Mariano Saborido 
Funciones: Domingos 20.30 y lunes a las 20 en Dumont 4040 (excepto lunes 8).